Fuera del aspecto institucional, hay otros asuntos fundamentales, de carácter demográfico y de estructura económica, que limitan el desarrollo de la SS. Sea cual sea la naturaleza de un sistema previsional, el monto de las pensiones que va a recibir el afiliado a su retiro va a depender de condiciones como el monto de las cotizaciones, la rentabilidad y seguridad con que se inviertan, la edad de retiro, y los años que va a durar después cobrando la pensión. A su vez, el monto cotizado dependerá del salario que recibía el trabajador, la tasa de cotización y los años que duró cotizando.

Comencemos con los aspectos de la rentabilidad y seguridad de los fondos. Si las bajas pensiones no se deben a la existencia de las AFP, mucho menos se deben a la escasa rentabilidad de los fondos, pues en la RD esta es considerablemente alta, aunque no por la eficacia de la administración.

Macroeconómicamente, los sistemas de SS comienzan generando excedentes financieros en las primeras décadas, recursos que van desapareciendo después, cuando la gente se pensiona. Cuando se discutía la reforma, se pensaba que la transición demográfica dominicana en ese momento (muchos niños, mucha gente joven y pocos ancianos) era propicia para la creación de un fuerte flujo de ahorros, los cuales podrían estar disponibles para inversiones productivas de largo plazo, al tiempo que viabilizarían el desarrollo de un mercado de capitales.

Para gestionar rentable y eficientemente ese flujo de ahorros es que se crean empresas privadas que los administren, las AFP. Ahora bien, en nuestro país ese flujo de ahorros no pudo ser usado para financiar inversiones, porque tras la creación del sistema se presentó el fraude de Baninter y la forma como el gobierno de Hipólito lo cargó a los contribuyentes, lo cual generó una deuda cuasifiscal y un eterno déficit que hay que financiar. Más adelante vino el déficit fiscal propiamente, de modo que las AFP encontraron la forma de obtener pingües beneficios, al tiempo de generar rentabilidad a los fondos sin tener que administrar nada, pues el trabajo de registro, información y recaudación lo hace la Tesorería de la Seguridad Social, mientras la rentabilidad viene determinada casi enteramente por la deuda pública.

De hecho, la existencia del déficit cuasifiscal convirtió al Banco Central en protagonista principal del mercado de valores, pudiendo competir ventajosamente por tener la capacidad de pagar tasas de interés atractivas sin que le cueste un centavo, porque todo se tira a cuentas por cobrar al fisco. Esto, a su vez, traslada el problema hacia el futuro, porque el contribuyente tarde o temprano tendrá que pagarlos, sea por medio de más impuestos para que el fisco transfiera el dinero al Banco Central (recapitalización), viabilizando que este los pague a las AFP y estas a los afiliados, o sea por la forma más cara de pagarlos: que el BC los saque de la única fuente segura que tiene, poniendo a funcionar su maquinita.

En cuanto al período de cotización, los años cotizando depende de la edad al momento de afiliarse, la edad de retiro y eventuales interrupciones por pérdida del empleo. Los sistemas de SS fueron concebidos para épocas en que el tiempo de cotización era muy largo y el de jubilación muy corto. Por eso bastaba una módica cuota para financiar después la vida pasiva.

Por alguna razón, los cambios sociales han determinado que ahora la gente comience a trabajar más tarde, limitando el período de cotización. Antes, desde que alguien cumplía los 18 años era normal que comenzara su vida activa, pero ahora, es habitual que dedique más tiempo a prepararse para el futuro, con lo que se acorta el tiempo cotizando.

Ahora bien, el problema principal proviene de un gran logro humano, algo con la que no se contaba cuando fueron concebidos los sistemas previsionales: la longevidad de la gente. Antes, si alguien se jubilaba a los 60 años, la probabilidad de que durara mucho tiempo cobrando la pensión era poca, pues al rato se moría. Pero ahora no es así: a manera de ejemplo, en la República Dominicana, actualmente, una vez alcanzados los 60 años de edad, la esperanza de vida de los hombres es 20.5 años y la de las mujeres 23.2 años (que no se confunda con la esperanza de vida al nacer).

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