La muerte de Mario Vargas Llosa entristece y enluta la literatura de América Latina y del mundo.
Era el último escritor vivo del boom latinoamericano, una corriente que levantó el realismo mágico y otras corrientes literarias que ayudaron a la proyección de la creatividad y del ingenio de una región conquistada por Europa y que tomó camino propio tras independizarse del colonialismo español, francés y portugués.
Mario Vargas Llosa, como los demás miembros de la corriente, asumió posiciones políticas. De joven militó en la izquierda revolucionaria. De adulto, dejó de creer que la justicia social y la equidad se podían lograr alcanzar por la vía de la izquierda marxista-leninista, y asumió las ideas de la democracia liberal. Al final de los ochenta y principios de los noventa del pasado siglo entró en la política y fue candidato presidencial en su país, Perú. Entonces el mundo estuvo a punto de perder un grandioso escritor para asimilarlo como un político conservador, más cerca de las élites económicas y sociales, y con profundas convicciones sobre la visión de la economía de la llamada escuela austríaca. Siempre dejó claro que apoyaba a ningún dictador, fuese de izquierda o de la derecha.
Gran escritor, autor de novelas memorables, que trabajaba con entusiasmo y pasión: La guerra del fin del mundo, ¿Quién mató a Palomino Molero?, Los Cachorros, Conversación en la Catedral, La casa verde, El paraíso en la otra esquina, El hablador, El elogio de la madrastra, La tía Julia y el escribidor, Los cuadernos de don Rigoberto, Historia de Mayta, El sueño del Celta, El héroe discreto, Cinco esquinas, La fiesta del chivo, Travesuras de la niña mala, Tiempos recios y Le dedico mi silencio.
Otros libros relevantes son sus ensayos La verdad de las mentiras, La civilización del espectáculo, Historia de un deicidio, La orgía perpetua, El pez en el agua, La llamada de la tribu y Un bárbaro en París.
Indiscutiblemente, Mario Vargas Llosa fue un autor que trabajó de manera incansable, un autor insaciable, que elaboraba sus historias, las rumiaba y las planificaba mentalmente antes de tomar la hoja en blanco. Sistemáticamente a diario escribiría entre las 10 de la mañana y las dos de la tarde, y la curiosidad nunca se le agotó para aprender sobre economía, filosofía, para conocer autores y para cultivar su intelecto. Políglota, que dominaba el español, el inglés y el francés. Impartió cátedras universitarias en Estados Unidos y Europa. Fue el más sólido y notable intelectual de América Latina durante mucho tiempo, y también lo fue a nivel universal.
Su obra trasciende a su pensamiento político, a su conservadurismo sobre cuestiones vinculadas con la libertad, en la que entraba en terrenos que no necesariamente les eran afable, pero que prefería ante la tentación o cualquier posibilidad de izquierda. En los últimos años incurrió en el error de apoyar candidatos de la ultraderecha, sólo por oponerse a candidatos de izquierda, como hizo en su país con el espaldarzo a Keiko Fujimori, hija del dictador que lo persiguió y despojó de la nacionalidad peruana.
Todo cuanto se quiera decir de Mario Vargas Llosa entrará en el ámbito de las consideraciones sobre la vastísima obra de un autor universal, de un novelista, cuentista, crítico, ensayista de formidable formación. Mario Vargas Llosa entendía que la gran obra del encuentro cultural y político de España con América había sido la dotación de un único idioma para comunicador a miles de comunidades aborígenes, que se comunicaban en lenguas distintas y que por tanto carecían de la oportunidad de pactar cultura, creencias, idiosincrasia.
Muy vinculado con la República Dominicana, desde muy joven, Mario Vargas Llosa terminó acogiendo la nacionalidad dominicana. Aquí trabajo y se apropió de historias como La Fiesta del Chivo y Tiempos Recios. Aquí tuvo una vivienda en la que disfrutó momentos especiales, y aquí dejó a muchos amigos y amigas, como José Israel Cuello, Lourdes Contreras, Bernardo Vega, Soledad Álvarez, Tony Raful y tantos otros, incluidos empresarios e intelectuales e historiadores que compartieron historias y memorias con él.
Contradictorio como cualquier autor e intelectual, polémico, con adversarios y amigos en los ámbitos de la literatura y la política, pero de indudables aportes imperecederos.
Expresamos nuestro pésame a sus familiares directos, especialmente a Gonzalo Vargas Llosa, su hijo, que vivió y trabajó varios años en nuestro país, y dejó también amistades y cariño por su calidad como ser humano y como aliado de las causas de la justicia.
Con Mario Vargas Llosa en el recuerdo, y con un balance positivo de su obra y su abordaje sobre los asuntos dominicanos, lo recordaremos siempre con admiración y respeto.
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