Fue testigo de fe encarnada,
humildad revolucionaria,
honestidad insobornable,
silencios reflexivos,
heroicidad inmaculada.
Creyente, de talante liberador.
Amigo del Dios de justicia,
de la equidad,
de la paz.
Ciudadano de la democracia,
de la soberanía,
de la solidaridad.
Educador del pensamiento crítico,
de la organización
y de la participación social.
Político excepcional,
seducido por el poder del pueblo,
la integridad ética
y el amor inmenso a la Patria.
Trabajador incansable,
con entusiasmo expansivo,
con sueños abiertos como el mar,
con pensamiento luminoso,
voluntad de hierro.
Juan Pablo Duarte, hombre colosal,
marcado con la bondad de Dios.
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