Es cierto que el hábito de la lectura mejora el coeficiente intelectual de los estudiantes. También es cierto que quienes leen tienen mayores posibilidades de éxito al mejorar sus condiciones académicas. En las aulas dominicanas, la lectura debe ser una tarea ineludible y una conquista permanente para que los estudiantes se acerquen a los textos literarios y así tengan una mejor oportunidad de desarrollar sus capacidades creativas.

Ha sido vox populi en la República Dominicana que una de las principales fallas de la enseñanza de la lengua es que los alumnos, en su gran mayoría, no comprenden lo que han leído. Nuestros estudiantes presentan graves problemas a la hora de interpretar y redactar textos. Cuando se investigan las causas por las cuales un porcentaje muy elevado no aprueba Lengua Española en las Pruebas Nacionales, aparecen las dificultades que tienen para la interpretación, el análisis y el comentario de textos.

Como lenguaje y pensamiento son dos instancias indisolubles, urgentemente hay que enseñar a pensar a los estudiantes dominicanos, porque jamás puede haber evolución de la lengua sin que haya capacidad de pensamiento. Por eso, cuando se enfrentan al papel en blanco, el cerebro también se queda en blanco, producto de que tienen un lenguaje pobre, en virtud de que sus actividades de lectura son escasas. Como no pueden incorporar a su acervo lingüístico un caudal nuevo de palabras, tampoco puede haber una respuesta cognitiva satisfactoria.

Lamentablemente, el Ministerio de Educación (MINERD) no tiene un plan nacional de lectura para mejorar esta mala práctica. Mucho menos si cada cuatro años cambian al ministro de Educación y cambian a los técnicos. De esta manera, cambian las estrategias y los maestros se quedan en medio de un desierto pedagógico. Esta es una situación alarmante que debe ponernos a todos a pensar. En los informes regionales sobre medición de la calidad de la educación presentados en los últimos años por organismos internacionales, la República Dominicana ocupa el último lugar en el conocimiento de la lengua española y en otras asignaturas, pero sobre todo, se dispara la alarma cuando se trata de la lengua española.

Una tarea primordial del sistema educativo dominicano debe poner en el candelero la necesidad de que los estudiantes mejoren su dicción y aprendan a hablar y escribir correctamente el idioma español. "Las fallas del sistema en la enseñanza del idioma estriban en la poca atención que se le presta al habla de los estudiantes en particular."

Visto este panorama bastante tétrico, se hace necesario revisar la metodología de enseñanza de la literatura, junto a las prácticas pedagógicas de los docentes. A esto se suman otras cuestiones no menos preocupantes, como la falta de bibliotecas en las escuelas dominicanas. Por ejemplo, en este país tenemos centros educativos con poblaciones entre setecientos y ochocientos estudiantes, y no hay en ellos ni espacio para biblioteca ni mucho menos libros. Puede ser que los estudiantes dominicanos se gradúen de bachilleres sin haber leído una novela mientras cursan el nivel secundario.

Y si consultamos a los maestros que enseñan la Lengua Española, nos encontraremos un panorama mucho más sombrío y desolador, ya que sus lecturas son escasísimas y en sus prácticas pedagógicas los textos literarios y de ficción brillan por su ausencia. El problema estriba en que los maestros dominicanos no tienen hábitos de lectura. Por esa razón, no pueden poner a los estudiantes en contacto con la lengua viva que son los textos literarios.

El profesor que no tenga la lectura como medio y herramienta de su práctica pedagógica, carecería de la capacidad necesaria para enseñar. Agreguémosle a esto que muchos docentes de esta área ni siquiera son licenciados en Letras, sino que llegaron a las aulas dominicanas porque cursaron una "habilitación docente", un requisito inusual, puesto en práctica a partir del 2014, para incorporar nuevos maestros al sistema educativo cuyos fines fueron altamente politiqueros. Esto significa que, en su gran mayoría, estos profesores no llegaron a estudiar esta carrera por vocación, sino atraídos por la conveniencia económica y por otros beneficios colaterales.

Cualquier estrategia o metodología de la literatura será insuficiente y no podrá funcionar si quien la ostenta no tiene pasión por la lectura. De manera que el Ministerio de Educación también deberá abocarse a elaborar y poner en marcha un plan nacional de lectura para maestros en servicio. Ya que el maestro que no lee ni investiga mucho menos estará en capacidad de enriquecer el ejercicio de enseñanza, para lo cual el Estado dominicano lo ha contratado y que, en definitiva, deberá ser una enseñanza de calidad.

Si a este problema no se le pone un freno de inmediato, la pobreza lingüística que exhibirán nuestros estudiantes en el futuro será alarmante en virtud de que el 4% del PIB que se invierte en la educación ha abierto las puertas para que mucha gente quiera entrar al sistema, y esto implica que tengamos en las aulas cantidad de profesores incapacitados impartiendo docencia, sin vocación de servicio, sino porque representa, en el futuro, una garantía económica para ellos. La "miel del 4%" ha traído a las aulas de nivel superior a más de 55 mil estudiantes de Educación. Las aulas universitarias están repletas de estudiantes de Educación, sin vocación ni capacidad para ello.

De esto se desprende que una de las mayores falencias de nuestro sistema sigue siendo que nadie está llamado por la vocación, sino por lo que el ejercicio representa: sueldo atractivo, seguro médico y cooperativa. El problema estriba en que las vocaciones no se compran con dinero. Ellas se desprenden directamente de un sentimiento puro que renace cada día en el corazón de quien educa para la vida, de quien quiere enseñar para las futuras generaciones. Enseñar se deriva, pues, de un acto de amor, de una filosofía que envuelve una ética muy personal, que ostenta quien ejerce la verdadera vocación de maestro.

Lamentablemente, la educación moderna se ha salido del carril y está muy lejos de los que enseñan por convicción. Hoy en día nuestra educación es mucho más comercial, a causa de que el liberalismo económico le ha dado un carácter empresarial. Creo que los problemas principales de la enseñanza de la lengua se derivan en parte de estas premisas.

Tenemos en nuestras aulas a miles de profesores que no creen en la lectura, que no creen en los libros, sobre todo, después del auge de las plataformas digitales; profesores que no aman la investigación; profesores que no conectan con sus estudiantes, porque nunca han leído un libro, porque ven en ello un conocimiento inútil.

A esto se suman otras dificultades no menos graves del sistema: por ejemplo, la mayoría de los libros de texto no se adaptan a las exigencias del currículo, y lo peor de todo, estos libros en su conjunto no están hechos por autores, sino por empresas comercializadoras extranjeras, que ignoran y desdeñan los componentes esenciales de la cultura dominicana. Por lo tanto, aquí hay un desfase. Los libros no tienen colindancia entre los contenidos curriculares que demanda el Ministerio de Educación, las estrategias y el contexto social y cultural en el que se desenvuelven los estudiantes.

Enseñar la Lengua Española requiere de condiciones humanas excepcionales. Además, se debe tener buen gusto literario, sobrada capacidad y tacto para seleccionar las lecturas, porque no es lo mismo la historia de la literatura que la literatura propiamente dicha. En los países donde se imparte una educación de calidad, los textos de autores constituyen una herramienta fundamental, ya sean poemas, cuentos, fábulas, novelas, ensayos, diarios, porque es ahí donde existe la única posibilidad de que los estudiantes entren en contacto con la lengua viva, con las obras clásicas y modernas, ya que estas reúnen un caudal de matices interesantes que enriquecen el habla, el pensamiento y la escritura como tal.

El otro escollo en cuanto a la enseñanza de la lengua se encuentra en que los profesores dominicanos asignan a los estudiantes obras que ellos nunca han leído. Asignan lecturas porque alguna vez oyeron hablar de tal o cual escritor. Esto significa que para muchos profesores la enseñanza de la literatura funciona como un juego de azar con efecto adivinatorio. En otros casos, asignan lecturas sobre libros de autoayuda, aprovechando el "boom" y la moda de estos autores. Una literatura venida a menos, que en nada tiene que ver con la formación estética e intelectual de los estudiantes.

En La civilización del espectáculo (Alfaguara, 2012), Mario Vargas Llosa se queja de esto y aprovecha para señalar que esta clase de literatura es insulsa, cuyo contenido superficial dista mucho del propósito esencial de la enseñanza de la lengua, que consiste en alimentar el gusto estético, incentivar y conquistar nuevos lectores, lo cual solo se logra con el acercamiento de los estudiantes a los textos de ficción.

Los libros funcionan como espejos sociales de acuerdo a una estética bien depurada por el autor. De manera que quien no tiene oportunidad de leer, no tiene capacidad para pensar, ni mucho menos para comprender el mundo. A través de las obras literarias de ficción podemos indagar en el fondo de múltiples vidas, gracias al estado psicológico de los personajes, envueltos en las tramas, las cuales nos servirán de ejemplos. Algunas podrán ser paradigmáticas o no, pero estas funcionan de acuerdo al interés de cada lector.

¿Qué aprenderemos de aquellos personajes cuyas actuaciones no están en consonancia con la vida normal que llevamos? Pues, precisamente se trata de eso: de lo que no debemos hacer, pero de una forma mucho más sistemática también nos enseñan lo que en el fondo queremos ser. En definitiva, tratar de mirar a través del espejo que representan los libros es para mí una experiencia altamente gratificante y sobrecogedora, porque los libros constituyen un sistema estético a través del cual podemos contemplar las pasiones del autor, así como las visiones y singularidades del mundo que nos rodea. El gran aparato visual que constituyen las palabras es lo que ironiza Jorge Luis Borges en El Aleph, cuando contempla todas las capitales del mundo a través de una sutil metáfora que acerca a su autor al Dios de la escritura.

Eugenio Camacho

Escritor y educador

Eugenio Camacho. Estudió educación y derecho en UTESA, además realizó una maestría en Educación Superior en la UASD, es escritor, cuentista y ensayista. Profesor universitario. En varias ocasiones ha dictado conferencias en la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo. Por su labor como cuentista ha obtenido diversos premios en los concursos de cuentos de Casa de Teatro, Radio Santa María y La Alianza Cibaeña. Actualmente se desempeña como técnico de educación en el Distrito Educativo 06 -06 de la ciudad de Moca. Sus trabajos han aparecido en diversas antologías. Ha publicado: Melodías del Cuerpo Presente (CUENTOS), en el año 2007, Antología de la Literatura Contemporánea en Moca (2012) y Bestiario Mínimo (Minifcciones) 2022. silverio.cultura@gmail.com

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