El Ministerio de Educación con apoyo de UNICEF, celebró una jornada sobre salud mental en el entorno escolar para técnicos y docentes de las direcciones regionales 4, 10 y 15. El encuentro tuvo lugar en el Salón Rev. Padre Ramón Alonso de la Universidad Católica Santo Domingo, los días 2 y 3 de diciembre.
Fue esperanzador encontrar un público interesado, atento y reflexivo sobre cómo la escuela juega un rol fundamental para la promoción de la salud mental en estudiantes, docentes, personal administrativo, familias y comunidad. Este tipo de iniciativas refleja un compromiso progresivo del sistema educativo dominicano con la salud mental como eje transversal de la calidad educativa.
La salud mental se considera esencial para el bienestar humano y es un requisito indispensable para el aprendizaje, la convivencia y el desarrollo integral, porque estos están determinados por las capacidades emocionales, cognitivas y sociales de los niños, niñas y adolescentes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022) define la salud mental como “un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, trabajar de forma productiva y contribuir a su comunidad.” Esta definición pone énfasis en la capacidad de adaptación, la creatividad y la participación social, y no se limita a resaltar patologías.
Según la UNESCO (2017), promover la salud mental en la escuela implica crear entornos protectores, afectivos y participativos, en los que cada estudiante pueda desarrollar su autoestima, autonomía y sentido de pertenencia. De esta forma, la escuela se constituye en un ecosistema de desarrollo emocional y social, donde se construyen las bases del bienestar psicológico y se previenen las condiciones que pueden derivar en sufrimiento mental o exclusión.
UNICEF afirma que la escuela brinda estabilidad para la vida cotidiana, ofrece un entorno seguro físico y emocional. Frente a las desigualdades sociales, económicas y emocionales, la escuela tiene un efecto compensatorio donde niños, niñas y adolescentes pueden establecer vínculos, recibir reconocimiento, ser escuchados y tener oportunidades de desarrollo.
Además, la escuela provee protección (detecta riesgos, previene daños y activa redes de apoyo) y facilita el desarrollo emocional fomentando habilidades como la empatía, la resolución de conflictos, la tolerancia a la frustración y la construcción del proyecto de vida. Este enfoque reconoce al docente no solo como transmisor de contenidos, sino como agente clave de cuidado, detección temprana y promoción del bienestar socioemocional.
De igual manera, la escuela contribuye a formar ciudadanos conscientes de sus derechos y responsabilidades, promoviendo la igualdad, la inclusión y el respeto a la diversidad. La educación en derechos contribuye a prevenir la naturalización de la violencia, la sumisión y el silencio, favoreciendo el empoderamiento emocional y social del alumnado.
Asimismo, la escuela es un espacio de coordinación intersectorial para conectar educación, salud, protección social, familia y comunidad, revelándose como un punto estratégico para la detección e intervención oportunas. Esta coordinación permite articular respuestas coherentes ante situaciones de riesgo psicosocial, evitando la fragmentación de la atención. De tal forma, puede mitigar los efectos del estrés crónico, la pobreza, la violencia o la exclusión, fortaleciendo la autoestima, el sentido de competencia y la esperanza de futuro.
Asumir la salud mental como un derecho humano y colectivo implica trascender el asistencialismo y avanzar hacia una ética del cuidado, el respeto y la corresponsabilidad. La escuela, como cotidiano de socialización y aprendizaje, tiene el potencial de convertirse en un entorno protector, inclusivo y transformador. Iniciativas como este seminario constituyen pasos significativos hacia una educación que no solo instruye, sino que cuida, repara y dignifica la experiencia humana.
Compartir esta nota