El estado de euforia comunitario provocado por la campaña publicitaria gubernamental y la discapacidad generalizada para leer entrelíneas impiden a la gente común ver más allá de la novedad de los impactantes cruceros que llegan desde 2024 a la terminal (Media de 300 bajan al pueblo). Ni mirar más allá del proceso constructivo de los tres primeros hoteles y el aeropuerto internacional, obras que comienzan a perfilar el destino Cabo Rojo, 23 kilómetros al sureste del municipio cabecera Pedernales.
Regresaremos a la realidad real cuando bajen la espuma, el fanatismo político, el individualismo y el engreimiento que dispensa el poder. Cuando se despeje el panorama y solo quede crecimiento macroeconómico, algún derrame de dinero en lo local, nada de bienestar general y mucho caos urbano y rural, si no se atiende la alerta temprana.
Con la mar apacible se verán en toda su dimensión las debilidades desatendidas en los municipios al obviar el aprendizaje de otras experiencias. Entonces, vendrá el griterío y no aparecerán dolientes para defender. Será “tarde para ablandar habichuelas”.
Pese a esta guerra avisada, apenas se entiende que la implantación del nuevo modelo económico en la provincia, el turismo sostenible, se debe apoyar, pero desde la crítica y la verdad, no desde el silencio cómplice, la exclusión y las parafernalias mediáticas.
HISTORIA LARGA
A la gestión de gobierno del presidente Luis Abinader le ha tocado la favorable coyuntura de comenzar a coronar el proyecto de desarrollo turístico tras un largo proceso judicial que comenzó 1997 y se extendió hasta 2018, para recuperar la parcela estatal robada, 215-A, de 362 millones de metros cuadrados, que abarcan Cabo Rojo, Bahía de las Águilas, parque nacional Jaragua y todo el entorno, con playas incluidas.
Cerca de 50 millones de metros cuadrados de esas tierras han sido deslindados en el área de Cabo Rojo para construir las infraestructuras que acogerán a los turistas. El mismo entorno donde estuvo la minera estadounidense Alcoa Exploration Company y luego a las compañías exportadoras de bauxita Ideal y Dovemco y la colombiana Cementos Andino, hasta pasar al Grupo Corripio.
Hoy, las inversiones gubernamentales en infraestructuras turísticas allí lucen un empuje favorable. El socio privado estratégico acaba de ser seleccionado mediante licitación internacional y se integrará formalmente a partir de enero de 2026: Consorcio Cabo Rojo del Grupo Puntacana.
Advertir, no obstante, sobre desviaciones dañinas para el colectivo es deber de quienes, desde aquellos días peligrosos de inicios de los 90 del siglo XX, cuando el largo destierro oficial de la comunidad aún no había sido “descubierto” por el periodismo light, ni por políticos locales dados al figureo, apostaron al cambio de la minería depredadora (bauxita y caliza) que dio pleno empleo, a un enfoque híbrido de turismo sostenible y regenerativo.
Eran tiempos de soledad cuando mafias protagonizadas por funcionarios balagueristas franqueadas por algunos dirigentes políticos oficialistas y opositores de la “viveza criolla” ejecutaron el más grande robo de tierras de la historia, el de la parcela 215-A (Caso Bahía de las Águilas), y, a tiro de dádivas y promesas, sembraron el silencio en el pueblo. Eran tiempos en que disentir representaba una herejía.
TURISMO DIFERENTE
Al preguntarle a IA y Google sobre turismo regenerativo, han respondido:
“Enfoque de viaje que busca dejar los destinos en mejores condiciones de cómo los encontró, actuando activamente para restaurar tanto el medioambiente como las comunidades locales”…
“A diferencia del turismo sostenible, que se enfoca en minimizar el daño, el turismo regenerativo aspira a dejar un impacto positivo, fortaleciendo los ecosistemas y empoderando a las comunidades. Esto se logra mediante prácticas como la reforestación, la restauración de hábitats marinos como arrecifes de coral, el apoyo a los negocios locales y la preservación”.
El gobierno presidido por Abinader se ha decantado por el sostenible como pilar fundamental del destino.
Un modelo que, sin embargo, desconoce el grueso de las comunidades de Pedernales; por tanto, están discapacitadas, si no fanatizadas y enajenadas para valorar los niveles de cumplimiento.
El enfoque asumido trasciende las obras de lujo en Cabo Rojo, el aeropuerto internacional y la terminal hecha a partir de la reconversión del muelle de Alcoa, así como las capacitaciones del personal que necesitan tales empresas para ofrecer los servicios.
En esa fase, habrá un mayor movimiento de dinero que implicará un reverdecimiento del crecimiento económico local.
Pero el objetivo mayor del turismo sostenible, como el regenerativo, es la participación comunitaria en el proceso y el desarrollo integral o bienestar general de la gente, no solo crecimiento económico.
Crecimiento en variables económicas ha habido en el este y el norte (Boca Chica, Juan Dolio, Bayahíbe, Puntacana, Puerto Plata), resultado del avance de las empresas turísticas. “Derrame” de un poco dinero en las localidades vía los empleos, también. Lo hubo en Pedernales en tiempos de la Alcoa Exploration Company con la explotación de la bauxita y la caliza (1958-1985).
La burbuja emociona y distrae. Comprensible. Mas la conciencia debe dar para entender que, en unos y otros casos, no ha habido erradicación de la pobreza estructural; sí, mucho caos.
En cuanto al proyecto turístico en curso en Pedernales, hasta ahora no está en proceso una comunidad organizada, en paz y empoderada, en perfecto estado de salud biopsicosocial, con atención primaria eficaz, viviendas dignas, servicios de calles, agua, electricidad, con sistema moderno de recolección y tratamiento de aguas residuales, pluviales y desechos sólidos; con desarrollo sociocultural desde los valores fundantes, entretenimiento sano, acceso a empleos de calidad y a la posibilidad de emprendimientos.
Los riesgos de caos, por tanto, son muy altos en una comunidad sin sentido de pertenencia que afronte con entereza los nuevos desafíos con el turismo, que allí son más retadores en vista de la presión migratoria y los riesgos con el crimen organizado por la vecindad fronteriza terrestre y marítima con Haití y el Caribe suramericano.
En los inversores del norte y el este del país han brotado niveles de autocrítica respecto de las fallas de origen que se revelan cada día en la cotidianeidad de las comunidades dueñas destino. Pero ese lamento pasa inadvertido. Nada de aprender de esa experiencia.
Uno de los espejos para mirarnos es Bayahíbe, provincia La Altagracia, parte de un polo que se restablece y gana en visitación. Ha registrado crecimiento, pero enfrenta retos de sostenibilidad ambiental y social.
La sostenibilidad futura del destino dependerá de la capacidad institucional para integrar crecimiento económico, equidad social y preservación ambiental bajo un modelo de gobernanza compartida, se destaca en el informe “Turismo y comunidad en Bayahíbe: una mirada local del impacto del impacto social, económico y ambiental del turismo”, presentado hace una semana por el Centro de Estudios Turísticos y Desarrollo Local (Cetdel).
Sobre Pedernales, sería irracional reclamar que, mágicamente, de un día para otro, Cabo Rojo amanezca minado de hoteles y atracciones, como Punta Cana y Puerto Plata. La planificación ha sido para diez años. Y a aquellos les tomó décadas, desde los años setenta.
Uno de los gerentes del Grupo Puntacana, Simón Suárez, se ha encargado siempre de recordarlo, desde mucho antes de comenzar las obras, en los previos a las plenarias del Premio Nacional de Periodismo Turístico (PEL), de Adompretur, cuando se le animaba el consorcio invirtiera en Pedernales. Y hace un par de días lo ha recalcado:
“Piensa que el préstamo de US$40 millones otorgado por el Banco Mundial para el desarrollo del proyecto de Puerto Plata se aprobó en 1975 y el primer hotel, Jack Tar, se vino a abrir en 1980, y pasaron tres años más para que abrieran los programados. Los retrasos son comprensibles, son correcciones en la planificación que se presentan en el curso de la ejecución del mismo”.
Sí es reclamable un balance en las inversiones cónsono con los criterios del modelo asumido.
Los proyectos del norte y del este no nacieron regidos desde cero por un plan maestro, ni bajo la matriz del turismo sostenible con las comunidades como centro, una ventaja que -según las autoridades actuales- tiene el de Cabo Rojo, Pedernales, de cara a las nuevas demandas turísticas mundiales.
Corresponde al Estado y su socio, Consorcio Cabo Rojo/Grupo Puntacana, con los inversionistas que conquiste, así como a la comunidad, crear las sinergias y velar para que así sea y el caos no se instale. No es ni será buen negocio esperar un desorden previsible para luego lamentarlo.
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