Una etapa neutralizada, dos recortadas, un corredor retirado, un cambio de uniforme en plena carrera, un pelotón unido en la promesa de exigir seguridad y amenazas que no cesan. La Vuelta a España se ha convertido en escenario de encendidas protestas a favor de Gaza y de la causa palestina, pero no es el único, y la conversación sobre eventuales sanciones a Israel comienza a tomar forma en el deporte.
La Vuelta a España celebra este año 90 años de vida, desde que nació en 1935 como una carrera de 14 etapas entre Madrid y Valladolid. Ahora se prepara a cumplir el recorrido contrario en su recta final, de Valladolid a la capital, en medio de una circunstancia que nunca ha vivido en su historia: la suspensión de etapas debido a protestas.
El Tour de Francia sí ha tenido que detener, completa o parcialmente, varias etapas, por la irrupción de activistas de distintas banderas, y las protestas de dos defensores de la causa palestina amenazaron este año un tramo del Giro de Italia, pero en la Vuelta, eso jamás había ocurrido, hasta ahora.
Las manifestaciones propalestinas han tenido un efecto devastador en la tercera gran prueba del calendario ciclístico mundial. El rechazo a la presencia del Israel-Premier Tech, equipo propiedad de un cercano aliado de Benjamin Netanyahu, Sylvan Adams, ha trastocado casi todas las etapas, incluso después de que la escuadra borró el nombre del país de su uniforme.
Cronología del rechazo
El primer gran desafío a la seguridad de la Vuelta se produjo durante la contrarreloj por equipos, la quinta etapa, cuando un grupo de manifestantes salió al paso del Israel-Premier Tech con el propósito de detener su marcha, mientras mostraba pancartas y gritaba consignas.
El director deportivo del cuadro, Oscar Guerrero, confesó a mitad de la Vuelta que ya ha “normalizado” que lo llamen asesino, y reveló que ha tenido que lidiar con las consecuencias del rechazo en algunos de sus corredores, uno solo de los cuales es israelí, Nadav Raisberg.
Guerrero relató que uno de los ciclistas había pasado media hora encerrado llorando luego de soportar gritos, insultos y escupidas durante un recorrido.
Dos corredores de otros equipos ya han sido afectados por las manifestaciones. Simone Petilli, italiano del Intermarché-Wanty, sufrió una caída sin mayores consecuencias en la décima etapa, por activistas que salieron al paso del pelotón.
Javier Romo del Movistar, abandonó el 9 de septiembre, adolorido por las heridas sufridas dos días antes cuando tropezó con un efectivo de la Guardia Civil que intentaba evitar la irrupción de un manifestante.
La undécima etapa terminó sin ganador, primer tramo sin podio en la historia de la Vuelta, y la décimo sexta (ganada por el colombiano Egan Bernal) fue recortada en ocho kilómetros, eliminando la llegada en alto en Pazo de Mos por la acción del colectivo propalestino que se apostó tres kilómetros antes de la meta original.
La modificación descartó una importante posibilidad de producir cambios en la general, al anular la llegada en un puerto de segunda categoría.
Como era de esperarse, el anuncio del Israel-Premier Tech de que eliminaría el nombre del país de su indumentaria y de los vehículos de asistencia fue insuficiente, y no aplacó las protestas, que se mantuvieron activas en todas las salidas y a lo largo del trayecto.
La contrarreloj individual de Valladolid este 11 de septiembre, ganada por el italiano del Ineos Grenadiers Filippo Ganna, también tuvo que modificar su recorrido, que originalmente era de 27,2 km, y llevarlo a un explosivo trayecto plano de 12,2, que ayudó al portugués Joao Almeida a recortar diferencias con respecto al líder Jonas Vingegaard.
La coyuntura ha desplazado el interés de lo meramente deportivo, pero eso no ha evitado que Vingegaard muestre su simpatía por la causa de los colectivos, mientras el resto del pelotón evita las preguntas al respecto.
“La gente protesta por alguna razón. Es terrible lo que está pasando. Quienes protestan lo hacen aquí porque necesitan un foro donde ser escuchados, que los medios les den espacio. Pienso que simplemente están desesperados por ser escuchados”, declaró ante la televisión danesa al término de la décimo quinta etapa.
Pero esa no es necesariamente la posición de todo el pelotón. Antes de la salida de la décimo séptima etapa, hubo una reunión con representantes de todos los equipos, donde los corredores acordaron que en caso de nuevos disturbios violentos que los afecten, no seguirán compitiendo.
Más allá de la carretera
El rechazo a la participación del Israel-Premier Tech en la Vuelta a España está vinculado de manera indisoluble con su propietario, el empresario canadiense Sylvan Adams, que se autodenomina “embajador global de Israel” y que ha sido acusado de tratar de blanquear la imagen del gobierno de su amigo Benjamin Netanyahu a través del deporte.
Pero no se circunscribe únicamente su divisiva figura, porque las protestas contra Israel se han repetido en muchos otros escenarios deportivos, que reproducen el malestar por casi dos años de ataques que han reducido prácticamente a cenizas la Franja de Gaza, y han causado la muerte de más de 64.000 personas, de acuerdo con las cifras del ministerio de Salud del enclave.
El 8 de septiembre, Italia visitó a Israel en la sede neutral de Debrecen, Hungría, para un partido de la eliminatoria europea de cara a la Copa del Mundo de fútbol de 2026, y varios de sus aficionados se pusieron de espaldas a la cancha mientras sonaba el himno israelí.
La selección de baloncesto de Israel participó en medio de estrictas medidas de seguridad en el Eurobasket, donde llegó gasta los octavos de final, luego una primera ronda en la que ganó tres de sus cinco partidos, incluyendo uno contra el subcampeón olímpico Francia.
De acuerdo con el diario local ‘Israel Hayom’, los jugadores recibieron indicaciones de no circular con indumentaria que los identificara.
Además, la federación tuvo problemas para organizar partidos amistosos de preparación, porque varios clubes y selecciones prefirieron no comprometerse, por temor a que el duelo fuera visto como una toma de posición política a favor de los ataques contra Gaza.
En el tenis, la federación canadiense decidió jugar a puertas cerradas la serie de Copa Davis con Israel entre el 12 y el 13 de septiembre en Halifax, por lo que definió como “crecientes preocupaciones de seguridad”.
Las 1500 entradas que habían sido adquiridas hasta el momento del anuncio serán reembolsadas. La entidad reveló que la decisión se tomó con el visto bueno de la federación internacional (ITF), con base en datos de inteligencia de autoridades locales y nacionales, pero también ante las “interrupciones” presentadas en otros eventos, como la Vuelta.
El tenis ha vivido ya sus propios episodios de protesta, como las manifestaciones de grupos propalestinos que se quejaron en Wimbledon del patrocinio de Barclays, un banco multinacional británico acusado de tener relaciones con compañías de defensa que actúan como proveedoras de armas de Israel.
¿Un veto es posible?
Las quejas contra la presencia de Israel en eventos deportivos han comenzado a escalar hacia la idea de promover un veto, como el que enfrenta actualmente Rusia por la invasión a Ucrania, o el que se dictó en su momento contra Sudáfrica, en tiempos de la política de apartheid.
Pero la conversación, por ahora, no va más allá del llamado de activistas y manifestantes, y parece no tener eco en las organizaciones deportivas
La Unión Ciclista Internacional condenó las interrupciones a la Vuelta a España que forzaron a la suspensión de la undécima etapa, y emitió un comunicado en el que destacó “la importancia fundamental de la neutralidad política de las organizaciones deportivas dentro del Movimiento Olímpico, así como el papel unificador y pacificador del deporte”.
Esa neutralidad, sin embargo, no ha impedido que la UCI se siga plegando a la recomendación del Comité Olímpico Internacional de que los atletas rusos compitan a título individual, sin representación nacional y bajo la condición de no estar vinculados con el ejército de su país.
En agosto, un grupo de atletas, académicos y activistas de Canadá, que incluía a tres ex relatores de derechos humanos de Naciones Unidas, publicó una carta abierta en la que pedía cancelar la serie de Copa Davis contra Israel, por los “actos consistentes con el genocidio” que el ejército de ese país estaba cometiendo en Gaza.
También en agosto, la UEFA exhibió una pancarta que pedía parar "la matanza de niños y civiles", durante los actos de presentación de la Supercopa Europea en Udine entre el PSG y el Tottehham. No había referencia explícita al enclave palestino, pero dos niños refugiados gazatíes fueron invitados a la ceremonia de entrega de medallas.
Su presidente, Alexander Ceferin confesó que “me mata lo que está sucediendo en Gaza, es insoportable”, y reconoció que la reacción por la invasión a Ucrania había sido “mucho mayor”, pero eso es hasta ahora lo más cerca que ha llegado cualquier dirigente deportivo de comparar los dos casos.
La referencia venía de la misma entidad que días antes había mostrado su consternación por la muerte del “Pelé palestino”, el exjugador de la selección de los territorios Soleiman Al-Obeid, sin señalar que había sido producto de un ataque israelí en la Franja.
Tuvo que elevarse la voz del astro egipcio del Liverpool Mohamed Salah, para preguntar a la UEFA en redes sociales por las circunstancias de la desaparición de Al-Obeid. Hoy son cada vez más las posiciones como la suya, que esperan mayor firmeza por parte de la administración del deporte mundial.
Compartir esta nota