Un movimiento de protesta popular que comenzó en las redes sociales está tomando fuerza con su lema “Bloqueemos todo” (“Bloquons tout”, en francés) en Francia el 10 de septiembre. Los organizadores esperan paralizar el país para protestar contra el plan presupuestario nacional del primer ministro François Bayrou, aunque es posible que el actual Gobierno caiga antes de que comiencen las manifestaciones.

En las redes sociales en Francia, tres palabras han proliferado desde que el primer ministro François Bayrou anunció su plan presupuestario nacional el 15 de julio: “Boicot, desobediencia y solidaridad”.

Detrás del eslogan se encuentra el floreciente movimiento de protesta nacional “Bloqueemos todo” (“Bloquons tout”), que convocó una jornada de protesta el 10 de septiembre con el objetivo de paralizar todo el país.

El colectivo ciudadano, que cuenta con unos 20 organizadores según el periódico francés 'Le Parisien', afirma ser independiente de los partidos políticos y los sindicatos. En las redes sociales X, TikTok, Telegram y Facebook, su mensaje ha cobrado fuerza y sus seguidores comparten imágenes con las etiquetas #10septembre2025 y #10septembre.

El detonante de este descontento generalizado es el plan financiero de Bayrou para 2026, cuyo objetivo es recortar 43,8 millones de euros del presupuesto nacional y reducir el déficit creciente de Francia. Entre las medidas de austeridad más controvertidas se encuentran los planes de eliminar dos días festivos nacionales, congelar las pensiones y recortar 5.000 millones de euros en los gastos en el sistema de salud.

Pero desde que se disparó el apoyo a la protesta, el panorama político francés ha cambiado drásticamente. A finales de agosto, Bayrou solicitó un voto de confianza parlamentario —y a su plan de presupuesto—, que tendrá lugar el 8 de septiembre.

Es casi seguro que el primer ministro perderá la votación, lo que le obligará a dimitir y dejará a Francia, una vez más, sin Gobierno ni plan financiero.

En este escenario, ¿seguirán adelante las protestas del 10 de septiembre? “Sin duda”, afirma Andrew W. M. Smith, historiador de la Francia moderna en la Universidad Queen Mary de Londres. “Si el Gobierno cae el 8 de septiembre, el 10 de septiembre la gente sentirá que la política debe hacerse en las calles. Las protestas se verán aún más envalentonadas por la realidad de una aparente crisis política”.

“Sentirse abandonado”

En una página web creada en el marco del movimiento, y que ya ha sido retirada, el colectivo enumeraba una amplia lista de reivindicaciones, entre las que se incluían una reinversión masiva en los servicios públicos, el fin de los recortes de empleo y el mantenimiento de todos los días festivos.

Pero el Gobierno no es el único punto del descontento de los organizadores. Entre los blancos de la protesta están el boicot a grandes empresas, como Carrefour, Amazon y Auchan, la retirada de dinero de los principales bancos y la “ocupación pacífica de lugares simbólicos”, como edificios administrativos de gobiernos locales y ayuntamientos.

Una publicación en las redes sociales vinculada al movimiento, vista más de 1,5 millones de veces, pide a los simpatizantes que ayuden a “detener la máquina” que está aplastando a los ciudadanos “desgastados e invisibles”.

También dicen: “no pagaremos más, no consumiremos más, no trabajaremos más y mantendremos a nuestros hijos en casa. Nuestro único poder es el boicot total”.

Otras formas de acción sugeridas llaman a la solidaridad, como la creación de fondos de huelga, la organización de asambleas vecinales y el apoyo a los manifestantes que participan en actos de desobediencia civil.

Puede que haya sido la frustración por los planes de recortar dos días festivos lo que haya desencadenado los llamamientos a la protesta, “pero el movimiento es mucho más amplio”, afirma Paul Smith, director del departamento de Lenguas Modernas de la Universidad de Nottingham, en el Reino Unido. “Se ha convertido en una cuestión de gente que se siente abandonada”.

“Piden que la atención política se centre de nuevo en la crisis del coste de la vida y en las personas que se sienten poco representadas por lo que ocurre en la Asamblea Nacional”, añade Andrew W. M. Smith.

Hay ecos de la protesta de los chalecos amarillos (“gilets jaunes” en francés) de 2018, que comenzó con los usuarios de las redes sociales expresando su frustración por el aumento de los precios de la gasolina y detonó protestas callejeras que atrajeron a decenas de miles de personas sentidas por la injusticia económica.

El movimiento de los chalecos amarillos no estaba afiliado a ningún partido político o sindicato específico y no tenía un líder único. Su emblema era, en cambio, el chaleco amarillo fluorescente que la legislación francesa obliga a todos los conductores a llevar en sus vehículos y que los manifestantes vestían durante las protestas.

En cuanto a sus objetivos materiales, el movimiento solo tuvo un éxito parcial, logrando victorias pequeñas pero significativas, como el aumento de las pensiones mínimas.

Hasta ahora, “Bloqueemos todo” solo existe en el espacio digital. Pero su organización de base, la frustración generalizada con las autoridades y su tono combativo siguen el mismo patrón que su predecesor.

Orígenes turbios

Aunque los organizadores de “Bloqueemos todo” han afirmado que el movimiento es apolítico, han surgido dudas sobre sus orígenes.

La primera publicación en la que se convocaba una protesta para el 10 de septiembre apareció en mayo, mucho antes de que Bayrou anunciara su presupuesto, y fue publicada por el grupo antigubernamental Les Essentiels France.

Como se sabe poco sobre quién dirige el grupo o cuáles son sus afiliaciones, “siempre hay que estar alerta ante la posibilidad de manipulación, especialmente por parte de intereses extranjeros”, afirma Andrew W. M. Smith.

El apoyo en línea a la idea de una protesta el 10 de septiembre aumentó tras el anuncio del presupuesto de Bayrou en julio, y figuras de la extrema derecha se alinearon rápidamente con el floreciente movimiento.

Desde entonces, el movimiento ha obtenido un amplio apoyo de los partidos de izquierda, encabezados por el líder radical del partido Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon.

“Al igual que con los chalecos amarillos, ha habido mucha gente dispuesta a intentar apropiarse del dinamismo político del movimiento», afirma Andrew W. M. Smith.

La alineación con la izquierda se ajusta al perfil del simpatizante medio del movimiento, según una encuesta publicada el lunes por el centro de pensamiento francés Fondation Jean-Jaurès.

De los más de 1.000 seguidores entrevistados a mediados de agosto, el 69% afirmó haber votado por partido de extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2022, frente al 22% de la población en su conjunto.

Solo el 2% afirmó haber votado por el ahora presidente Emmanuel Macron; y el 3%, por la líder de extrema derecha Marine Le Pen en las mismas elecciones.

La encuesta reveló que, a pesar de las aparentes similitudes con el movimiento de los chalecos amarillos, los seguidores de “Bloqueemos todo” se centran menos en la inseguridad económica y más en “una fuerte politización y el deseo de comprometerse en nombre de los intereses colectivos”.

Falta de apoyo sindical

La mayoría de los principales líderes sindicales se han negado hasta ahora a alinearse con “Bloqueemos todo”, a pesar de compartir muchas de sus preocupaciones políticas.

Una petición lanzada por cinco grandes sindicatos contra el presupuesto de Bayrou el 22 de julio ha reunido hasta ahora más de 375.000 firmas.

“Hay que abandonar el horroroso proyecto de presupuesto”, declaró el viernes la líder sindical de la CFDT, Marylise Léon, aunque su movimiento no participará en las protestas del 10 de septiembre.

Solo el sindicato de extrema izquierda CGT ha dicho que apoyará “Bloqueemos todo” organizando huelgas el 10 de septiembre.

En cambio, el grupo intersindical ha convocado “grandes huelgas y protestas” para el 18 de septiembre, un anuncio que probablemente no frenará el impulso del movimiento.

En comparación con una huelga sindical formal, la protesta popular del 10 de septiembre es “mucho menos controlada y mucho menos organizada”, afirma Paul Smith. “Eso hace que sea realmente muy difícil detenerla”, añade.

Este artículo fue traducido de su texto original en inglés.  

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