Cada 5 de diciembre, el mundo celebra el Día Internacional de los Voluntarios, una fecha instituida por la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) en 1985 con el propósito de reconocer a millones de personas que dedican su tiempo, energía y talento al bienestar colectivo. Esta celebración invita a reflexionar sobre el poder transformador de la participación ciudadana en un tiempo donde los desafíos globales reclaman más solidaridad, empatía, cooperación y sentido comunitario.

El voluntariado no surge de la obligación, sino del compromiso ético con el prójimo.  Es la expresión más noble de la solidaridad humana. En barrios, escuelas, liceos, colegios, hospitales, clínicas, centros comunitarios, instituciones académicas, zonas urbanas y rurales o plataformas digitales, los voluntarios responden a necesidades reales sin esperar recompensas materiales y convirtiéndose en un servicio que nace del corazón.

Esta fecha busca visibilizar su trabajo, agradecer su entrega y reafirmar que la construcción de sociedades fuertes no depende únicamente de las políticas públicas, sino también de la participación activa y desinteresada de la ciudadanía.

A lo largo del tiempo, el voluntariado ha demostrado ser un puente entre personas, culturas y generaciones. En momentos de crisis climáticas, desastres naturales, pandemias, conflictos humanitarios o desigualdades sociales, los voluntarios han sido la primera mano extendida para acompañar, asistir, educar y reconstruir.

La Agenda 2030 reconoce el valor fundamental de los voluntarios como aliados estratégicos en la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Su labor contribuye de manera directa a metas esenciales como la erradicación de la pobreza, la educación inclusiva, la reducción de desigualdades, la igualdad de género, la salud comunitaria, la sostenibilidad ambiental y la paz.

En ese sentido, el voluntariado es una fuerza social que fortalece la gobernanza participativa, acompaña procesos de resiliencia comunitaria y ofrece respuestas rápidas y humanas en situaciones donde los recursos institucionales no siempre alcanzan.

Vivimos en una época en la que la tecnología y la globalización generan oportunidades, pero también profundizan brechas. El voluntariado se convierte, entonces, en un espacio de encuentro y humanización, resaltando su importancia en sociedades que enfrentan desafíos cada vez más complejos.

A través de programas de apoyo académico, orientación juvenil, alfabetización digital, intervenciones ambientales, promoción cultural y acompañamiento emocional, el voluntariado genera cambios reales y duraderos. Del mismo modo, fomenta la construcción de ciudadanía, la responsabilidad social y la cohesión comunitaria.

En los contextos universitarios, como ocurre en instituciones emblemáticas del país, el voluntariado representa además un componente formativo esencial. Los estudiantes no solo desarrollan competencias profesionales, sino también sensibilidad social, pensamiento crítico y ética de servicio: valores indispensables para cualquier sociedad que aspire al desarrollo.

El legado del voluntariado se escribe todos los días con gestos concretos: una clase impartida, un árbol sembrado, un instrumento cultural compartido, un alimento donado o un acompañamiento emocional en momentos difíciles. Son acciones que, aunque individuales, crean ondas expansivas capaces de transformar comunidades enteras.

Históricamente, los movimientos voluntarios han impulsado campañas de alfabetización y educación integral, jornadas de salud comunitaria, apoyo psicosocial, proyectos de reconstrucción tras desastres, iniciativas de derechos humanos, movimientos culturales, intervenciones ambientales, actividades artísticas, culturales y deportivas, así como brigadas de construcción sostenible y apoyo a poblaciones vulnerables. Este acumulado de acciones demuestra que el voluntariado es una fuerza social que construye memoria, identidad y progreso.

Además, deja un legado emocional y moral: inspira a nuevas generaciones a servir, a asumir el compromiso ciudadano y a comprender que la verdadera transformación se forja desde la participación activa.

Ser voluntario es una filosofía  de vida y una escuela permanente. Quien sirve aprende a escuchar, a trabajar en equipo, a valorar la diversidad, a comprender el dolor ajeno y a reconocer las fortalezas colectivas. Asimismo, consolida competencias éticas como la responsabilidad, la integridad, la empatía y el liderazgo con sentido humano.

Este aprendizaje no termina en la acción puntual; se convierte en un modo de ser que influye en la trayectoria personal y profesional. Por ello, muchas instituciones impulsan programas de voluntariado como parte integral de la formación ciudadana. En consecuencia, el voluntariado es una experiencia educativa y profundamente ética.

La celebración del 5 de diciembre es un llamado mundial a la acción solidaria. Nos invita a renovar la convicción de que el servicio voluntario no es simplemente ayuda, sino una manera concreta de construir futuro: un futuro basado en la justicia social, la cooperación y la dignidad humana.

En la actualidad, frente a retos que van desde el cambio climático hasta las migraciones masivas, desde la pobreza estructural hasta las tensiones sociales emergentes, el voluntariado aparece como una respuesta ética y participativa capaz de iluminar caminos de esperanza.

El Día Internacional de los Voluntarios es una ocasión para agradecer, reconocer y celebrar a quienes siembran futuro y dedican su tiempo a hacer del mundo un lugar mejor. Su labor constituye un legado que trasciende generaciones y fortalece la humanidad en su conjunto.

Esta celebración nos recuerda que cualquier persona, desde su realidad, su talento y su vocación, puede contribuir a cambiar vidas y a construir futuros posibles.

Honrar a los voluntarios es honrar la esencia del servicio, la solidaridad y la empatía. Y es reconocer que, gracias a ellos, la humanidad sigue encontrando motivos para creer en la esperanza.

Muchas felicidades para todos los voluntarios del mundo. ¡Enhorabuena!

Víctor Ángel Cuello

Docente UASD

Publicista, docente universitario y dirigente social. · Docente de la Escuela de Crítica e Historia del Arte de la Facultad de Artes, UASD. · Asistente técnico de la Vicerrectoría de Extensión, UASD. · Miembro activo de organizaciones de servicio social y comunitario.

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