Ahora que acabamos de conmemorar el 25 de Noviembre, es importante recordar la historia que llevó a que el legado de las hermanas Mirabal y este importante día se convirtieran en el fenómeno mundial que son hoy y el rol que jugó el movimiento feminista dominicano para hacerlo realidad.
“Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte” Minerva Mirabal
La primera vez que fui a un evento de conmemoración del 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, se me quedó tatuada para siempre en la memoria y en el corazón. Fue cuando asistí con mi mamá, Yluminada Medina Herasme, al evento multitudinario que se hizo en el Estadio Olímpico en 1985 para recordar que se cumplían 25 años del asesinato de las hermanas Mirabal y su compañero de lucha Rufino de la Cruz. La actividad fue una de las primeras veces que viví de manera consciente lo que el sociólogo Emilio Durkheim llamaba la “efervescencia colectiva”. Es decir, uno de esos momentos en que lo que hacemos junto con otras personas genera un impacto tan profundo que nos hace sentir una conexión igual de profunda con ellas sin importar lo breve que sea la ocasión.
Así fue que me sentí cuando estuve con mami viendo el show que incluía, lo recuerdo muy bien, un vehículo “cepillo” entrando al escenario como los que usaban los esbirros de la dictadura. Así me sentí incluso viendo, también por primera vez, los cientos de camisetas y artículos con las caras de Patria, Minerva y María Teresa que había en el lugar. Y me sentí así, emocionada hasta las lágrimas como la adolescente sensible que era, en el momento final cuando se apagaron todas las luces y las miles de personas presentes encendimos al mismo tiempo las velitas que nos habían entregado al llegar. El tiempo se detuvo. El estadio se convirtió en nuestra galaxia propia. El momento lo sentí solemne y, a la vez, alegre como si las tres hermanas estuvieran sacando sus manos de la tumba como prometió Minerva pero no solo para denunciar sino también para agradecer y abrazarnos.
De las Mirabal sabía ya porque mi papá y mi mamá siempre se han preocupado porque entendamos la historia del país y los sacrificios que tantas generaciones han hecho por los logros que tan por sentados damos hoy. Por eso nos llevaron, también a mediados de los años ‘80, a mi hermano Aníbal y a mí a lo que hoy es la Casa Museo Hermanas Mirabal en Ojo de Agua. Ahora que acabamos de conmemorar el 25 de Noviembre, es importante recordar la historia que llevó a que el legado de las hermanas Mirabal y este día se convirtieran en el fenómeno mundial que son hoy y el rol que jugó el movimiento feminista dominicano para hacerlo realidad. Cuando fuimos a esta primera visita a Ojo de Agua, todavía no había conciertos en Río de Janeiro ni murales en París en su homenaje ni una declaración de las Naciones Unidas (Resolución A/RES/54/134 del 1999) estableciendo la fecha de su asesinato por Trujillo como un día internacional para promover la eliminación de la violencia en contra de las mujeres.
En los años ‘80 ya se estaba empezando a romper el aislamiento que los 12 años de Joaquín Balaguer le habían impuesto a la familia Mirabal pero el proceso tuvo lugar poco a poco. Por eso tuvimos el honor de hacer la visita a la casa y conocer a “las muchachas” de la mano de la misma Doña Dedé, la única hermana sobreviviente. Con su sencillez y su humor, Doña Dedé le preguntó a mi papá y a mi mamá que de dónde veníamos y nos compartió, mientras caminábamos por la casa, la historia que miles de veces compartió con el mundo.
Con Doña Dedé tendría el placer de estar muchos años después cuando la recibimos en el Festival Iberoamericano de Cine de Nueva Inglaterra en el 2010 mientras hacía mi doctorado en la Universidad de Brown. No solo me tocó el honor de moderar la sesión con ella y con Cecilia Domeyko, la directora chilena del documental “Nombre Secreto: Mariposas” que presentamos en el festival sino que también pudimos hablar y reírnos juntas antes y después de la sesión. Además, la pude acompañar, como parte del equipo organizador junto con mi querido amigo y director del festival José Torrealba y su sobrina/hija Jacqueline Guzmán Mirabal, a un programa de radio de la principal estación latina de Providence. Ahí estuvo el día siguiente contando, una vez más, la historia heroica de sus hermanas y de Rufino de la Cruz. Elegante, compuesta y divertida nos contó, por ejemplo, cómo todavía extrañaba a sus hermanas todos los días con la naturalidad de quien habla del clima.
El legado que Doña Dedé y su madre, Mercedes Reyes Camilo, sostuvieron por décadas y ahora continúan Minoú Tavárez Mirabal y el resto de su familia se empezó a ampliar con la propuesta que hizo la delegación dominicana al Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en Bogotá en 1981. La delegación de casi 20 mujeres conformada y liderada por Magaly Pineda propuso empezar a conmemorar el 25 de Noviembre como un Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres en homenaje a las hermanas Mirabal. Tal y como me contó Belkys Mones, una de las integrantes de la delegación, la propuesta fue aprobada inmediatamente por las 270 mujeres de casi todos los países de la región presentes en el Encuentro. Como relataron ella y Ana Teresa Rodríguez, otra integrante de la histórica delegación, la propuesta fue presentada por Angela Hernández y la decisión fue unánime por “el hecho de que fuera en memoria de las hermanas Mirabal”. Y, como destacó Belkys, el hecho de que Magaly Pineda apoyara la propuesta como líder feminista histórica de la región.
La delegación la conformaban Belkys Mones (quien tomó la foto del grupo y por eso no aparece en la misma), Isis Montes de Oca y Magaly Pineda de CIPAF, la primera ONG feminista del país, la periodista Virginia Álvarez y mujeres de diferentes sectores (rural, popular, comunidades eclesiales, etc.) como Sergia Galván, Maritza Féliz, Melly Papaterra, Mariví Arregui, Antonia Ferreras, Carmen Alonso, Ana Teresa Rodríguez, Miriam Zapata, Elsa Ramírez, Nelsy Aldebot, Ramona Santana, Maritza Burgos, Ángela Hernández y otra persona que no hemos podido identificar en la foto (por favor, me dejan saber si la conocen). Tal y como diría Sergia Galván en un artículo sobre esa experiencia: “En este encuentro se debatió el tema de violencia de género de manera amplia: laboral, sexual, política, en la calle, doméstica”. Y la delegación dominicana fue el grupo catalizador de esa discusión.
A partir del Encuentro, las feministas latinoamericanas y caribeñas empezaron a conmemorar el día con diferentes actividades y campañas de sensibilización en sus respectivos países. La meta era hacer ver que maltratar, golpear y asesinar a las mujeres es también un crimen; no simplemente un asunto “entre marido y mujer” como todavía se entendía. En este proceso se fueron incorporando feministas y otras personas y grupos progresistas de todo el mundo, particularmente con la III Conferencia Internacional sobre la Mujer en Nairobi, Kenia al final de la Década de la Mujer de Naciones Unidas que había iniciado en 1975 con la primera conferencia en Ciudad de México.
En Nairobi se priorizó el tema de eliminar y prevenir la violencia contra las mujeres y ya se hablaba de llevar la idea del día internacional propuesto por las feministas dominicanas a la Asamblea de las Naciones Unidas. Es en este contexto que se logra la primera resolución, la 48/104, sobre el tema en diciembre del 1993. La necesidad de erradicar este tipo de violencia se discutió también en las conferencias de la ONU de los años ’90, particularmente en las de Viena (Conferencia Mundial de Derechos Humanos) y de Beijing (IV Conferencia Internacional sobre la Mujer).
Como destaca Belkys Mones, quien lleva décadas trabajando como experta en género a nivel internacional y fue una de las feministas de la región impulsando este cambio, Latinoamérica también lideró este proceso de convencer a los diferentes gobiernos tanto en la ONU como en la OEA de la necesidad de desarrollar instrumentos concretos para sancionar, monitorear y prevenir la violencia contra las mujeres. De hecho, hasta hace poco Latinoamérica era la única región del mundo en tomar la iniciativa desarrollando su propia convención sobre este problema en el marco del sistema interamericano, la Convención de Belem do Pará. Y el 25 de Noviembre se convirtió en referencia más obligada aún, cuando feministas como Charlotte Bunch y su equipo en el Centro para el Liderazgo Global de las Mujeres también asumieron el día. Fue este centro, por ejemplo, que impulsó lo que ahora conocemos como los 16 días de activismo contra la violencia basada en género, la campaña educativa que se despliega cada año desde el 25 de noviembre hasta el 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos.
Y el inicio de esta senda fue la propuesta de las feministas dominicanas en ese primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe hace ya 42 años. Como me dijo Belkys al finalizar nuestra conversación, “las dominicanas contribuimos a abrir un espacio tanto regionalmente como a nivel global”. Un espacio que como sociedad necesitamos honrar más allá de las flores y los discursos. La violencia contra las mujeres solo desaparecerá cuando eliminemos la cultura machista que la genera.