Abril de 2025 se perfila como un mes de alto drama económico, donde la visión audaz y la profunda incertidumbre chocan, y donde incluso los partidarios más leales de Donald Trump están divididos sobre si sus aranceles generalizados significan el renacimiento de la industria estadounidense… o su exceso fatal.
Peter Navarro, Consejero Principal de la Casa Blanca para Comercio y Manufactura, lo llama una “emergencia nacional”: un reinicio largamente esperado de la base industrial estadounidense. Con aranceles de al menos el 10% aplicados de manera generalizada —y algunos, como los de las importaciones chinas, alcanzando hasta el 54%— la administración Trump está apostando fuerte por una estrategia de impacto comercial. Navarro lo ve como el disparo inicial en una recuperación nacional: el regreso de los productos, los empleos y la soberanía “Made in USA”. Pero detrás de esa visión hay un coro de preocupaciones, incluso entre su propio partido.
Una derecha dividida, un público escéptico
Mientras Navarro pinta un futuro de prosperidad —Dow a 50,000 puntos, crecimiento amplio del S&P, reindustrialización— muchos republicanos en Washington no se han alineado con la narrativa. No hay una defensa total de la estrategia, y la incertidumbre da espacio a los críticos para avanzar.
“Los republicanos no están listos para defender esto,” comentó un analista. “No tienen claro el objetivo: ¿es reducir el déficit comercial, recuperar empleos industriales, castigar a China? El mensaje está roto.”
Esa confusión también está presente en el público. Muchos estadounidenses, especialmente aquellos que sienten el golpe en sus cuentas de retiro o al llenar el tanque de gasolina, están cada vez más escépticos. Como señaló un observador: “Trump fue elegido para bajar los precios y fortalecer la economía. Ahora está haciendo lo contrario.”
Disrupción global vs. Orgullo nacional
Navarro insiste en que esto se trata de equidad: poner fin a décadas de “engaños” por parte de socios globales mediante barreras no arancelarias, manipulación de divisas y subsidios a la exportación. Vietnam, la Unión Europea y China —dice— han manipulado el sistema, y EE. UU. finalmente está respondiendo.
Pero los críticos advierten que este enfoque combativo pone en riesgo una disrupción económica global. “Los aranceles pueden ser útiles, pero la disrupción global no lo es,” afirmó un experto en comercio. La naturaleza generalizada de los aranceles —que afectan tanto a aliados como adversarios— ha generado resentimiento. Hay un temor real de que las marcas estadounidenses sufran daños a largo plazo, ya que los consumidores internacionales podrían dejar de comprar productos de EE. UU. como protesta. “Es posible que terminen comprando Huawei en lugar de Apple, cerveza local en lugar de Starbucks, zapatillas de otra marca en lugar de Nike,” advirtió otro comentarista.
El precio de la incertidumbre
La reacción del mercado fue inmediata y brutal: el S&P 500 cayó un 9%, el Dow perdió casi 4,000 puntos y la confianza del consumidor se desplomó. Mientras Navarro insta a los inversores a “mantener la calma”, los críticos dicen que eso es fácil de decir cuando no se vive al día.
“La política suele tratarse de evitar el dolor,” dijo un analista. “Y ahora mismo, la gente está sufriendo—sin una estrategia clara de alivio a corto plazo.”
Esa falta de claridad preocupa tanto a Wall Street como a Washington. Con mensajes contradictorios de distintos funcionarios —Trump abierto a negociar un día, Navarro declarando al siguiente que “esto no es una negociación”— no hay narrativa unificada. Como dijo un comentarista: “Esto es como la fábula de los ciegos y el elefante: todos tocan una parte distinta, pero nadie sabe realmente qué es lo que están tocando.”
El verdadero reto: El tiempo
Incluso si la visión de Navarro se materializa, muchos advierten que la línea de tiempo es poco realista. Los ecosistemas manufactureros no surgen de la noche a la mañana. Construir fábricas, cadenas de suministro y mano de obra lleva años—más tiempo del que permite un solo ciclo electoral. Un estratega republicano lo dijo claro: “Esta es una apuesta a largo plazo, y algunos de nosotros podríamos no sobrevivir políticamente para ver los resultados.”
Mientras tanto, los aliados tradicionales muestran frustración. Canadá, la UE, Japón y Corea del Sur —naciones con alianzas económicas históricas con EE. UU.— están incómodas al ser tratadas como si fueran adversarios. Ayer hubo protestas en todo el país, incluida una en Washington que atrajo multitudes inesperadas, exigiendo claridad y menos agresividad.
¿Una apuesta obsoleta en un mundo interconectado?
La estrategia de Trump con los aranceles es, en esencia, un rechazo frontal al consenso económico global de las últimas cuatro décadas. Navarro lo enmarca como un renacimiento industrial estadounidense. Los críticos lo ven como una solución del siglo XX a un problema del siglo XXI—una que podría aislar a EE. UU., perjudicar a los consumidores y dañar la reputación internacional de las empresas estadounidenses.
Y sin embargo, incluso en medio del caos, hay algo innegable: algo está roto. El déficit comercial de EE. UU. alcanzó un récord de $1.2 billones el año pasado. Los empleos manufactureros han sido desplazados. Las naciones extranjeras, sin duda, han manipulado las reglas. Trump y Navarro intentan responder a un dolor real.
La pregunta es si su solución—aranceles masivos, acciones unilaterales, disrupción global—es un martillo que construirá un nuevo fundamento… o una bola de demolición que derribará la casa.
Conclusión: ¿Renacimiento o ruina?
Peter Navarro dice que 2025 será recordado como el año en que América renació. Los críticos temen que será recordado como el momento en que la economía colapsó por exceso de confianza.
Con los mercados tambaleando, aliados molestos y votantes inquietos, las apuestas están sobre la mesa.
La jugada ya está hecha. Ahora viene el juicio.
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