La inteligencia artificial (IA) representa una de las transformaciones económicas más profundas del siglo XXI. Sin embargo, su difusión no tendrá efectos uniformes. En los países del llamado “Tercer Mundo”, y en particular en América Latina, corre el riesgo de acentuar fragilidades ya conocidas: dependencia de sectores de bajo valor agregado, escasa diversificación productiva y debilidad educativa. Al mismo tiempo, ofrece una oportunidad histórica para repensar la matriz económica regional, demasiado tiempo anclada a un crecimiento en sectores de alta volatilidad, precisamente aquellos que podrían verse afectados por el desarrollo de la IA.

Hace pocos días, pero ya con eco en la prensa internacional más atenta a estos temas, se publicó un estudio de dos jóvenes investigadores de Harvard, Seyed Hosseini y Guy Lichtinger. El análisis de 62 millones de hojas de vida enviadas, entre 2015 y2025, a 285.000 compañías norteamericanas mostró una correlación entre la aparición de GPT-5 y la oferta de trabajo con características distintas entre empresas que usan IA y las que no, así como entre posiciones junior y senior. En los ocho años previos a GPT-5 no se había observado una diferencia significativa. Las nuevas contrataciones habían aumentado a una tasa anual del 25%, pero desde 2023 disminuyeron aproximadamente un 5%, de manera más marcada —alrededor del 30% relativo— para aquellas que utilizan inteligencia artificial. El fenómeno es especialmente relevante a nivel de nuevas contrataciones, mientras que es marginal en cuanto a posiciones senior o promociones.

Sería superficial pensar que un dato de esta naturaleza no afecte a los países de economías menos avanzadas. Los riesgos de la automatización en economías en desarrollo son incluso mayores y emergen de su condición común: tener una matriz económica frágil, basada en los servicios —obvia víctima sacrificial del desarrollo que traerá la IA— pero también con una base productiva débil, dominada por exportaciones de materias primas.

Es una “matriz económica volátil”, caracterizada por ciclos de crecimiento efímeros, fuertemente dependientes de factores externos y carentes de bases industriales sólidas.

Esto debe hacer reflexionar a América Latina, porque el fenómeno descrito es perfectamente reproducible en el contexto regional. Según datos de Statista (2024), los servicios representan aproximadamente el 65% del PIB de América Latina y el Caribe. Se trata de la proporción más alta entre los grandes agregados económicos en desarrollo.

El problema no es el crecimiento del sector terciario en sí, sino su composición: en la región, una parte importante de los servicios está constituida por call centers, logística, comercio minorista y actividades de outsourcing con bajo contenido tecnológico. Estos segmentos, que durante los últimos veinte años sostuvieron el empleo urbano, son exactamente los más vulnerables a la automatización impulsada por la IA.

El estudio de Hosseini y Lichtinger muestra cómo la introducción de tecnologías inteligentes, en ausencia de una estrategia de recapacitación e innovación interna, puede producir un efecto de sustitución masiva, eliminando empleos sin generar nuevas oportunidades de igual valor. En otras palabras, si la región continúa basando su crecimiento en servicios rutinarios, corre el riesgo de entrar en una espiral de precarización tecnológica.

Estas consideraciones se entrelazan con una reciente entrevista a Philippe Aghion, Premio Nobel de Economía 2025, publicada —también hace pocos días— en un diario chileno, La Tercera. Una característica de la destrucción creativa schumpeteriana, desarrollada por él junto a Howitt, es que el crecimiento sostenido nace de un proceso en el que las nuevas tecnologías reemplazan a las antiguas. Sin embargo, este mecanismo, aunque motor de innovación, no garantiza inclusión ni prosperidad. Estas dependen del contexto institucional y del capital humano.

En su entrevista, Aghion subraya:

“Lo primero es la educación. Es fundamental contar con un sistema educativo de alta calidad y de amplia base. En Chile eso no lo tienen.”

Sobre el juicio acerca de Chile se puede estar de acuerdo o no, pero la comparación entre Chile y otros países latinoamericanos no deja dudas sobre cuál sería su opinión respecto a estos últimos.

Asimismo, Aghion destaca la simultaneidad entre el aumento de productividad generado por la IA y el hecho de que esta “sustituye las tareas realizadas por seres humanos”.

Solo los países que poseen instituciones capaces de acompañar la transformación —con formación, protección social y políticas industriales— logran traducir el primer efecto (productividad) en beneficio colectivo. Los demás sufrirán el segundo: la pérdida de empleo señalada por Hosseini y Lichtinger, y es fácil prever, en nuestros países, una creciente polarización social.

Para mitigar el problema, Aghion propone un modelo de “flex security” similar al danés, en el que la flexibilidad del mercado laboral se equilibra con fuertes programas de recapacitación.

Pero esto es un detalle. A nivel macroeconómico, para economías como las latinoamericanas, el problema es mucho mayor.

Se pueden prever tres riesgos:

  • Riesgo de automatización de los servicios masivos. Con el 65% del PIB generado por los servicios, la región está particularmente expuesta al impacto de la IA en los sectores de atención al cliente, contabilidad, ventas y logística. Sin políticas de transición, los trabajadores de estos sectores podrían quedar marginados.
  • Polarización del trabajo. La IA crea nuevas oportunidades para profesionales altamente calificados —como evidenciaron Hosseini y Lichtinger en Estados Unidos— pero reduce la demanda de trabajo intermedio. El riesgo es la aparición de una economía dual, con una pequeña élite tecnológica y una mayoría de trabajadores precarios.
  • Persistencia de la dependencia tecnológica. Dado que la mayoría de las plataformas de IA y los proveedores de nube son controlados por multinacionales extranjeras, el valor agregado generado por la adopción tecnológica será principalmente externo a la región, consolidando digitalmente una dependencia que, en ciertos aspectos —como las políticas mineras— es de tipo colonial.

Para transformar estos riesgos en oportunidades, América Latina debe revisar su matriz económica a lo largo de dos ejes estratégicos: competencias tecnológicas y nueva industrialización.

El primer desafío es construir capacidades cognitivas y digitales generalizadas. La IA no puede ser gobernada por una minoría de especialistas; debe formar parte de la cultura económica básica. Esto implica un salto en el sistema educativo —no solo en universidades, sino también en escuelas técnicas y programas de formación continua.

Esto puede lograrse con las competencias y recursos existentes: requerirá una política de alfabetización digital para estudiantes y trabajadores, programas públicos de recapacitación para sectores en riesgo e incentivos a empresas que inviertan en formación interna, y permitirá que el capital humano se convierta en una infraestructura estratégica de la región.

En este sentido, ya se han puesto en marcha algunas iniciativas en centros nacionales e internacionales que abordan algunos aspectos de la IA, principalmente relacionados con la educación superior. Algunos ejemplos son el CENIA en Chile, el CINFONIA en Colombia y el proyecto XAI entre la Universidad Austral de Argentina, el Instituto Tecnológico de Monterrey en México y la Pontificia Universidad Católica de Chile, que estudia específicamente el tema del abandono universitario. Se trata de un proyecto de la HUC, un consorcio de 14 universidades americanas de 13 países del que también forma parte la PUCMM.

El segundo eje es la construcción de una nueva base industrial, capaz de integrar alta tecnología, sostenibilidad y producción local. El objetivo mínimo no es el regreso a la industrialización tradicional, sino el desarrollo de una “industria 4.0 latinoamericana”, adaptada a los recursos y necesidades del territorio. Esta transformación requerirá manufactura avanzada y robótica aplicada a las cadenas productivas locales, agricultura inteligente con IA para optimizar suelos, agua y cosechas, y diversificación comercial, fomentando cadenas de valor regionales y plataformas digitales compartidas.

Obviamente, tal cambio exige coordinación pública, incentivos fiscales y cooperación regional: ningún país, aisladamente, puede sostener la transición tecnológica.

Es mínimo. Una colaboración regional puede permitir metas más ambiciosas: una industrialización de alta tecnología. Este es un tema que he abordado frecuentemente, asociado a políticas agresivas de desarrollo científico.

No todo será realizable —es comprensible. Sin embargo, Hosseini y Lichtinger por un lado y Philippe Aghion por el otro coinciden en un punto esencial: sin una revisión profunda de su matriz económica, América Latina seguirá siendo espectadora de la revolución de la IA.

La región tiene hoy una oportunidad histórica para pasar de economías basadas en servicios precarios y materias primas a economías fundadas en conocimiento, innovación e industria sostenible.

Invertir en competencias tecnológicas e industrialización no es solo una elección económica, sino un acto político: decidir si sufrir la destrucción creativa o guiarla.

Como recuerda Aghion:

“Las nuevas tecnologías reemplazan a las viejas”.

La verdadera pregunta para América Latina es si será capaz de reemplazar también el viejo modelo de desarrollo —y construir, finalmente, uno nuevo.

La elección es entre continuar reaccionando a los ciclos de la destrucción creativa o construir finalmente un modelo de desarrollo basado en conocimiento y autonomía tecnológica.

Galileo Violini

Físico

Galileo Violini Maestría en Física de la Universidad de Roma (hoy Universidad La Sapienza). Ex profesor de Métodos Matemáticos de la Física en las Universidades de Roma y Calabria y en la Universidad de los Andes, Bogotá. Cofundador y Director emérito del Centro Internacional de Física de Bogotá. Premio John Wheatley y Premio Joseph A. Burton Forum Award de la American Physical Society (APS), Premio Spirit of Abdus Salam del Centro Internacional de Física Teórica "Abdus Salam". Reconocimiento Salvadoreño Destacado del Gobierno de El Salvador. Miembro Honorario de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Miembro de la Academia Mundial de Arte y Ciencia. Fellow de la Sociedad Americana de Física. Miembro de la Carrera del Investigador Dominicano. Ex Director de un programa de la Unión Europea para la Facultad de Ciencias de la Universidad de El Salvador. Ex Representante de la UNESCO en la República Islámica de Irán y Director de la Oficina de Teherán. Doctor Honoris Causa de la Universidad Ricardo Palma de Lima, Consultor de los Gobiernos de Guatemala y República Dominicana, de la UNESCO, CSUCA, ICTP y otros organismos nacionales e internacionales. Autor de unas 400 publicaciones, en Política Científica, Física, Enseñanza de las Ciencias, Epidemiología, Historia de la Ciencia. Copresidente del Comité Ejecutivo de la Iniciativa Lamistad (Fuente de Luz del Gran Caribe) para establecer un segundo Sincrotrón Latinoamericano en la región. Ha promovido la participación de Irán en el CERN, los doctorados regionales del CSUCA en Física y Matemáticas, la cooperación interregional entre América Latina y África, y, como miembro del Foro de Física Internacional Physics del APS, la colaboración entre el APS y América Latina. Ha organizado más de doscientos eventos científicos, en su mayoría en el CIF.

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