En el agua

Tengo muchos viejos recuerdos, el más lejano se remonta al momento en que sentí por primera vez que flotaba placenteramente en un reducido, oscuro y misterioso espacio.

Tal vez por eso es que me siento tan feliz cuando estoy en el agua.

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Maternidad

Tú sudas a chorro, sientes que se te desgarran las entrañas, y en medio de ese trance te gritan una y otra vez:

—Puja, puja, más fuerte, ya viene…

Y tú, sin saber de dónde sacas las fuerzas, te decides a morir para dar la vida.

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A destiempo

Me tomó mucho tiempo entender que no fue que me hicieron mujer a los trece años, sino que fue a esa edad que me robaron la niñez.

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Sentencia

Así argumentó el juez su decisión de absolver al acusado: “aquí no hay problema, las mujeres, son como las leyes, están hechas para ser violadas”.

El violador sonrió a carcajadas. La víctima se tragó las lágrimas para ahogar en ellas la desdicha de ser mujer.

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Justicia divina

Delante del paredón, se le preguntó al condenado cuál era su último deseo.

—Que la voluntad de Dios coincida con la mía.

—¿Y se puede saber cuál es tu voluntad?

—Pregúntaselo a Dios —dijo, mirando el cielo encapotado.

Detrás, vino el destello, seguido de un estruendo ensordecedor, mucho más fuerte que un disparo.

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Ilusión

Viajaba junto a mí una difusa mancha oscura que se hacía más corta y densa a medida que el sol ganaba altura en el cielo.

—Es mi sombra —digo para mí, como si algo desconocido hubiera descubierto.

Pero enseguida me corrijo.

—En verdad, ni mi sombra es mi sombra ni yo soy yo. La realidad no es real, es una ilusión.

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Somos tres

En uno de esos caminos polvorientos del Estado de Guerrero se le pinchó una goma al viejo jeep que conducía.

El sol ardía como brasa.

—¡Joder!, lo que faltaba.

Me bajé rápidamente a cambiar la goma, antes de que el inclemente sol me friera como un huevo en medio de la carretera.

De súbito, se me acercó un jovenzuelo con un ancho sombrero de paja que le daba tanta sombra como el árbol que me hubiera gustado tener cerca en aquel desolado lugar.

—¿Profesor, necesita ayuda?

—¿Cómo sabes que soy profesor?

—Es lo que usted parece.

—Somos tres, el que creemos que somos, el que parecemos que somos y el imposible de precisar —murmuré, mientras desmontaba la goma.

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El inmigrante

Vaya suerte la mía, tocarme vivir en este extraño y lejano país, que no elegí ni me eligió.

De tocarme elegir, me hubiera quedado en Chilpancingo, entre los míos.

Y si a los de aquí les hubiera tocado elegir, de seguro que se hubieran decantado por un nórdico, no por mí.

Pero aquí estoy, contra mi voluntad y su voluntad, tratando de adaptarme a una nueva vida, como si tuviera derecho a más de una.