Una política empresarial es un conjunto de medidas, normas y reglas establecidas que imponen los propietarios de una empresa o negocio, las cuales son puestas en ejecución a través de una directiva o consejo de administración que responde más bien a intereses individuales.

Una política estatal tiene que ver con estrategias y acciones en la administración financiera de un país en democracia, el cual es mucho más complejo que una empresa o negocio privado.

Un empresario y/o comerciante no depende de un político para lograr sus metas. Pero un político sí depende de estos para lograr los propósitos de su agenda personal.

Los primeros invierten sus capitales en la creación de pequeñas y grandes empresas o negocios las que motorizan la economía de un país al generar diversidad de empleos.

En el mundo de los negocios, estos enfrentan constantemente riesgos que podrían hacerles perder sus capitales, por lo que establecen estrategias que aseguren sus inversiones.

Las inversiones públicas no se realizan con fondos provenientes de los bolsillos de los políticos. Nunca tanto para asumir sacrificios, si es que los hay.

Prefieren administrar el sistema financiero estatal antes que poner en riesgo sus capitales, muy bien guardados en bancos nacionales y extranjeros.

Su altruismo traspasa los límites de la generosidad cuando de repartir los bienes del Estado se trata.

Por alguna razón, son muy vulnerables a ser afectados por los gérmenes putrefactos de la corrupción, acumulando riquezas a través de comisiones por sobrevaluaciones en la construcción de escuelas, autopistas, caminos vecinales, puentes, compra de suministros necesarios para instituciones estatales.

Para intentar salir airosos de sus fechorías, cubren sus acciones otorgando ayudas directas y programas sociales en barrios y ciudades, facilitando recursos a pequeñas y medianas empresas, y construcción de viviendas populares de bajo costo.

Los gobiernos dirigidos por políticos en República Dominicana no han sido los más eficientes. La corrupción administrativa ha sido por tradición el talón de Aquiles cuando de administrar el Estado se trata.

Cuando la oportunidad ha llegado en los empresarios para dirigir los destinos de la nación, estos no han podido erradicar dicho mal al darse cuenta de que es un cáncer difícil de erradicar por haber hecho metástasis en todo el aparato gubernamental.

Los pocos que han gobernado lo han hecho aplicando medidas paliativas que mejoran la gravedad de la enfermedad, pero que no curan y que lamentablemente aunque dicen estar vacunados salen infectados.

Observando los dos últimos gobiernos sucedidos aquí, en los Estados Unidos entre el expresidente Joe Biden, del Partido Demócrata, y el presidente Donald Trump, del Partido Republicano, podemos señalar algunos tópicos interesantes.

En términos generales, fue un desastre la política económica de Biden, que gobernó Estados Unidos entre 2020-2024. Entregó a su sucesor una deuda pública superior a los 36 billones de dólares, destacándose además como un político guerrerista, promotor de conflictos bélicos internacionales.

Biden pareció no ser la persona que dirigía los destinos de EEUU, sino un politburó de varios influyentes colaboradores miembros de su gabinete en la Casa Blanca.

Así lo reseñan los periodistas Jake Tapper y Alex Thompson en su nuevo libro salido al mercado recientemente, titulado Pecado original (Original Sin, en inglés).

Donald Trump, como empresario de bienes raíces ha tenido éxito. Por sus actividades en la inversión privada logró ser sindicado por la revista Forbes en 2016 como la persona más rica del mundo.

Incursionó en la política en el año 2000, y llegó a la Presidencia al ganar las elecciones de noviembre de 2016.

En ese primer mandato (2016-2020), fue un político impredecible e inexperto, contrario a sus conocimientos como empresario.

Hoy, en un segundo período de mandato, intenta aplicar una visión diferente como forma de enmendar los errores del pasado. Ahora es más empresario que político. De ahí que todas las medidas económicas que está aplicando son para salvar a un país en bancarrota.

Su dura política de incrementar los aranceles a las importaciones le ha ganado desafectos a nivel global, porque afecta la economía de muchos países.

Independientemente de muchos desacuerdos, los estadounidenses saben que Trump está tratando de enderezar la economía del país, contra viento y marea.

Sin haber cumplido un año administrando los bienes de los EEUU, Trump ha establecido la diferencia con respecto a su administración anterior y frente a Biden.

No es un político guerrerista y despilfarrador de los fondos federales, sino un empresario que busca implementar un intercambio de negocios más justo, por la salud económica de los EE.UU. con su política empresarial “Make America Great Agains”.

Rafael Gómez

Periodista

Rafael Gómez, periodista dominicano. Residente en los Estados Unidos.

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