La historia de las bandas parapoliciales ha sido funesta en nuestra sociedad. En momentos sombríos los dominicanos hemos sido acosados por hordas de estas características, con el vil propósito de coartar los derechos políticos sociales. Lo sorprendente es que en la actualidad sin estar envueltos en la vorágine de un lapso político lóbrego, se permita actuar de manera impune como lo están haciendo a un grupo de forajidos que pretenden retrotraernos a un pasado horroroso. En estas líneas trataremos de refrescar con una síntesis histórica el paradigma aciago que se procura imponer.
El nefasto Buenaventura Báez en sus periodos de hegemonía, sin ningún tipo de escrúpulos otorgó luz verde a su banda parapolicial encargada de reprimir salvajemente a todos los ciudadanos que se consideraban desafectos a su régimen de cieno. Entre los principales coordinadores de este grupo de malhechores resaltaba la señora Silveria Valdez, abuela de Rafael Leonidas Trujillo Molina.
Albert C. Hicks, investigador norteamericano, autor del libro Sangre en las calles, editado en plena “Era de Trujillo”, denunciaba las actividades de doña Silveria y sus rufianes Baúl y Solito:
“Una banda de destacados asesinos profesionales de la banda suroeste del país recibía órdenes de Silveria. En su casa de San Cristóbal se reunían para planificar su crímenes y recibir órdenes”. (Albert C. Hicks. Sangre en las calles. Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc. Santo Domingo de Bibliófilos, In. Santo Domingo, 1996. p.48).
Tras el derrocamiento de la tiranía de los seis años de Báez, Baúl y Solito trataron de escapar para no pagar por sus crímenes. El periódico El Porvenir explicaba como se frustró el intento de fuga de Solito:
“El famoso asesino Solito -contra cuya conciencia aclaman las inocentes almas de cerca de cien individuos que inmoló… después de haber alterado la tranquilidad que gozaba la pacífica población de Neyba se fugó a Haití al aproximarse a ese lugar las tropas del general CABRAL; pero las autoridades haitianas, que ya tenían noticias de ese hombre malvado, indigno, mil veces del tratamiento y categoría de persona- le han capturado y remitido a dicho General”. (El Porvenir. Puerto Plata, 19 de marzo 1874).
El presidente haitiano Saget era aliado de los Azules y estaba convencido de quienes eran los bandoleros de referencia.
Valentín Ramírez Báez, hermano de Buenaventura y encargado de la represión en el Sur, declaró que en Azua le asignaron el nombre de “palo colorado” al lugar donde realizaban los fusilamientos Baúl y Solito.
Ramón Emeterio Betances, Padre de la Patria de Puerto Rico y combatiente contra la tiranía de los seis años de Báez, explicó para la historia el saldo mortuorio de las actuaciones de estos homicidas:
“Baúl ha confesado que había asesinado, de su propia mano a 143 (ciento cuarenta y tres) personas. Solito declara no tener sobre su conciencia sino la muerte de 94 (noventa y cuatro). Ambos verdugos trabajaban bajo las órdenes de Báez”. (Documentos Diversos 1871-1874. Boletín del Archivo General de la Nación. Núm. 104. Santo Domingo, 1962. p. 107).
Báez previamente cuando sus diferencias primarias eran con Pedro Santana (en 1856 había asumido la presidencia a través del complot conocido como “Matricula de Segovia”), tenía una turbamulta dedicada a insultar en sus domicilios a ciudadanos identificados con Santana, las famosas “cantaletas”, como se denunciaba en el periódico El Nacional, en su edición del 3 de enero 1874 :
“¿Quién no recuerda aquellas “Cantaletas” dirigidas por el ministro de la Guerra, quien señalaba a los cantaleteros las casas frente a las cuales debían permanecer hasta agotar el repertorio de insultos dirigidos a aquellos que las ocupaban y cuyo crimen consta en haber sido servidores de Santana?”. (Emilio Rodríguez Demorizi. Papeles de Buenaventura Báez. Academia Dominicana de la Historia. Santo Domingo, 1969. p. 346)
Las contradicciones entre Santana y Báez no llegaban a los fusilamientos, sino a insistente acoso verbal.
Rafael Leonidas Trujillo Molina tras derrocar a Horacio Vásquez en febrero de 1930 y “entregar” la presidencia provisional al coautor del golpe de Estado Rafael Estrella Ureña, decidió presentar su candidatura presidencial en las elecciones pautadas para el mes de mayo, Estrella Ureña, fue el candidato vicepresidencial. La oposición encabezada por los seguidores de Horacio Vásquez y Federico Velázquez, decidieron unirse, y presentaron la candidatura Nacional-Progresista, que postulaba a Federico Velázquez a la presidencia y Angel Morales a la vicepresidencia.
Las manifestaciones electorales evidenciaban una inminente victoria para la Alianza Nacional-Progresista. Trujillo entonces recurrió a su banda de delincuentes La 42, dirigida por Miguel Angel Paulino, que se dedicó a desbaratar a palos y tiros los mítines y marchas de la oposición, obligándolos a retirarse de las elecciones para que el “Jefe” Trujillo asistiera solo a los comicios y “ganara”.
Félix A. Mejía en su penetrante obra de denuncias sobre el trujillato Viacrucis de un Pueblo, denunció las barbaridades de La 42 en este proceso electoral, llegaron a acribillar a balazos una caravana de la oposición que se dirigía hacia el Cibao. En La Vega un mitin fue ametrallado. Mejía explicaba que:
“Los choferes de la Capital se organizaron en manifestaciones de protesta y lanzaron desde sus carros unos volantes con esta única frase: “No puede Ser”. Tan pronto “La 42” se dio cuenta de eso, a los pocos momentos, lanzóse en su persecución armada de ametralladoras y los masacraron. Unos cuantos quedaron con vida y hasta hace poco andaban por las calles de la ciudad dando pena: mutilados y harapientos”.
“El pueblo vivió entonces los días más aciagos de su historia la consternación era tal que las calles quedaron desiertas; apenas salía un hombre a alguna diligencia imprescindible […] (Félix A. Mejía. Viacrucis de un pueblo. Jus, S. S. Segunda edición México, 1960. pp. 48-49).
En cierta ocasión La 42 rodeó la casa del exvicepresidente José Dolores Alfonseca, en la calle Hostos de Santo Domingo, convirtiendo el área en una zona de guerra, Félix A. Mejía acotó sobre el particular:
“Era de ver cómo como estaban los “42”, con sendos revólveres y ametralladoras; con los ojos inyectados de depravación; dando voces a manera de órdenes que se transmitían los unos a los otros como si estuvieran en plena selva dando caza a terrible fiera. Tiros al aire, ¿quién vive? ¡Alto! ¡Manos arriba! Al transeúnte que por casualidad pasara por esas cercanías; un registro brutal y un culatazo como señal de que podía seguir; […] (Félix A. Mejía. Obra citada. p. 49).
En la fase final de la tiranía cuando se tambaleaba; luego de la brutal represión contra la invasión patriótica del 14 de Junio de 1959 y el develamiento del Movimiento Clandestino 14 de Junio en enero de 1960, se decidió una nueva versión de las bandas que accionaban de modo público, al margen de las ya establecidas como organismos paramilitares, los Cocuyos de la Cordillera, que dirigía Petán Trujillo en Bonao y los Jinetes del Este de Félix W, Bernardino en el Seibo.
En aquellos momentos se crearon bandas criminales especialmente dedicadas a atacar en turba de modo público viviendas de personas que se consideraban opositores, para llevar el terror a la población. Obispos como Panal en La Vega y Reilly en San Juan, sus viviendas no escaparon a ese pérfido modelo represivo.
Cuando Trujillo planificó el atentado contra Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela, el 24 de junio de 1960, la más famosa banda la de José Antonio Jiménez (Balá), tenía instrucciones de esperar la información del atentado para asaltar en la avenida José Trujillo Valdez (Duarte) el local del Movimiento Popular Dominicano (MPD) junto a miembros del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).
El MPD en una acción audaz había establecido un local, aceptando un desafió de Trujillo a la oposición para que actuaran de modo público. Ante la enorme cantidad de jóvenes que se había afiliado a la entidad, se decidió desbaratar ese recinto partidario y apresar a sus miembros a palos y tiros. Este ataque se utilizó para dejar entrever que Trujillo estaba al margen del atentando, cuando eso ocurría sus rufianes enfrentaban problemas internos y “no podían ser responsables” de situaciones externas como la bomba que pretendió matar a Betancourt.
Los paleros de Balá ingerían bebidas alcohólicas en la calle Barahona, al enterarse de la noticia del atentado salieron rumbo al local del MPD desfilando embriagados a lo largo de la avenida José Trujillo Valdez (Duarte) para perpetrar los atropellos contra los miembros de la combativa entidad opositora.
Fueron múltiples los ataques de los paleros de Balá a hogares criollos tildados de opositores, en reciente artículo nos referimos al combate del desaparecido y asesinado intelectual Narciso González, siendo un jovencito junto a sus familiares enfrentaron a los paleros que fueron a desbaratar un establecimiento comercial de su padre en Villa Consuelo.
En mi barrio de Villa Francisca, siendo adolescente recuerdo a los paleros de Balá de modo público blandiendo palos y machetes fueron a atacar el domicilio de los hermanos Aristy Melo, en la calle Félix María Ruiz casi esquina José Reyes. Estos jóvenes lideraban a la juventud opositora de la zona, eran conocidos como los hijos de doña España.
Los paleros se presentaron frente al domicilio y empezaron a tratar de tumbar las puertas, los Aristy Melo junto a otros jóvenes del barrio los sorprendieron por el flanco derecho de la calle próxima (Tomás de la Concha) y lo contratacaron a pedradas. Los paleros huyeron despavoridos y retornaron con policías que portaban armas largas, pero ya el grueso de los jóvenes se había retirado. En el balaguerato dos de los hermanos Aristy Melo injustamente (como se demostró) fueron apresados por varios años en la Penitenciaria de La Victoria.
Joaquín Balaguer con su insaciable sed de poder montó una de sus farsas electorales en 1970, el pueblo en las calles mantenía las denuncias constantes contra este régimen de fuerza. En enero de 1971 bajo la jefatura policial de Enrique Pérez y Pérez, se formó el llamado Frente Democrático Anticomunista y Antiterrorista, que la población le puso su nombre correcto: banda colorá. Sus coordinadores fueron el teniente Núñez Peña en la zona Norte y el capitán Lucas Cuello Cavada en la zona intramuros de la Capital. Luego apareció como vocero público el exdirigente estudiantil Macorís.
En ambas secciones la banda atacó liceos, clubes, casas de familias, intentaron penetrar en la UASD. Como parte de sus tropelías asesinaron a un significativo grupo de jóvenes.
En la zona intramuros, el capitán Lucas Cuello Cavada que patrullaba casi 15 horas diarias con sus rufianes, asesinó a Roberto Figueroa (Chapó) que en esos momentos era el principal dirigente del MPD, raptaron en el hospital Padre Billini al joven deportista y antibalaguerista Mangá del barrio de San Antón y lo tiraron asesinado en la avenida de Las Américas. En Villa Francisca asesinaron al joven opositor Freddy Sosa, entre otros crímenes espeluznantes.
En cierta ocasión jóvenes opositores integrantes del Comité de Lucha de la Zona, de manera furtiva en horas de la noche pegábamos afiches denunciando a Cavada, que se había convertido en un verdadero azote en el barrio. Los afiches alertaban sobre el modelo del carro en que se desplazaba, un Colt Galant, verde y se incluía el número de la placa. En aquellos instantes mientras el hoy economista Iván Rodríguez pegaba en una pared un afiche, de modo sorpresivo pasó el susodicho vehículo y por la oscuridad no lo advirtieron, seguro le hubiesen arrancado a la sociedad a quien hoy es un excelente profesional.
Esto es solo una síntesis apretada de los bochornosos actos que esas bandas han dejado en la historia dominicana.
Podríamos calificar de inverosímil que en la actualidad dominicana se permita la incubación de un engendro de esa naturaleza, como todos estamos observando con la actitud de ciertos personajes que utilizan uniformes militares prohibidos para los civiles y tratan de usurpar funciones policiales. No solo desfilan de manera desafiantes por las calles del país, sino que ya han procedido a agredir a manifestantes que haciendo uso del derecho a la libre expresión han organizado actividades públicas, como las de recordar el 60 aniversario de la Guerra de Abril y la protesta contra el genocidio de los palestinos. En ambos casos lograron el virtual respaldo policial, agredieron a los manifestantes pretendiendo establecer que ellos son las “autoridades”, con poderes para decidir quién puede o no puede realizar protestas.
Esta banda organizada (que no se sabe quién los subvenciona) como parte de sus intenciones de ocultar sus verdaderos propósitos, trata de tomar el pretexto del temor generalizado en la población dominicana (que refrendamos) de la avalancha hacia el país de ciudadanos haitianos a través de su desbordada fecundidad y sus graves problemas internos, que en algún momento podrían competir con los dominicanos exigiendo cuotas de poder, tomando en cuenta que la clase dominante de su país les prédica de modo falso que esta parte del territorio insular les pertenece. A sabiendas que esta preocupación real es sentida por la mayoría de los dominicanos, se presentan como “abanderados” de esa lucha asumiendo funciones policiales que no les corresponden, dejando entrever que aquí estamos como los vecinos que son las bandas que imponen su mandato.
No disimulan su idolatría por Hitler, Mussolini y Trujillo, y lo peor es que desfilan no solo con retratos de estos, sino de Juan Pablo Duarte, para llevar la confusión a la población tratando de presentar el pensamiento de Duarte identificado con ideales retardatarios.
El orden público y la soberanía nacional son responsabilidad de las autoridades castrenses y no pueden ser delegados. Por eso, es criticable la actitud de indiferencia desde el ámbito direccional político-jurídico del Estado ante esta situación.
Es imposible la vuelta a las tropelías del pasado, por lo que nos solidarizamos con el Manifiesto lanzado a propósito del día de La Libertad, el 30 de mayo, por ciudadanos de digno historial social, preocupados por el surgimiento de bandas de facinerosos que proyectan retrotraernos a los tiempos que predominaba la caverna política. No pasaran.
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