Durante la marcha organizada para conmemorar el 60 aniversario de la gloriosa Revolución de Abril, un acto de profunda significación patriótica y democrática se produjo un lamentable intento de provocación por parte del grupo paramilitar ultranacionalista conocido como la Antigua Orden Dominicana. Esta organización, caracterizada por su discurso de odio y su práctica sistemática de la intimidación, acudió con la única intención de manchar una jornada de homenaje y reflexión, lanzando amenazas, insultos y provocaciones abiertas contra los participantes, en un acto de absoluto irrespeto a la memoria histórica y a los valores democráticos que la Revolución representa.
Denunciamos con toda la fuerza que nos asiste esta maniobra vil y cobarde, dirigida no solo contra quienes marchaban en paz, sino contra toda la sociedad dominicana que, apuesta por la libertad, la justicia social y el respeto a los derechos humanos. No es un hecho aislado, sino parte de una ofensiva organizada que pretende reinstalar el miedo, el racismo y el autoritarismo en nuestras calles, apelando a las peores tradiciones de intolerancia y exclusión. El pueblo dominicano, que hace seis décadas se levantó con coraje contra la tiranía, no puede permitir que grupos armados y extremistas pretendan hoy suplantar la voz legítima de una nación que quiere vivir en paz y dignidad.
A los miembros de la Antigua Orden Dominicana y a quienes los amparan en la sombra les decimos: su tiempo terminó. La República Dominicana se construye en libertad, en justicia y en solidaridad, no en el odio ni en el terror.
La Antigua Orden Dominicana no es más que una deformación grotesca del verdadero patriotismo. No representan las aspiraciones de un pueblo que construye democracia con esfuerzo y sacrificio; representan, en cambio, la herencia de la opresión y la negación de los derechos más elementales. No podemos, ni debemos, tolerar su existencia como fuerza de provocación y violencia en un Estado de derecho. Frente a ellos, la respuesta debe ser firme y decidida: ni un paso atrás frente a los enemigos de la democracia, ni un segundo de silencio ante quienes pretenden desenterrar los fantasmas del odio.
En honor a los héroes y mártires de Abril, en respeto a la memoria histórica y en defensa del porvenir democrático de la República Dominicana, exigimos que se sancione todo acto de intimidación y que se garantice el derecho a la movilización pacífica. No aceptaremos que se mancille el legado de la Revolución ni que se reinstale el miedo en nuestra sociedad. Hoy como ayer, reafirmamos: el pueblo dominicano no se rinde ante el terror. La democracia se defiende de pie, con dignidad y sin miedo.
La Antigua Orden Dominicana, ese reducto paramilitar ultranacionalista que se esconde detrás de discursos de “patriotismo” para sembrar odio, ha vuelto a levantar su voz podrida. Amenazan, coaccionan, intentan imponer el terror sobre quienes defendemos los derechos humanos y el principio democrático más elemental: que todos los seres humanos merecen dignidad, respeto y libertad, independientemente de su origen.
Desde su rincón de intolerancia, este grupo anti-haitianos se ha dedicado a cercenar libertades, a sembrar miedo y a pisotear los valores que dicen proteger. Pero vamos a ser claros: no nos intimidan. No aceptamos su lenguaje de violencia, su mentalidad retrógrada ni su ataque abierto contra la convivencia pacífica. Sus amenazas no son más que los estertores de un fanatismo que no tiene cabida en una sociedad civilizada.
Rechazamos de forma absoluta su pretensión de definir quién merece derechos y quién no. Denunciamos su cobardía: solo los débiles, los inseguros y los miserables recurren a la violencia para intentar silenciar ideas. Solo los que temen a la justicia y al progreso se esconden tras máscaras de nacionalismo para justificar su barbarie.
La Antigua Orden Dominicana no representa al verdadero espíritu del pueblo dominicano. No representan nuestra cultura, nuestra historia ni nuestros sueños de libertad y democracia. Representan el atraso, el racismo, la inhumanidad. Y no se puede negociar con quienes niegan la esencia misma de la humanidad.
Desde aquí afirmamos con toda la fuerza de nuestras convicciones: no daremos un paso atrás. No nos callarán con amenazas. No nos doblegarán con intimidaciones. No nos arrastrarán hacia el pozo de odio en el que ellos se revuelcan.
Hoy, más que nunca, es necesario decirlo sin ambigüedades: no hay espacio para los paramilitares, ni para el ultranacionalismo violento, ni para el racismo disfrazado de patriotismo en la República Dominicana. No hay espacio para quienes creen que pueden pisotear derechos fundamentales sin consecuencias. La democracia no se defiende de rodillas; se defiende de pie, mirando de frente a quienes intentan destruirla.
A los miembros de la Antigua Orden Dominicana y a quienes los amparan en la sombra les decimos: su tiempo terminó. La República Dominicana se construye en libertad, en justicia y en solidaridad, no en el odio ni en el terror.
Y si pensaban que podrían silenciarnos, solo lograron que nuestra voz se escuche más fuerte.
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