La serie estrenada en marzo de este mismo año 2025 titulada Adolescente a través de la plataforma Netflix, definitivamente se ha hecho “viral”, como suele decirse hoy. No es un tema nuevo para quienes trabajan o han trabajado con esa población, aunque sí hay que decir, que presenta cuestiones del tema con un fuerte dramatismo.

La adolescencia, período de la vida caracterizado por cambios importantes en los ámbitos físicos -marcados por procesos hormonales-; psicológico -preocupaciones por la imagen y autoestima, cambios en el humor y emocionales-; social -frente a los padres, amigos, la sociedad en general-, y cognitivo -desarrollo del pensamiento abstracto, sentido de sí mismo, etc.

Varias teorías en las ciencias psicológicas buscan explicar este período de la vida que marca la entrada hacia la vida adulta. Una de ellas, la de Erick Erikson la define como un período de crisis de identidad en que los jóvenes están frente al reto de construirla, a partir de las autopercepciones y de las relaciones con los demás.

La serie es la historia de un joven, Jamie Miller, que se ve envuelto directamente en el homicidio de una compañera de estudio, provocando su arresto, pasada la medianoche, precedido de una intervención abrupta y muy intensa de la policía en su casa, que conmueve y conmociona a sus padres y hermana, como se ha de imaginar.

Llevado a la comisaría y en un primer momento mostrarse sorprendido del hecho que se le imputaba, al mismo tiempo que negando que él hubiera cometido el mismo, se inicia un proceso intenso de interrogatorio, una vez asignado el abogado para su defensa y él aceptar que fuera su padre quien lo acompañara en el mismo.

Situada en el contexto familiar y escolar británico, hace una rápida radiografía de la vida de estos jóvenes, principalmente en el marco de la escuela, en la cual la carencia de disciplina, la falta de autoridad y referentes es notable, como incluso la injerencia policial en ambos escenarios sin mediar un protocolo ético concreto evidente.

Como obra de arte, provoca la reflexión más allá de su propio contenido y propósito, cargada de intriga y mucha tensión por la intensa actuación de los jóvenes, sobre todo la del propio Jamie Miller, algunos de sus compañeros de estudio, como sus padres, la policía y otros personajes (cabe destacar la de la terapeuta).

Pienso que el tema fundamental no es el crimen cometido, sino la de una cultura y una época que nos envuelve, con más o menos intensidad a todos, y en la cual estamos presa del individualismo y, por tanto, la desvalorización del otro, como la pérdida del sentido de la vida más allá de nuestros propios deseos e impulsos.

Para mayor realismo, la serie nos sumerge en un submundo subterráneo en las redes sociales conocido como la manosfera, expositor de un discurso de alto contenido de odio y violencia, sobre todo hacia las mujeres, los cuales son de alto consumo por adolescentes y adultos.

La evocación de términos como incel o célin (celibato involuntario) para referirse a esa subcultura que crece y expande en foros y comunidades virtuales, principalmente de hombres que se dicen incapaces de tener relaciones románticas y sexuales con mujeres, tal y como desean, se hace presente.

Las discusiones en estos foros llegan a caracterizarse por el resentimiento, la misantropía, la misoginia y apología de la violencia contra las mujeres y contra hombres que se suponen sexualmente activos. Ahí están los trabajos de Zack Beauchamp (2018) y Lulu García Navarro (2018) acerca del tema.

Se dice que esta subcultura está vinculada con la llamada derecha alternativa y la ideología neonazi. (Eva Gómez Fernández, 2023) y mucho peor aún, se vincula con ataques y asesinatos en masa desde 2009, por hombres autoproclamados como inceles. Hay varios trabajos publicados desde 2018 a la fecha sobre el tema.

La primera referencia es un blog creado por una joven estudiante universitaria canadiense conocida como Alana (1997), llamado “Proyecto de celibato involuntario de Alana”, para personas de ambos sexos que quieran compartir sus ideas y experiencias de soledad o que, por diversas razones, nunca hubieran tenido relaciones sexuales, así fuere desde hace mucho tiempo.

Dice haber abandonado el sitio al descubrirse como transgénero, pasándolo a un “extraño”. Luego de los asesinatos de Isla Vista (California) en el 2014, expresó su malestar con el cambio en el uso de su intención de ser una comunidad inclusiva para toda persona privada de sexo, al de incentivo de violencia contra la mujer.

He escuchado a muchas personas preguntarse ¿qué está pasando con la juventud de hoy? ¿Es que no tienen valores? Sin desmeritar en un primer momento esas preguntas, pienso que deberíamos preguntarnos los adultos ¿Qué hemos hecho nosotros? ¿no son ellos “nuestra obra”? ¿qué fue lo que hicimos mal o dejamos de hacer?

Toda nueva generación se enfrenta a los esquemas de comportamientos, actitudes y valores de las generaciones que le precedieron con más o menos intensidad. En su enfrentamiento, la nueva generación tiene un gran potencial para su crecimiento y desarrollo tanto individual como social, como señala el propio Erickson.

Ahora bien, la incorporación de la mujer al trabajo cambió el modelo de familia; antes el hombre era principalmente el proveedor y la mujer la encargada de la casa y la educación de los hijos. No digo que ese modelo fuera mejor o peor, solo que era otro modelo de familia, con sus características y particularidades, pero con roles claros.

El cambio de modelo de familia, la irrupción de la tecnología digital en la vida cotidiana y en los hogares, unido a una real desestructuración de la familia, acudimos a unos procesos en nuestros hijos marcados por la soledad y la exposición sin límites a las redes sociales en el marco de una hipersexualidad exorbitante.

La madre de Jamie se recriminaba con amargura de no saber a qué estaba expuesto su hijo encerrado en la habitación. El hogar en los términos planteados en la película -no distante de nuestra realidad en la clase media y media alta-, de ser un lugar de protección pasó a ser un espacio de riesgo para niños, niñas y jóvenes.

Mi acercamiento a jóvenes de clase media y baja de nuestra ciudad de Santo Domingo, me han permitido recabar evidencias más complicadas aún: violencia psicológica, verbal y física, como incluso abuso sexual. Algunos de estos jóvenes me decían sentirse más protegidos en la escuela que en su propia casa.

¿Qué hacer?, sería la pregunta de rigor.

Sin pretender volver al pasado, eso sería imposible, busquemos y desarrollemos estrategias que permitan a nuestros niños, niñas y jóvenes crecer y desarrollarse en ambientes saludables, tanto en la casa, como en los centros educativos. No basta con los golpes de pecho en un “acto de contrición”, aunque quizás deberíamos de hacerlo.

La familia y la escuela, apoyados por políticas públicas definidas al respecto, deben buscar las mejores alternativas para crear todos los espacios necesarios que aseguren el desarrollo de una vida más positiva y saludable, para esas generaciones que van emergiendo, pero incluso, para todos, en sentido general.

Para que el potencial de la irrupción de los jóvenes pueda desembocar en ideas nuevas y acciones transformadoras debe estar respaldados de dichas políticas públicas, que les permita a ellos recuperar lo bueno de lo construido históricamente y sobre ello, aportar su nueva impronta, sus nuevos sueños y proyectos sociales y políticos.

La vida social y sus espacios en nuestras ciudades deberían estar más definidos poniendo como centro a la familia y su recreación, el desarrollo de relaciones sociales basadas en el bienestar y el disfrute colectivo. Incluso, ¿qué hacemos con premiar lo burdo y lo grotesco, gastando millones de pesos en espectáculos lamentables?

No es en los niños, niñas y jóvenes que debemos buscar las respuestas a los problemas que estos viven, es en nosotros, en nuestras actitudes y comportamientos plagados de una doble moral, en que a la luz del día nos damos golpe de pecho, mientras en la oscuridad y la trastienda promovemos el descaro y la desvergüenza.

Hay ejemplos recientes de eso último donde se invierten millones de pesos reconociendo, visibilizando y hasta premiando lo que a todas luces no hace más que fomentar lo inmoral o si prefieres, una vida despojada de todo principio moral y ético, cuestiones fundamentales para una sociedad en que impere el bienestar de todos.

Julio Leonardo Valeirón Ureña

Psicólogo y educador

Psicólogo-educador y maestro de generaciones en psicología. Comprometido con el desarrollo de una educación de Calidad en el país y la Región.

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