En Armenia, donde la Iglesia apostólica no es solo un actor religioso sino un pilar histórico de la identidad nacional, el conflicto entre el Gobierno y el clero ha alcanzado un nuevo clímax. En una escena que mezcla política, fe y poder, el primer ministro Nikol Pashinian ha desatado en las últimas semanas una embestida pública sin precedentes contra la Santa Sede de Echmiadzin. El resultado es un clima de tensión creciente, arrestos y acusaciones cruzadas que hacen tambalear el delicado equilibrio del país.

Todo comenzó con una serie de publicaciones en la cuenta oficial de Facebook del primer ministro Nikol Pashinian.

El líder armenio lanzó serias acusaciones contra la estructura clerical y, particularmente, contra el patriarca supremo de la Iglesia apostólica Karekin II, a quien señaló de haber roto su voto de celibato y de tener un hijo.

“No estoy en contra de la Iglesia, sino de quienes violan sus normas y valores”, insistió el primer ministro, afirmando que la Iglesia sufre una “corrupción moral” y necesita ser “restaurada” por el pueblo.

Desde Echmiadzin no tardaron en responder. “Esta campaña no es solo contra la Iglesia, sino contra los valores fundamentales del Estado armenio”, advirtió el patriarca Karekin II, quien denunció una ofensiva planificada por parte del Ejecutivo.

La sombra de Moscú y la prisión del empresario

La confrontación escaló cuando el empresario y filántropo armenio-ruso Samvel Karapetyan fue arrestado tras defender públicamente a la Iglesia y criticar al Gobierno.

El 18 de junio, agentes del Servicio de Seguridad Nacional allanaron su casa y lo detuvieron bajo la acusación de “incitación pública a la toma del poder”.

Para sus abogados, la imputación no solo es desproporcionada, sino parte de una estrategia de amedrentamiento.

“No hay un solo llamado directo a derrocar al gobierno en sus declaraciones”, cuestionan sus abogados defensores. 

El arresto de Karapetyan, ciudadano ruso, no pasó desapercibido en Moscú. Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, aseguró que Rusia sigue de cerca la evolución del caso.

La respuesta del Gobierno fue calificar la reacción rusa como una intromisión en asuntos internos de su país.

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Tras el arresto, Pashinian redobló la apuesta y anunció planes para la nacionalización de las Redes Eléctricas de Armenia, empresa propiedad de Karapetyan.

Como justificación alegó que la gestión privada había llevado al país al borde de una crisis energética.

Arzobispos tras las rejas 

El epicentro de la oposición al Gobierno desde 2023 ha sido el movimiento Lucha Sagrada, encabezado por el arzobispo Bagrat Galstanyan, una figura que combina carisma religioso con discurso contestatario.

Desde la conformación de este movimiento opositor, Galstanyan ha liderado la lucha callejera en Ereván hasta instaurar su candidatura como primer ministro, en el caso de una eventual retirada de Pashinian del poder.

Recientemente, el arzobispo fue acusado de planificar "acciones terroristas" y promover un "golpe de Estado".

El Servicio de Seguridad Nacional difundió grabaciones de conversaciones entre miembros del movimiento y mostró un supuesto arsenal de armas hallado en 90 domicilios allanados.

Para los defensores del arzobispo, las pruebas son endebles y las acusaciones, fabricadas.

“No existen cargos concretos en torno a acciones que haya ejecutado cada uno de los acusados como miembros del movimiento. Las ‘evidencias’ no constituyen pruebas que los categoricen como un grupo terrorista dispuesto a implementar acciones para derrocar al gobierno”, asegura Aram Orbelyan, miembro del equipo de abogados defensores.

Orbelyan relata que, entre las pruebas recolectadas por los agentes policiales durante los operativos, se incluyeron bengalas de humo presentadas como supuestos elementos destinados a un intento de golpe de Estado.

Sin embargo, en realidad consistía en bengalas violetas -color asociado al movimiento Lucha Sagrada- que ya habían sido utilizadas durante protestas masivas el año pasado.

Días posteriores, unidades del Servicio irrumpieron en el complejo de Etchmiadzin con la intención de realizar operativos y detener al arzobispo Mikael Ajapahyan, primado de la diócesis de la provincia de Shirak, acusado de incitar un "golpe militar" por una declaración realizada en una entrevista el año pasado.

La presencia de los agentes provocó una inmediata reacción social. Cientos de ciudadanos se concentraron en el sitio e impidieron que el clérigo fuera trasladado a la comisaría.

“Es grave que la comunidad internacional no alce la voz ante estos atropellos”, resalta el abogado, refiriéndose al reciente apoyo que el primer ministro armenio recibió por parte del presidente francés Emmanuel Macron ante “los intentos de desestabilizar la democracia armenia”.

Divorcio anunciado entre Iglesia y Estado

En las puertas del Comité de Investigación, mientras el arzobispo Galstanyan era interrogado en su interior, decenas de personas esperaban noticias. Algunos rezaban. Otros gritaban. “¡Pashinian traidor, vendepatria!”, vociferó una mujer mayor cuando los detenidos fueron trasladados al Tribunal.

La relación entre la Iglesia y el Estado armenio ha sido, históricamente, simbiótica, estrecha.

En un país sin independencia durante siglos, la Iglesia fue su refugio identitario. Por eso, vastos sectores sociales y políticos consideran que el actual enfrentamiento no es solo una pugna política, sino un golpe a la columna vertebral de la nación.

“El objetivo de esta campaña es disolver la importancia de la estructura identitaria nacional”, afirmó Aspram Krbeyan, diputada de la facción opositora Alianza Armenia.

“Además, busca desviar la atención de la grave situación en materia de seguridad y de las posibles concesiones realizadas durante la última visita de Pashinian a Turquía”, advirtió, insinuando que la embestida contra la Iglesia podría ser una cortina de humo geopolítica.

El día en que agentes policiales irrumpieron en la catedral armenia se había planificado un ya tradicional encuentro de danza folclórica armenia, en el que usualmente cientos de jóvenes se reúnen en un punto céntrico de la ciudad de Ereván para bailar.

Aquella mañana, como nunca había ocurrido antes, el evento fue cancelado “debido a la situación del país”.

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Uno de los organizadores, el profesor de danzas folclóricas Andranik Baghdasaryan, opinó sobre el escenario: “No se trata de un conflicto entre Iglesia y Estado, sino entre individuos que ocupan los tronos de los líderes estatales y el clero. Si todo esto fuera un intento sincero de solucionar un problema, no se haría de forma pública y ruidosa. Lo que estamos viendo es una puesta en escena, un espectáculo político que daña al país”.

El oficialismo arrecia la retórica 

Algunos funcionarios armenios se han pronunciado ante las evidencias que inculpaban a los miembros del movimiento Lucha Sagrada. La ministra de Salud, Anahit Avanesyan, cuestionó: "¿Por qué odian tanto a nuestro país, a nuestro pueblo y a nuestro Estado?”. La funcionaria calificó a la oposición de “terroristas, viles, despreciables, traidores”.

“En Armenia, el poder pertenece al pueblo. Nuestra libertad, independencia y condición de Estado son una realidad irreversible y ustedes son unos condenados y eternamente fracasados”, dijo la ministra. 

Por su parte, el diputado oficialista Vahagn Alexanyan sostuvo que el conflicto no está dirigido contra la Iglesia apostólica armenia, sino contra los clérigos que han incumplido su misión espiritual. 

Alexanyan acusó a la Iglesia de haber sido convertida en un centro de operaciones con fines desestabilizadores.

De acuerdo con el parlamentario, el plan incluía cortes de energía e Internet, disturbios callejeros, quema de automóviles llevados adelante por más de dos centenas de grupos operativos. 

Polarización e incertidumbre 

La ofensiva gubernamental ha dejado al descubierto una polarización que ya no se limita a la arena política. En las calles, crece la tensión.

La ciudadanía parece dividida entre quienes justifican las acciones del oficialismo y quienes la consideran los blancos de ataque como bastiones nacionales que deben ser protegidos.

La incógnita que resuena en las calles, las iglesias y las plazas de Armenia es hacia dónde se dirige el país.

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En un contexto regional cada vez más volátil y con relaciones exteriores marcadas por giros significativos—como la aproximación a Turquía y la firma de un tratado de paz con Azerbaiyán, aún en pausa—, la polarización interna adquiere un peso aún mayor.

¿Podrá Armenia consolidar un equilibrio institucional y mantener su soberanía sin fracturar los pilares que históricamente la han sostenido? 

France24

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