I. Hace poco más de 80 años, un ilustre premio Nobel de Literatura, Winston Churchill, aseveró que, “si damos lugar a la pelea entre el pasado y el presente, nos daremos cuenta de que hemos perdido el futuro”.

Es en ese contexto, –por no referirme aquí al aleccionador spaghetti western: “El Bueno, el Malo y el Feo”— que discierno el presente internacional y empleo el tiempo presente para rumiar aquello de que la malicia de los malvados llega a nosotros, reforzada por la debilidad de los virtuosos y la exclusión de los anómalos.

II. En el mundo de hoy día, la tensión viene de la mano de tres grandes personajes internacionales: el astuto, el duro y el amateur. Sin que el orden de la exposición se deba a cuestiones de principalía, comienzo arbitrariamente por uno de ellos.

– El astuto es fácilmente reconocible por su parsimonia y paciencia legendaria. Sin embargo, a pesar de su abundante calma y sabiduría, conviene destacar que está a punto de perder su compostura centenaria.

Imagine usted la escena. Él, fingiendo –tras despertar del sueño advertido desde tiempos napoleónicos– reprimir sus emociones y su primer ministro exponiendo sus puntos de vista ante la opinión de su país ante quien la quiera oír.

Impávido, Li Qiang declara entonces que China apunta a un crecimiento del 5%, no obstante los aranceles impuestos por el gobierno estadounidense. A seguidas, no se muerde la lengua para puntualizar lo que quería subrayar.  Volverán a aumentar su gasto en defensa en un 7.2%, este año de 2025, pues "se están produciendo cambios nunca vistos, en un siglo, en todo el mundo, a un ritmo más rápido". Pero lo inaudito fue el punto final con el que selló sus declaraciones.

Si lo que Estados Unidos quiere es una guerra, ya sea una guerra arancelaria, una guerra comercial o cualquier otro tipo de guerra, estamos dispuestos a luchar hasta el final.”

– De su lado, el duro, por algo debe serlo. Recalcitrante y tenaz, no elude pleitos ni manda a decir con alguien lo que piensa. Y, en efecto, lo que dijo dando la cara, la semana pasada, paralizó el tráfico de quienes lo oyeron o leyeron.

Luego de saludar a los invitados a comparecer ante su presencia, recordó a todos que, de nuevo, “a los Estados miembros de la Unión Europea y de la OTAN”, se les oye llamando a una guerra –no santa, por favor, sino horripilante– en contra de Rusia. Y, todo, por asunto de unas “opiniones”, tan arraigadas, que logran que “la historia siempre se repite”. Las cosas así, es imposible que su país deje de aparecer nueva vez como el malo de la película.

Ahora bien, en ese sempiterno duelo, los contrincantes deben oírlo, ya que no hay peor ciego que el que no quiere oír.

“Hoy, desafortunadamente o no, podemos decir nuevamente que la historia siempre se repite. ¡Siempre! 

“El odio contra Rusia siempre ha permanecido en las venas de algunos de nuestros colegas y países que gobiernan la UE y la OTAN. (…)

 “No importa cuánto repitan que un día Rusia será derrotada… Yo creo en Dios y Dios está con nosotros. El mundo puede acabarse antes, pero Rusia no caerá. (…)

  “A diferencia de ustedes, yo sé muy bien lo que es un país y un pueblo, y por eso siempre lucharé por mi país y mi pueblo.

“¿Están ustedes dispuestos a aceptar esto, como desean? ¿Están dispuestos a iniciar una guerra contra Rusia, de nuevo? Pero nosotros también estamos dispuestos.

“Y la guerra de hoy contra Rusia sería un apocalipsis absoluto.”

– Por su parte, el amateur, entusiasta y siempre presto a jugar en grandes ligas, acoge ilusionado cuanto alago le tributan y emprende todo lo que su ego le dicta y lo reafirma en su propia convicción. Subsiste así, rodeado, no solo de lujo y dinero, sino también de múltiples quiebras y sentencias.

Con tesón y blandón, está dispuesto a cumplir con un destino de por sí manifiesto. No importa si en el camino pisotea el orden construido por sus predecesores y ahora abatido por él, como antaño lo fueron las murallas de Jericó, al toque de los tambores de sus decretos, sanciones y amenazas. Sin precedentes a los que darle continuidad de Estado, podría reinar el caos.

Ensimismado en la ilusión de darle un nuevo suspiro a una patria presumiblemente irredenta, no mira hacia las playas de Normandía a las que llegaron sus compatriotas, “no para obtener ganancias de los viñedos franceses o del carbón alemán”, sino “para resguardar un mundo más libre en el que sus ciudadanos pudieran prosperar honorablemente sin necesidad de esquilmar a los otros”.

Constreñido por el inicio de una III Guerra Mundial, lo excusa todo. Tanto ignorar qué hacen en su contra el duro y el astuto, como el hecho de restar y dividir en los cuatro puntos cardinales, a sus allegados.

De ahí que espete a mansalva, con su parca retórica de contador, a desgastados aliados:

"Si no pagan, no voy a defenderlos. Deberían estar pagando más".

III. Hablar de cada uno de esos personajes es fácil. Más aún; está fuera de dudas de que hay mejores y más documentadas descripciones y pormenores de esos tres sujetos en el nuevo Coliseo romano que son los medios de comunicación, incluyendo las redes sociales.

La cosa, empero, es determinar por qué, cada uno de ellos, es lo que no puede dejar de ser.

Pues, a seguidas, aquí algunas intuiciones.

El amateur lo es porque vive seguro y, engreído, orgulloso de sus habilidades y talentos. Si bien hay una cantidad formidable de falsedades sobre el mundo, lo peor de todo es que la mitad de ellas son verdad y las mentiras las diseña o repite él. En lo que eso es discernido, el astuto consolida su poder en su zona de influencia y mantiene al malo dando la cara y retando a los demás. Él, crédulo de sí y sin experiencia, no percibe la alianza entre ellos y asume que podrá dividir a todos con base en dádivas y cantos de sirena.

El duro, con y sin maldad, olvida el dicho de Talleyrand: “Con las bayonetas, todo es posible. Menos sentarse encima de ellas”. Por eso minimiza el bienestar que en cientos  y miles de almas ilusionadas genera la vitrina bien surtida ubicada en territorio del amateur y, cuantas veces recurre a la fuerza y muestra tener garras apocalípticas, no siente rubor ni admiración por la prudencia del astuto.

Y, el astuto, mientras anda con sigilo, crece y crece, sin retroceso a la vista, mientras asienta su presencia y dominio en su propio mar. Y, sin solicitar por ahora pago alguno, a la usanza del amateur, ni engolar la voz por medio de grandes desfiles militares, como celebra el duro, impone su perseverancia como la gatica de María Ramos, tal y como constatan ya en Australia, Filipinas, Taiwán y otras naciones en tierra firme.

Para muestra un botón. La proximidad reciente del duro y del bueno no es un subproducto de la actual guerra en suelo europeo. Solo luego de que se anunciara un acuerdo de asociación sin límites, un 4 de febrero de 2022, entre la gente del bueno y las del duro, este último se sintió seguro para transgredir territorio ajeno. Se violó, así, un status quo grisáceo, –desprovisto de tablas de la ley, como en el Sinaí veterotestamentario, o de acuerdos formales, escritos y firmados, en blanco y negro, en Euroasia–, a propósito de las fronteras soberanas de unos y otros Estados nacionales.

En resumen, la pasión del amateur no reforzará su aislamiento frente a su contendiente, el astuto, ni apaciguará el malestar del duro. Este continuará sintiéndose respaldado y el bueno seguirá como el inglés, Johnnie Walker, tan campante, con un brazo escondido y sin necesidad –por ahora– de tener que tirar piedras más allá de algunos empujones de rigor a sus vecinos.

IV Pero, ¡vaya usted a saber!

Quizás todo lo escrito hasta aquí se resume en lo que pudo haber dicho un soberbio lord británico luego de la controversial conferencia histórica en Yalta. En esta, tres personajes de reconocido talante –de estadista, el uno, de titán, el otro y, sentado en medio de ellos dos, de conciliador, el tercero– repartieron el mundo en bandos diversos y adversos. Por ende, viendo la foto de aquel acontecimiento –de fecha posterior al Pacto de Munich y a la II Guerra Mundial y, empero, no se subvalore la historia,– anterior a la inmediatamente posterior Guerra de Corea, el referido lord pudo habernos aclarado a nosotros, ciudadanos antillanos del batallón de los envejecientes, y a pie y con bastón, que las cosas hoy día están como están porque Él tiene todas las virtudes que a mí no me gustan y ninguno de los vicios que yo admiro”.

Fernando Ferran

Educador

Profesor Investigador Programa de Estudios del Desarrollo Dominicano, PUCMM

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