Quisimos tomar el cielo por asalto y no pasar del pazo de las Américas.
Entre el cielo y nosotros, Meteorología.
Me veo hasta 1989 en una foto fuera de foco. ¡Fotos, al fin! Ahí estamos los compañeros, compañeritos y compañerazos, con rostros adustos, de estatuas estalinistas y afiches kim-il-súngicos. Están los chiquitos en serias jornadas de alfabetización en la Nicaragua sandinista, desde Estelí hasta Matagalpa. Están los peces grandes, abriéndonos los caminos que de verdad Abraham no pudo nunca abrir, por más y que las aguas del Mar Rojo -¿era rojo?- se dividieran en dos. Fafa nos advierte de la “Revolución inminente”, cuando en realidad era inmanente. Narciso, con su eterno rostro de niño más que avispado en la primera fila del Colegio Calasanz, parpadeando y casi gageando, advirtiendo de alguna trama de la narco-política-pelótica local, y de paso, la oligarquía entreguista criolla, ¡oh Dios mío! Los hijos de Bosch, como mosquitos, o arañas, la vocecita proto-cubana de Danilo y los bigotes ahora esfumados de Leonel, aleccionando sobre males y bienes, antes de que los hermanitos y compañerosazos se lleven todos los bienes por delante y se transformaran en puros malos.
Me veo dentro del peor círculo de tiza caucásico: en la UASD, un espacio donde hasta los árboles despiden sombras mediocres, con profesores que ya en los Ochenta -me pasó a mí-, dejaban sus clases el viernes para ir a cantar en el Taquito, un antro en la calle Nouel, donde el viejo líder Roberto Santana nos reclamaba a toda voz que esperaran, ¡Que la nave del olvido no ha partido, que no condenemos al olvido lo vivido, espera!
A veces tu pasado se asienta en una sábana corroída que aspira al estado de alfombra.
Lo que te queda por delante es la revelación de toda aquella podredumbre que se convirtió en estatua de sal.
Ahora son nuevos los tiempos. Lo sabemos. René del Risco nos lo había advertido. Por eso seguramente se cumplieron sus miedos de morirse a los 35.
Ahora hay que cuidar a los nietos en La Florida, celebrar que hablen mejor el inglés que el español en California, toparse con viejos colegas en las góndolas de comida animal, porque hay que cuidar a Billy, el perro de siempre, o en los espacios a la comida con escaso colesterol o para alérgicos a la lactosa.
Ahora nos queda celebrar el triunfo de la Selección Dominicana de Basquetbol frente a Cuba en 1977 y asistir puntualmente a la sala C o H de Blandino, cuando cae un compañero.
¡Y qué domingos aquellos en los 80, cuando teníamos que cuidar el local con un cachafú entre las manos, cuando hablábamos de “penetración cultural” y advertíamos sobre los sectores retrógrados! ¡Ahora ya no hay reacciones!
Pero también había notas optimistas, cuando no casi búdicas: como cuando Hugo regresaba de Cuba y Eduardo decía que al fin había aprendido a hacer café. ¡Hugo como metáfora de lo que perdimos! Hugo alimentándonos con los casetes de los últimos conciertos de Silvio en el Yara o en el Karl Marx. La nave espacial de Los Pérez, qué encanto, con Vianco en la sala, leyendo a escritoras rubias españolas, que sería su punto esencial de acción intelectual, hasta el final de los tiempos.
De esos ejercicios proustianos naturalmente que rescato palabras hermosas que ya se esfumaron, porque ya nadie habla de “mundillo”, “bulto”, y la palabra “compañero” sólo se utilizará en los cumpleaños de Narciso, que históricamente han relevado a los cumpleaños del Gordo Oviedo, que sí que eran críticos, con todos los revolucionarios de pacotilla alrededor, con ricas paticas de cerdo, chicharrones, las viudas heroicas que lo sabrás, pequeño. saltamontes, a partir de las 12 se convertirán en viudas eróticas.
Y así llegamos a estos tiempos de Fukuyamas y última gira de Sabina, de preguntarnos quién será el próximo inquilino de la sala C o H de Blandino, mientras yo los espero en sitios inhóspitos para celebrar el libro, nuestros libros, lo único que nos queda: esas páginas con palabras hermosas,
Compartir esta nota