“En una sociedad machista no basta con no ser machista, hay que ser antimachista”. Miguel Lorente
El Paraninfo Dr. Ricardo Michel de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UASD es un lugar muy especial. Es un salón amplio y solemne donde caben cientos de personas y, sin embargo, siempre nos hace sentir en casa a quienes vamos. La Facultad es famosa por abrir sus puertas a eventos académicos y de reflexión y el miércoles pasado lo hizo para la charla que organizó el movimiento feminista con el Dr. Miguel Lorente. Lorente es un especialista español conocido a nivel mundial por sus aportes en la comprensión y la erradicación de la violencia en contra de las mujeres. Esta era su segunda visita al país y ya había oído de varias compañeras feministas lo maravilloso que es. Así que estaba emocionada por poder finalmente verle en persona gracias a Syra Taveras Pineda, Graciela Morales y el resto del equipo de CIPAF que lo trajo para varias actividades a propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer que se conmemoró el pasado 25 de noviembre.
Tuve tan buena suerte que me tocó ser maestra de ceremonias del evento gracias a la invitación de Virtudes de la Rosa, directora del Instituto de Género y Familia de la UASD, quien lo co-organizó junto con su equipo. Por eso, pude no solo conocer y conversar con Lorente sino también ver en primera fila la magia de la que me hablaban mis amigas. Y tenían razón. Lorente es un ejemplo refrescante de los hombres que no solo se horrorizan con la barbaridad que representa la violencia basada en género sino que, además, la entiende y nos quiere ayudar a erradicarla. Y erradicar, como él mismo enfatizó en su charla, significa arrancar de raíz, no solo mitigar el problema.
Con sus explicaciones sencillas, Miguel Lorente logra desmontar los mitos que todavía sostienen y justifican la violencia contra las mujeres. Por ejemplo, cuando uno de los muchos estudiantes varones que nos alegramos de ver en la actividad le preguntó que cómo se había involucrado en el tema, Lorente le contestó que lo hizo por sus experiencias como médico forense en España en los años ‘80. En ese trabajo empezó a ver la diferencia en la forma en que las mujeres víctimas de la violencia basada en género reaccionaban cuando conversaba con ellas en comparación con las víctimas de otros crímenes violentos. Mientras los hombres en cualquier riña le echaban la culpa al otro y querían volver a pegarle, las mujeres le contaban resignadas que “mi marido me golpea lo normal”. Lejos de querer vengarse, las mujeres víctimas de violencia defendían a sus esposos y veían la violencia que recibían como algo normal.
Y esa normalidad es justamente la clave para entender y eliminar la violencia contra las mujeres. Como explicó Lorente en su charla en la UASD, esta violencia se apoya en el machismo que ve a las mujeres como inferiores a los hombres. Y el machismo no es una conducta sino una cultura que permea toda la sociedad haciendo que tanto hombres como mujeres vean la desigualdad y la violencia que se usa para mantenerla como “normal”. La buena noticia es que, precisamente por ser una cultura, la podemos cambiar. En vez de apostar por lo que él llama la “refundación del machismo” en la que tantos hombres se creen víctimas de los avances de las mujeres, Lorente invita a los hombres a cambiar dándose la oportunidad de experimentar sus sentimientos y el afecto que pueden dar y recibir. Y también invita a las instituciones públicas a crear políticas educativas para la igualdad porque “el cambio individual es necesario pero insuficiente”.
Unos años antes había estado en una charla similar cuando el ex jugador de fútbol Don McPherson visitó Pomona College, la universidad en la que trabajo en California. A diferencia de lo que generalmente ocurre en las actividades sobre la violencia contra las mujeres, el público era mayoritariamente de hombres y, además, hombres muy jóvenes. Yo era una de las pocas mujeres y docentes presentes entre un mar de estudiantes, la mayoría atletas de los equipos deportivos masculinos de Pomona.
A los pocos minutos de empezar a hablar McPherson se metió al público en un bolsillo igual que Lorente hizo la semana pasada en la UASD. De hecho, recuerdo que me impresionó por la forma en que empezó la actividad. Utilizó una dinámica con la que nos llevó a cuestionarnos por qué siempre se habla de las mujeres víctimas de la violencia pero no de quienes la ejercen. “¿Por qué no lo decimos? Sabemos que más del 95%, o sea, casi todos los crímenes de violencia contra las mujeres son cometidos por hombres. Si fuera cualquier otro fenómeno en que el 95% de algo se puede explicar por un solo factor le prestaríamos muchísima atención. ¿Por qué no lo hacemos con este tema?”
Y esa es la pregunta que se plantean los hombres como Lorente y como McPherson y que los ha convertido en aliados tan importantes en la lucha para erradicar la violencia contra las mujeres. Lorente, McPherson, Michael Kauffman (uno de los fundadores de la campaña del Lazo Blanco) y otros han entendido que este tipo de violencia no se puede eliminar sin la participación activa de los hombres. Hombres como Lorente, McPherson y Kauffman han dedicado años de su vida a mostrar a otros hombres que no es suficiente que las mujeres hayamos cambiado, también tienen que cambiar los hombres. En su trabajo con hombres jóvenes y adultos les muestran que se puede ser hombre sin recurrir a la violencia.
Además, les muestran a los demás hombres que la lucha por la equidad de género también les beneficia y esos beneficios son mayores para los niños y varones jóvenes. Les da permiso para sentir todas las emociones (no solo la rabia), cultivar su inteligencia emocional y aprender a resolver los conflictos de forma pacífica. Y les abre un mundo más amplio de apoyo emocional (incluyendo sus amigos) que muchos hombres no se permiten. Documentales como “The Mask You Live In” (La máscara en la que vives) o publicidad como el famoso anuncio de Gillette nos recuerdan que los niños y jóvenes aprenden no solo de sus padres sino también de los demás hombres adultos que ven a su alrededor.
Y es que el modelo tan limitado y violento de masculinidad que tenemos como norma también afecta a los niños y jóvenes. Cuando les enseñamos que “los hombres no lloran” o que no deben hablar de sus emociones o que mostrarse vulnerables es una debilidad, les condenamos a una vida mucho más solitaria y difícil. Cuando les preguntamos “¿cuántas novias tienen?” o cuando ponemos una mujer casi desnuda al lado de los productos que queremos vender, les hacemos creer que las mujeres son objetos para conquistar, no seres humanos fascinantes igual que ellos.
Por suerte ya muchos hombres están rompiendo este modelo. Son los “hombres dulces” de los que les he hablado antes en esta columna. Son los hombres que redescubrieron su dulzura al convertirse en padres o porque son los mejores defensores de sus amigas o porque el corazón les da un vuelco cuando ven a sus nietos y nietas. También son como los hombres de todas las edades que asistieron a la manifestación del 25 de noviembre el domingo pasado. Incluso algunos de estos hombres se han hecho tendencia como pasa con el actor estadounidense de origen chileno Pedro Pascal como les decía hace unos días en las redes. Son hombres que respetan a las mujeres y defienden sus derechos, que no tienen miedo de mostrar ternura incluso en sus amistades con otros hombres y que defienden a las personas más vulnerables como ha hecho el mismo Pascal defendiendo a las personas migrantes y LGTBQ+.
Y lo interesante es que estos hombres dulces se han hecho tendencia precisamente porque esto es lo que muchas personas queremos ver en más hombres. Pero como nos recuerda Miguel Lorente, en una sociedad machista no es suficiente no ser machista. Hay que involucrarse y enseñar a otros hombres a no serlo y ser antimachista. Y ustedes queridos lectores, ¿aceptan el reto? Y ustedes queridas lectoras, ¿cuál de los hombres en su vida creen que lo puede aceptar?
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