Los partidos de oposición está cada vez más activos en su empeño de denostar y descalificar al gobierno para posicionar sus aspiraciones, las de sus líderes, con miras a un proceso electoral triunfante en mayo del 2028, bajo el criterio de que el presidente Luis Abinader ni desea ni puede ser candidato, y la competencia con el candidato oficial sería de menor intensidad.

A la vista se puede adelantar que la campaña electoral está corriendo y que no será posible que la Junta Central Electoral controle este activismo propagandístico prematuro, , por más intentos que haga, y se verá obligada a decidir sanciones o permiso abierto a quienes violenten la disposición electoral.

Es obvio que el partido de gobierno hará lo propio, y responderá los ataques y se pondrá en acción para conservar el poder, con el candidato o candidata escogido, y que querrán dar continuidad a la gestión de ocho años de Luis Abinader.

Todo lo que se considere logro o éxito de la gestión de Abinader podrá ser utilizado como clave de la campaña de su candidatura presidencial para el 2028. No hay manera de que no sea ese el núcleo central del proceso político electoral para el partido de gobierno.

La oposición más destacada, Fuerza del Pueblo y PLD, ha optado por el ataque sistemático y el cuestionamiento de la llamada ineficacia del gobierno, la improvisación y los errores relaciones con la precariedad de los servicios públicos, en particular de la electricidad.

Todo se somete a la crítica despiadada. Y la oposición hace lo correcto, el trabajo que le corresponde como fuerza política de contrapeso. Es así como se establece una imagen, una candidatura y se construye un relato que busca corroer la credibilidad de una autoridad establecida. Así se destronó la gestión de Danilo Medina, con el tema de la corrupción, la impunidad y los actos lesivos al interés nacional de Odebrecht y todos los demás procesos que destruyeron la moral y la credibilidad de los peledeístas.

Toca al PRM construir un relato político de la gestión de Luis Abinader, de los avances en seguridad, institucionalidad, reducción de la corrupción, de la impunidad y de muchas otras deficiencias que han estado presente en este gobierno y que vienen de anteriores administraciones, sobre servicios públicos deteriorados y deficiencias y falta de interés en atender problemas vitales de la sociedad.

El trabajo en el territorio, por ejemplo, con la municipalidad, es importante. El apoyo a la inversión en las provincias, a los gobiernos locales. La construcción de carreteras, acueductos, instalaciones deportivas, clínicas rurales y hospitales, reducción de pobreza general y pobreza monetaria, generación de empleos, atención en salud, apoyo a las personas con enfermedades catastróficas.

Son muchas las cuestiones en agenda. Son muchos los debates que deberán realizarse. El presidente y el gobierno ofrecen cifras de avances, de reconocimientos, pero la oposición las cuestiona, las pone en dudas o sencillamente las desmiente. Es el camino de la credibilidad y la honestidad frente a la crítica o la acusación de que se desea construir una realidad distinta, paralela a la realidad que supuestamente vive la sociedad dominicana.

Y todo pasa por el cedazo electoral. La oposición en ocasiones, en su afán por descalificarlo todo, luce descarrilada y sin fuerza de veracidad, porque las gestiones gubernamentales que tienen como referencia no se sostienen, si se le aplica el criterio crítico que sus líderes utilizan hoy día. El partido de gobierno está en una especie de hibernación, con una mudez que no se entiende, y tiene al presidente Abinader como único vocero, y no abundan en el PMR los que se destaquen en la defensa de la gestión gubernamental.

En cada caso, ya tendrán la oportunidad de adecuarse a las nuevas circunstancias de la política y de las expectativas de la población votante.