La posibilidad de una Tercera Guerra Mundial parece haberse atenuado, por ahora, tras las recientes negaciones de paz entre Estados Unidos y Rusia, destinadas a poner fin al conflicto entre Ucrania y Moscú. Estas conversaciones, celebradas en Riad, han suscitado tanto esperanza como controversia en la comunidad internacional.
Uno de los aspectos más debatidos es la exclusión de Ucrania y la Unión Europea de las negaciones. El presidente ucraniano, Volodimir ZelensKi, ha enfatizado que “no pueden tomarse decisiones sin Kíev sobre cómo terminar la guerra en Ucrania”, mientras, por su parte, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha asegurado que “nadie excluye a Ucrania del proceso”.
La postura de Estados Unidos bajo la nueva administración de Donald Trump ha generado inquietudes entre los aliados tradicionales europeos. El magnate Trump ha optado por normalizar las relaciones con Rusia, excluyendo a la Unión Europea y a Ucrania de las conversaciones de paz, lo que ha debilitado la confianza transatlántica y ha puesto en entredicho la seguridad europea.
En respuesta, Europa se ha visto obligada a replantear su estrategia de defensa. La desvinculación de Estados Unidos ha evidenciado la necesidad de una mayor autonomía europea en materia de seguridad. Un informe reciente señala que Europa requiere una inversión adicional de 250.000 millones de euros anuales y un incremento de 300.000 soldados para garantizar una defensa efectiva.
Mientras tanto, el Reino Unido ha asumido un papel proactivo, declarando su disposición a enviar tropas a Ucrania para garantizar la seguridad de Kiev en caso de un acuerdo de paz con Rusia. Esta iniciativa ha generado divisiones en Europa, con países como Suecia apoyando la medida, mientras que otros, como España y Alemania, se muestran reticentes.
A pesar de las tensiones y desafíos, las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia han reducido, al menos temporalmente, la amenaza de una escalada global. Sin embargo, la exclusión de actores clave y la falta de consenso en Europa subrayan la complejidad de alcanzar una paz duradera y estable en la región.
Los grandes Halcones y amos del mundo, como se les conocen a ese grupo guerrerista, estaban preparándose para una guerra que involucrara a ocho mil millones de habitantes del Planeta Tierra, en un conflicto con armamentos nucleares, pero limitada (armas tácticas, les llaman).
En el artículo publicado en Acento, por quien subscribe, con el título ¿“Se producirá la tercera guerra mundial” ?, indicaba que eso era un despropósito total, un imposible. No hay guerras nucleares “limitadas”. De librarse una guerra atómica con apenas un pequeño porcentaje de la capacidad destructiva actual (alrededor de 12 mil misiles, el 90 por ciento de ellos repartidos entre Rusia y Estados Unidos), la destrucción de toda forma de vida estaba asegurada. Si no es por la muerte instantánea en el momento de recibir los impactos, la lluvia ácida provocada por las posteriores nubes radiactivas, y el prolongado infierno nuclear (noche permanente por al menos una década) que terminaría con toda la vida sobre el Planeta Tierra por la falta de luz solar”.
¿Cuál es el objetivo de esta guerra en Ucrania, se preguntaba el presidente de Croacia, Zoran Milanovic, respondiéndose en un llamativo acto de honestidad: ¿Derrotar a una superpotencia nuclear luchando en sus fronteras? ¿Se puede derrotar a un Estado así con armas convencionales?
Nos encontramos antes un negocio redondo para algunos occidentales y una soberbia monumental, usando al pueblo ucraniano de un modo vergonzoso, llevando a la muerte al menos unos 800 mil de ellos de sus habitantes, en un primer cálculo conservador. De hecho, Kiev ya no tiene soldados para seguir peleando, por lo que está incorporando para la guerra a mujeres y poblaciones de tercera edad.
La guerra en Ucrania ha generado un inmenso sufrimiento humano y la destrucción de infraestructura vitales, dejando a millones de personas desplazadas y vulnerables. Poner fin al conflicto es imprescindible para detener la escalada de violencia que no solo afecta a la región, sino que también amenaza la estabilidad global.
Además, la prolongación de la guerra alimenta tensiones internacionales que podrían derivar en conflictos de mayor envergadura, debilitando la seguridad colectiva y poniendo en riesgo la paz en todo el mundo.
Terminar con la guerra permitiría iniciar un proceso de reconstrucción social y económico en Ucrania, ofreciendo la posibilidad de recuperar la normalidad y mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos. Asi mismo, el establecimiento de una paz duradera favorecería el restablecimiento de la confianza entre naciones, abriendo paso a acuerdos diplomáticos que contribuyan a resolver disputas de manera pacifica y a fortalecer el orden internacional.
En definitiva, cesar el conflicto es un paso crucial para garantizar un futuro más seguro y prospero tanto para la región como para la comunidad global.
Compartir esta nota