El 45 aniversario de la Fundación Teatro Popular Danzante (FUNTEPOD), celebrado la noche del pasado domingo 28 de septiembre en el marco del Festival Internacional de Danza Contemporánea EDANCO 2025 en la sala Máximo Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes de Santo Domingo, constituyó un acto histórico de reafirmación cultural, bajo el sonido de los tambores y la fuerza del movimiento corporal, se celebró la memoria y el legado de una institución que, por más de cuatro décadas, ha hecho de la danza un camino de formación, resistencia, transformación social y pedagogía etnoeducativa.

Fundado en el año 1980 por la maestra Nereyda Rodríguez (La Doña), FUNTEPOD surgió como un proyecto de democratización cultural que vinculó a niñas, niños, adolescentes y jóvenes de comunidades populares y periféricas de la capital dominicana a la práctica artística, desde una pedagogía etnoeducativa que unió cuerpo, memoria, resistencia y valores colectivos. Hoy, cuarenta y cinco años después, bajo la dirección de su hija y discípula, la maestra Senia Rodríguez, FUNTEPOD sigue siendo un espacio donde el tambor educa y la danza resiste desde la periferia dominicana.
Nereyda Rodríguez: vida y trascendencia
La historia de FUNTEPOD no puede narrarse sin detenerse en la figura de Nereyda Rodríguez, santiaguera, reconocida como Gloria Nacional de la Danza y declarada Patrimonio Cultural Vivo de la República Dominicana. Formada en la Escuela de la Voz Dominicana como bailarina profesional, fue parte esencial del Ballet Folklórico Dominicano junto al maestro Fradique Lizardo, con quien sembró las bases de un repertorio de danzas que hoy son símbolos de identidad nacional y un legado imperecedero.
Su visión trascendió los escenarios, ya que concibió la danza como escuela de vida, herramienta pedagógica y acto de resistencia cultural. La Doña como etnoeducadora siempre tuvo muy claro, que el folklore dominicano no es un residuo del pasado, sino una práctica viva que se renueva con y desde la comunidad. Esa convicción guió a Nereyda en la creación de FUNTEPOD, un espacio que hoy mantiene vigente su espíritu.
En palabras de sus discípulos, Nereyda vive en cada toque de tambor y en cada giro corporal de FUNTEPOD. Su legado se siente en la formación de cientos de artistas que hoy representan a la República Dominicana en escenarios internacionales, siempre llevando consigo la raíz de su identidad.
Doña Martha Núñez: la maestra incansable
Este cuarenta y cinco aniversarios celebrado por todo lo alto fue también fue escenario de despedida de la maestra Doña Martha Núñez, cofundadora y pilar de FUNTEPOD. Reconocida como maestra de generaciones, su entrega y humildad marcaron la formación de innumerables bailarines. En la actividad la pieza Los Congos, interpretada junto a la Cofradía de Villa Mella, fue el marco simbólico de su despedida de los escenarios. Ella, heredera del rol de Nereyda como “reina de los Congos”, se despidió danzando como hacen las grandes maestras afro en una ceremonia de memoria y continuidad que conmovió al público a ponerse de pi en honor y respeto a años de entrega y dedicación.
Memorias en movimiento en un viaje de lo ancestral a lo contemporáneo y doce piezas con miradas al ser dominicano
El aniversario presentó doce obras coreográficas, cada una con una carga estética y simbólica que trascendió lo artístico para situarse en lo antropológico, lo poético y lo patrimonial. Dentro de ese repertorio la sala abarrotada de un público de todas las generaciones disfruto:
1-Tambores de Libertad: apertura cargada de fuerza telúrica, evocando el eco de los cimarrones, las cofradías, curanderas, cocineras y servidoras que, en el tambor, guardaron la semilla de la libertad.
2-Cabos: una metáfora de los lazos colectivos y la resistencia, representando la faena y la unión comunitaria.
3-A la mar: exploración de la diáspora afrocaribeña, donde el agua es memoria, tránsito y espiritualidad, casa de los espíritus donde habita la madre caribeña Yemayá, "madre de los peces", la fertilidad, la protección de la familia y de sus creaciones acuáticas.
4-Sombras: evocación de la esclavitud y sus huellas, contrastadas con la resiliencia cultural del pueblo.
5-Ileo: con la participación estelar del artista Alexander Duval e interpretada por Roldan Mármol. Una de las piezas más significativas y profundas para mí. Inspirada en un ser de la religión afrosincretica del vudú, Ilé representa la casa, el trabajo fuerte, el sudor, el linaje en estas cosmovisiones, como metáfora del arraigo. Ileo o Yileo es el Gran Bwa de la Isla, el pequeño de esa división que protege las plantas y conoce su magia. Es apuesto y enamorado y se sincretiza con San Bartolomé, San Sebastián y San Judas Tadeo del calendario católico. Esta pieza mostró que la danza es también invocación y oración.

6-Búsqueda: representación de la eterna exploración del ser dominicano, siempre en tránsito entre raíces, modernidad, encuentros y desencuentros.
7-Rosita Pérez: homenaje a los personajes populares, pilares invisibles de nuestra cultura cotidiana.
8-Mujeres de la Candela: celebración de las portadoras de tradición, guardianas de la comunidad, símbolo del fuego vital de la cultura nuestra. La pieza representa a las parteras, servidoras de misterios del vudú, las curanderas isleñas, carnavaleras, artesanas, mambosas, cocineras y bailarinas afros, desde la negra del hospital hasta doña Nereyda.
9-Juegos tradicionales: viaje poético a la infancia dominicana. Niñas con vestidos de colores, zapatos de charol y peinados tradicionales que revivieron juegos como el escondido y el matarile, despertando la nostalgia colectiva y subrayando que el folklore infantil también es patrimonio (Garrido de Boggs, 1946).
10-Los Congos: el clímax de la noche con la participación de la Cofradía de los Congos del Espíritu Santo de Villa Mella, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO en 2001. Fue también la despedida de Martha Núñez, interpretando por última vez a la reina de los Congos junto a la reina de la cofradía.
11-Eta que tú ve: pieza fresca y humorística que recordó la picardía del pueblo dominicano en su lenguaje cotidiano. Recordando nuestra identidad afrodescendiente marcada por rasgos en cuerpo y alma, un tema de nuestra reina de la fusión Xiomara Fortuna escrito desde su corazón para asumirse y poner en valor esa misma mujer que vemos cada instante, única y diversa como las mujeres nuestras, isleñas, insulares, negras, prietas, morenas, afros etc.
12-Entre tambores: cierre vibrante donde egresados, maestros, asociados y nuevos talentos de FUNTEPOD compartieron el escenario en un acto de comunión intergeneracional y honra a un legado de casi medio siglo de danza, que se dice y escribe fácil, pero hay que estar en ese día de una institución cultural como esa, en este contexto dominicano, donde la cultura y sus políticas públicas nunca han estado en el centro de la agenda nacional, por eso para mantenerse siempre tienen que hacer como decimos en el país, de tripa a corazón.
El público como comunidad cultural reunida
La gala fue también una celebración de la comunidad cultural dominicana. Entre los asistentes se encontraban directores de ballets folklóricos, bailarines, académicos, investigadores, profesores, artistas populares, estudiantes, egresados, familiares y amigos de FUNTEPOD, quienes abarrotaron la sala en un gesto de reconocimiento colectivo. La presencia de la maestra Josefina Miniño, amiga y colega de Nereyda por generación, reafirmó la continuidad intergeneracional de la danza dominicana y la pasión compartida por la música folklórica.
Reflexión antropológica: el tambor como escuela de una pedagogía etnoeducativa
Desde la perspectiva antropológica, FUNTEPOD encarna una pedagogía etnoeducativa que articula tradición y transformación social desde el amor. El tambor no solo acompaña la danza: educa, transmite valores, disciplina y conciencia de pertenencia. La danza, por su parte, se convierte en un lenguaje de resistencia frente a la homogeneización cultural global que vivimos ahora mas que nunca.
Niños y jóvenes de barrios como María Auxiliadora, Guachupita, Capotillo, 27 de febrero, Simón Bolívar, Villa Francisca, Gualey, Los Guandules, entre otros, han encontrado en FUNTEPOD durante casi medio siglo no solo una formación artística, sino también un espacio de dignidad y arraigo.
Esta institución cultural ha sido una casa de convivencia y hermandad, un bálsamo entre los tantos sinsabores de la vida cotidiana de estas zonas periféricas del país, que siguen tantas problemáticas pendientes, barrios de donde venimos muchos y muchas y lo decimos con orgullo en cualquier escenario del mundo.
En ese sentido, FUNTEPOD se inscribe en lo que el gran maestro brasileño de la pedagogía popular Paulo Freire (1970) definió como “pedagogía de la liberación”, donde el aprendizaje es inseparable de la conciencia cultural y el enfoque educativo busca la emancipación de los oprimidos mediante la concienciación y la acción transformadora de la realidad social.
Este proceso de FUNTEPOD se inscribe por igual y un enfoque etnoeducativo, que en el país casi no se aplica y tampoco se entiende cuando lo planteamos. Es un modelo de enseñanza que busca revalorizar y fortalecer las culturas, lenguas, tradiciones y saberes propios de los grupos étnicos, promoviendo un desarrollo autónomo y la apropiación de su identidad. Se basa en la comprensión del mundo desde la perspectiva de cada comunidad, integrando sus conocimientos ancestrales y culturales en los procesos educativos para lograr una transformación social y empoderar a los pueblos. En el país hay que destacar una de la poca experiencia cultural con el enfoque etnoeducativo que viene realizando durante año la maestra Marily Gallardo desde la escuela Kalalú en el sector Los Mercedes en Santo Domingo Norte.
El deber de apoyar y proteger a FUNTEPOD un patrimonio de la cultura popular
El aniversario 45 de FUNTEPOD también es un recordatorio de que la cultura popular no sobrevive por sí sola: requiere respaldo, políticas públicas sólidas y compromiso del empresariado responsable. FUNTEPOD es hoy una de las pocas instituciones que desde la sociedad civil ha mantenido viva la enseñanza de la danza folklórica y la música tradicional en comunidades marginadas, democratizando el acceso a la cultura en un país donde las oportunidades suelen ser limitadas.
En otras naciones del Caribe y América Latina, experiencias similares han sido declaradas patrimonio pedagógico y cultural, sabemos de proyectos en Cuba, México, Chile y Colombia, proyectos comunitarios de música y danza afrodescendiente que reciben apoyo directo del Ministerio de Cultura.
En República Dominicana, FUNTEPOD debe merecer el mismo reconocimiento: no solo como un grupo artístico, sino como una escuela de vida que ha formado centenares de niños, adolescentes y jóvenes durante más de cuatro décadas.

Proteger a FUNTEPOD es proteger el futuro de nuestra identidad. Apoyarlo no es un gesto de caridad, sino un acto de justicia cultural. En sus aulas y escenarios se han formado artistas que hoy enseñan nuestros ritmos patrimoniales en el país y diferentes continentes, llevando con orgullo la bandera dominicana. Esa proyección internacional es prueba irrefutable de que FUNTEPOD es un patrimonio de la enseñanza de la cultura popular dominicana.
El Estado dominicano, junto al empresariado nacional, debe asumir el compromiso de garantizar que proyectos como este no se apaguen. Es hora de invertir en lo que nos hace únicos, en lo que nos arraiga como pueblo y nos distingue en el mundo. Porque cada peso destinado a FUNTEPOD es una semilla sembrada en la conciencia cultural de nuevas generaciones.
FUNTEPOD no solo enseña a bailar: enseña a vivir, enseña a resistir, enseña a reconocernos como comunidad. Y en esa tarea, todos y todas junto al estado, empresa y sociedad tenemos la responsabilidad de apoyar, proteger y respetar su labor.
Tambores que no callan, que educan y una danza que resiste
El 45 aniversario de FUNTEPOD fue un acto de resistencia y de continuidad cultural. Nereyda Rodríguez vive en cada movimiento, en cada tambor, en cada generación que se forma en esta institución. Martha Núñez se despide de los escenarios, pero deja sembrada su enseñanza en los cuerpos que aprendieron de su entrega. Senia Rodríguez, heredera y guía, sostiene este sacerdocio cultural con amor y compromiso. En un tiempo en que la globalización amenaza con diluir las identidades, la música popular y el tambor afrodescendiente se alzan como símbolos de afirmación y dignidad. FUNTEPOD nos recuerda que la danza no es solo espectáculo: es memoria, resistencia y futuro.
Mientras FUNTEPOD siga vivo, seguirá latiendo el corazón afrodominicano en cada barrio, en cada niño y en cada escenario del mundo. Hasta la próxima semana.
Referencias
Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
Garrido de Boggs, E. (1946). Juegos y canciones infantiles de Santo Domingo. Ciudad Trujillo.
UNESCO. (2001). Proclamation of Masterpieces of the Oral and Intangible Heritage of Humanity: The Congos of Villa Mella (Dominican Republic). Paris: UNESCO.
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