DISCURSO DEL PRESIDENTE LUIS ABINADER CORONA

EN LA 80ª ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS

Septiembre de 2025

 

 

Excelentísima señora Annalena Baerbock, Presidenta de la Asamblea General,

 

Excelentísimo Señor Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas,

 

Excelencias, distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno,

 

Honorables Jefes de delegación;

 

Señoras y señores,

 

Hace ochenta años, de las cenizas de la guerra, nació esta Organización con el firme compromiso de evitar que la humanidad volviera a naufragar en el odio y la barbarie, y la convicción de que la cooperación y el diálogo debían regir nuestra convivencia.

En República Dominicana tenemos plena conciencia de nuestra responsabilidad como nación miembro de la comunidad internacional y del impacto que las decisiones globales tienen sobre nuestras sociedades. Por eso, exigimos —con convicción— un orden internacional más justo y donde el desarrollo de unos no signifique el sacrificio de otros.

Vivimos un momento de alta complejidad internacional, donde se combinan cinco fuerzas que agitan profundamente el destino de nuestros pueblos: la polarización política, el resurgimiento del proteccionismo comercial, la revolución tecnológica, el cambio climático y la competencia geopolítica.

Estos desafíos globales tienen consecuencias muy concretas para países como el nuestro. Las recientes y persistentes guerras han generado disrupciones en los mercados creando volatilidad e incertidumbre en los precios de las commodities. Los recientes aranceles introducen un nuevo factor de imprevisibilidad para el comercio internacional. Los huracanes y el afloramiento descontrolado del sargazo nos recuerdan nuestra vulnerabilidad climática. Y la desinformación, amplificada en entornos digitales, erosiona la confianza ciudadana. Estos son desafíos que convergen y ponen a prueba los principios de la Carta de San Francisco. La clave para asumirlos fue enunciada por Franklin Delano Roosevelt: “La verdadera salvaguardia de la paz solo puede encontrarse en la cooperación basada en la justicia económica y social”.  

Ante este panorama, República Dominicana reafirma su fe en el mandato fundacional de la Organización de las Naciones Unidas, en sus principios y valores, no como opciones secundarias, sino como las únicas vías para preservar la paz y la dignidad humana. Celebramos el lema que hoy nos convoca: Mejor Juntos: 80 años y más por la paz, el desarrollo y los derechos humanos. Lo asumimos como mandato histórico y clamor legítimo de nuestros pueblos.

Señora presidenta,

El multilateralismo atraviesa desafíos profundos, agravados por la crisis financiera que afecta a esta Organización y por la creciente dificultad para alcanzar consensos que detengan los conflictos. En este contexto, necesitamos con urgencia espacios de diálogo más francos, eficaces y orientados a resultados, en todos los niveles. Debemos escucharnos con mayor apertura y disposición genuina al entendimiento mutuo. Si no transformamos las Naciones Unidas, corremos el riesgo de que caiga en la irrelevancia, y esto sería una catástrofe que no debemos permitir.

La iniciativa ONU80 nos ofrece una oportunidad histórica para revitalizar mandatos, renovar estructuras y devolver eficacia y credibilidad a este techo común de las naciones. República Dominicana respalda firmemente este proceso.

En los próximos meses, debe elegirse un nuevo secretario general. Corresponde ahora a Latinoamérica y el Caribe ofrecer un liderazgo renovado, con visión, independencia y compromiso que los tiempos exigen. Nuestra región tiene la diversidad, capacidad y experiencia para levantar una voz firme en favor de la paz, la justicia climática, los derechos humanos y el desarrollo sostenible. Estoy plenamente convencido de que ha llegado el momento de que una mujer ocupe la Secretaría General.

Colegas,

Apenas cinco años nos separan de 2030, y los Objetivos de Desarrollo Sostenible siguen rezagados. El principal obstáculo es una arquitectura financiera internacional que no responde a las realidades de los países en desarrollo. Los compromisos asumidos durante la reciente Conferencia sobre Financiamiento para el Desarrollo en Sevilla son un paso positivo, pero insuficiente. Necesitamos una transformación real. Un nuevo pacto financiero internacional con acceso a financiamiento concesional, alivio de deuda, mecanismos innovadores y mayor cooperación técnica.

El compromiso dominicano es sólido. A pesar de los desafíos, hemos logrado avances tangibles en la implementación de la Agenda 2030. Destacamos, en particular, el progreso sostenido en los dos primeros ODS: reducción de la pobreza y hambre cero. Como resultado de nuestras políticas de protección social, del impulso a la producción agropecuaria y del incremento del salario mínimo, logramos reducir la pobreza moderada de 25.8 % en 2019 a 18.05% en el primer trimestre del 2025; y la subalimentación descendió de 8.6 % en 2018 a 3.6 % en 2025.

Señoras y señores,

Con responsabilidad y coherencia, he sostenido ante esta Asamblea —y en todos los foros internacionales relevantes— que la crisis multidimensional de Haití representa una grave amenaza a la paz y la seguridad para República Dominicana y la región. Desde 2021 hemos sostenido con claridad: la única salida para Haití es una acción internacional coherente y sostenida, que garantice condiciones mínimas de seguridad y abra paso al más amplio acuerdo democrático y soberano entre los propios haitianos.

Ese vecino país vive hoy una tragedia humana sin precedentes: violencia extrema, colapso institucional y control territorial de numerosas bandas criminales que aterrorizan a la población. Grupos que los gobiernos dominicano y estadounidense han clasificado como organizaciones terroristas, y con los cuales no puede haber negociación alguna.

Frente a esta realidad, República Dominicana ha desplegado una continua ofensiva diplomática con el objetivo de lograr una respuesta internacional efectiva. En este tenor, el Consejo de Seguridad aprobó una Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MSS), junto a un embargo de armas y un régimen de sanciones para las personas e instituciones que fomentan a esas organizaciones criminales.

Agradecemos el liderazgo de Kenia, Jamaica, Belice, Bahamas, Guatemala y El Salvador, y el apoyo financiero de Estados Unidos, Canadá y otros países que han hecho posible el despliegue inicial. Pero la misión aún no ha alcanzado la escala necesaria, número de efectivos y el financiamiento adecuado, por lo que no ha alcanzado sus objetivos.

Por eso, respaldamos firmemente el proyecto de resolución presentado por Panamá y Estados Unidos ante el Consejo de Seguridad, basado en la propuesta del secretario general Guterres, para transformar la MSS en una fuerza que logre imponer orden y reestablecer la paz, con una estructura de mando reforzada, metas claras y evaluables, y el apoyo logístico y operativo de una oficina bajo el mando de Naciones Unidas. Esta propuesta establece una presencia más robusta, con mayor coordinación, supervisión y estándares de rendición de cuentas, tanto en derechos humanos como en desempeño operativo.

Hacemos un llamado urgente a los miembros del Consejo de Seguridad, en especial a los cinco permanentes, a adoptar esta resolución sin demoras. Debemos estar conscientes de que el mandato de la MSS expira el 2 de octubre, estamos frente un período de transición delicado que exige garantizar legitimidad a todo el contingente actual de la misión. República Dominicana reclama que se apoye este pedido, y lo hace desde la frontera misma del colapso haitiano. Apelamos también al respaldo político, financiero y operativo de Latinoamérica y el Caribe para la misión en Haití. Se trata de un país de nuestra región, que exige una responsabilidad compartida como vecinos.

Es importante dejar claro que República Dominicana seguirá protegiendo su integridad territorial y haciendo valer su régimen migratorio nacional. Ningún Estado puede ser reprochado por defender sus fronteras ni por garantizar la seguridad de sus ciudadanos. No podemos ni debemos cargar solos con el peso de una crisis que desborda cualquier capacidad nacional. No es sostenible, ni seguro para nadie. Cada día de inacción aleja la solución a la crisis, ¡actuemos ya!

Amigos y amigas,

Para los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo, la triple crisis planetaria —el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación ambiental— es una amenaza existencial. Esta crisis en el Caribe tiene un rostro concreto: el sargazo, un fenómeno devastador que afecta nuestras costas, salud pública y medios de vida. Exigimos solidaridad y justicia climática, que se traduzca en financiamiento accesible, transferencia tecnológica y acciones urgentes para proteger nuestros océanos.

República Dominicana avanza hacia la ratificación del Tratado BBNJ, convencida de que la protección de la biodiversidad marina es un deber compartido. Los mares son fuente de vida, y cuidarlos es cuidar nuestro futuro.

Distinguidos delegados,

Este octagésimo aniversario no debe ser un ritual de nostalgia, sino un llamado vibrante a renovar la alianza de la humanidad consigo misma. Aunque no enfrentamos una guerra mundial, el mundo sangra por múltiples frentes, y la incertidumbre se extiende como sombra. No es este el porvenir que soñaron nuestros antecesores, ni el presente que merecen nuestros pueblos. La ONU no puede limitarse a registrar crisis: debe ser brújula en la tormenta y faro en la noche. Esperamos que no se apague la fe en el diálogo y el consenso, en el poder del multilateralismo, en la dignidad humana y en un progreso que no excluya a nadie. El poder sin justicia y el progreso sin equidad son espejismos. El mundo no puede seguir siendo un plano trazado por un puñado de arquitectos, habitado por millones de inquilinos. Un mundo diseñado para unos pocos sería un castigo; uno diseñado por y para todos, sería un horizonte de prosperidad compartida.

República Dominicana alza su voz para encender la esperanza y convocar a la acción. Que la paz no sea un anhelo, sino una decisión de todos.

 

Ese es nuestro clamor. Ese es nuestro sueño. Ese debe ser nuestro pacto común.

 

Muchas gracias.

EN ESTA NOTA

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