Escribí un nuevo libro. Esta vez, se trata de un ensayo literario. Fue publicado hace unos meses en México por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Se titula Sendas extraviadas: ensayos para vivir en el mundo que nos queda. Lo presenté en la FIL de Monterrey, México, y en California, más recientemente en la Universidad de Stanford, donde soy docente.  Este último evento fue transmitido y grabado por YouTube. En un par de semanas, lo voy a presentar de nuevo en varias universidades de Nueva York y en la librería Word-Up de Washington Heights en el Alto Manhattan. Terminaré mi mini gira con una presentación en el Instituto de Estudios del Caribe de la Universidad de Puerto Rico.

Una joven amiga dominicana, que sigue mi trabajo desde que me escuchó hablar de mi recontextualización crítica de la obra y figura de Pedro Henríquez Ureña (PHU), me acaba de preguntar con mucho entusiasmo si saltaría el Canal de la Mona para presentar mi libro en la República Dominicana. Fue triste tener que decirle que no. Verán. Hasta ahora no he encontrado la oportunidad.

A pesar de haberle dado la vuelta al mundo, mi libro sobre PHU, en RD, fue condenado al silencio y a la sombra. ¡Sin exagerar! En RD, se me ha negado ser dominicano y no me reconocen como escritor o intelectual. Yo supongo que será porque no me dedico a construir muros en la patria ni tampoco a rescatar o desempolvar las glorias de su pasado. ¡Es muy probable! Todo esto es muy curioso y bastante absurdo, pero trato de comprenderlo.

No puedo dejar pasar por alto la ironía de mi particular caso. En México, me catalogan como “ensayista dominicano” y me ponen en compañía bibliográfica de, nada más y nada menos, que Pedro y Camila Henríquez Ureña. Una sonrisa invade mis labios. Con todo ese rollo, aun mantengo la esperanza de encontrarnos algún día, querida República Dominicana, para mirarnos y escucharnos.

Mi libro Sendas Extraviadas aborda la cuestión de cuál es la posición del ser humano en un planeta tierra al borde de la destrucción. A este punto crítico hemos sido arrastrados por el consumismo y el capitalismo sin frenos. Mucho también tiene que ver con nuestra incapacidad para resolver los males sociopolíticos que creamos. Somos ciudadanas y ciudadanos insanos.

Sendas Extraviadas representa mi esfuerzo por hacer un aporte textual significativo y creativo a lo que yo llamo “la superconsciencia planetaria”.  Esto no es nada más que la contemplación plena de los problemas y las maravillas de este mundo que trasciende los límites temporales y territoriales. Cuatro corrientes principales canalizan el despliegue del libro: la política de la desconfianza, la mirada cimarrona, el delirio consciente y la comunión con la naturaleza.

Como modelo de acción, el libro propone que, ante el colapso total que se aproxima y mientras nos quede vida, aprendamos a evitar las trampas tanto del pesimismo paralizante como del optimismo ingenuo. Y, segundo, propone que nos despojemos de nuestras complacencias egoísta y humanista para entonces hacer más por otros seres vivientes. Podemos y debemos hacer más por mejorar las condiciones de las plantas y los animales, por restaurar las zonas silvestres, estén donde estén, sin importar nuestra continuidad como terratenientes o dueños del planeta.

Mi libro se trata de un ensayo indisciplinado, o sea, un texto que se mueve, se extiende y reposa con mucho placer por las sendas extraviadas de un saber peculiar, incómodo, pero sereno ante las angustias de la incertidumbre. Aprovecha todas las herramientas del ensayismo heterodoxo, que nos legaron escritores fundacionales del género, tales como Michel de Montaigne, e intelectuales cimarrones, tales como Esteban Montejo en su Biografía de un cimarrón, reconstruida textualmente por Miguel Barnet. Además, dialoga con otros saberes no occidentales y extra-académicos.

Asimismo, en el libro, hay un recuento de experiencias vitales y lecturas imprescindibles.  Entretejido entre los ensayos, hay un relato de cómo es crecer, siendo negro o moreno en los márgenes de una ciudad como Nueva York y qué hace uno cuando siente el hambre de saber y un deseo ardiente por conocer el mundo más allá de las fronteras de una ciudad implacable para las almas que quieren mirarse en el espejo de las plantas.

Mi libro comienza a coger vida. Intento acompañarlo en sus próximos viajes hasta donde yo pueda o se me permita.  No obstante, insisto en hacer un llamado a las lectoras y lectores y a los promotores del libro en la RD.

¿Hay un espacio donde podamos encontrarnos y hablar amable o pacientemente de este libro?  ¿Habrá alguna institución dominicana efectivamente orientada hacia el porvenir capaz de encargar unos ejemplares a la editorial y regalárselos a las jóvenes lectoras dominicanas y dominicanos que tienen hambre del saber y un deseo ardiente de ver y explorar el mundo más allá de las fronteras insulares o los límites impuestos por sus padres, maestros y líderes o influencers culturales?  Mantengo la esperanza de que sí exista esa posibilidad. Dominicana: extiendo mi invitación a leer y caminar juntos por sendas extraviadas.

Juan Valdez

Académico

Profesor, investigador y autor del libro "En busca de la identidad: la obra de Pedro Henríquez Ureña" (2015, Katatay)

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