
"El recorrido que me fue llevando desde mi juventud impregnada de marxismo y existencialismo sartreano al liberalismo de mi madurez".
Así, con esas palabras escritas en su libro semiautobiográfico "El pez en el agua", se puede entender el camino que recorrió en la política el escritor peruano y premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, quien murió en Lima este domingo a sus 89 años.
Un camino que lo llevó de las aguas de las teorías marxistas y el apoyo irrestricto a la revolución cubana, pasando por el apoyo a la moderada democracia cristiana de su país, hasta los cimientos de la extrema derecha contemporánea que lo llevaron incluso a mostrar su simpatía por figuras radicales como Jair Bolsonaro, en Brasil, o José Antonio Kast, en Chile.
Y ese ánimo también llevó a Vargas Llosa a las correrías políticas: en 1990 decidió, a pesar de que su familia y muchos de sus allegados le aconsejaron que no lo hiciera, convertirse en candidato presidencial para reemplazar a Alan García.
Su rival: Alberto Fujimori. Aunque el escritor fue derrotado en la segunda vuelta, muchas de sus ideas políticas habían quedado expresadas y se mostraban ciertamente lejanas a las que había apoyado en su juventud.
Y su transformación parecía resumirse en un concepto: liberalismo.
"La libertad, según los liberales, es una sola y debe darse simultáneamente en el campo económico, político, social, individual. Y todo lo que signifique mayor libertad es bueno para el conjunto de la sociedad", le dijo a BBC Mundo en una entrevista en 2019.

Esas ideas lo ha llevado a enfrentarse a mandatarios a lo largo del continente como el peronismo -y especialmente a los Kirchner- en Argentina, a Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia y Andrés Manuel López Obrador en México.
La primera etapa
Los primeros años de Mario Vargas Llosa son un camino de paisajes, recuerdos y muchas aventuras.
Nacido en Arequipa, la segunda ciudad del Perú, en 1936, pasó su infancia entre Bolivia, Piura y Lima, donde comenzó a tener contacto con ideas de izquierda que se diseminaban por América Latina durante los años 50 y 60.
Sin embargo, su primer contacto directo con estos temas ocurrió cuando ingresó a estudiar derecho y literatura en la Universidad Mayor de San Marcos, una institución de carácter público y donde hizo militancia política.
Fue muy conocido su paso por una célula marxista, llamada Cahuide en honor a un guerrero inca que para evitar ser capturado por los conquistadores españoles se lanzó por un precipicio. El grupo intentaba mantener viva la presencia del Partido Comunista Peruano que era fuertemente reprimido por el régimen de Manuel Odría.
Esas ideas se sostuvieron en la época en que comenzó a publicar sus primeras novelas, las mismas que lo convirtieron en uno de los autores latinoamericanos más reconocidos.
Eso lo acercó a la Cuba de Fidel Castro, a quien llegó a admirar públicamente, y lo llevó a conectar con otros escritores famosos del boom latinoamericano como Gabriel García Márquez (amigo personal de Castro).
De hecho, recibiría a Celia de la Serna, la madre de Ernesto "Che" Guevara, en su residencia de París en la década de 1960, debido a su entonces estrecha relación con personas cercanas al régimen cubano.
"Siempre me ha quedado en la memoria el recuerdo de aquel episodio: la progenitora del todopoderoso comandante Guevara, segundo hombre de una revolución que dilapidaba ya entonces mucho dinero financiando partidos, grupos y grupúsculos revolucionarios de medio mundo, no tenía con qué costearse un hotel y debía recurrir a la solidaridad de un polígrafo medio insolvente", escribiría en su libro Desafíos a la libertad.
De hecho sería el propio Castro el responsable de su primer quiebre, de su primer viraje político importante.
En 1971, el poeta cubano Heberto Padilla es encarcelado por el régimen de la isla debido a una serie de críticas a Castro y a la revolución que había publicado en sus poemas.

Entonces, varios escritores e intelectuales, quienes habían mostrado su admiración por Castro y su lucha revolucionaria, enviaron una carta al líder cubano para que liberara a Padilla, rechazando su acto de censura.
Padilla sería liberado, pero Vargas Llosa ya se había desencantado y se distanció del régimen de Castro en ese año. Y para él fue determinante para su futuro posicionamiento político la respuesta de sus colegas escritores y otros relacionados con el mundo del arte, que -según señaló- lo decepcionó profundamente.
"Me bañaron de mugre", dijo en varias entrevistas.
La siguiente etapa para Vargas Llosa estuvo marcada por la decisión de mudarse a Londres para seguir su camino literario en tiempos políticos que estarían dominados por dos nombres: Margaret Thatcher y Ronald Reagan.
De la izquierda al liberalismo
En muchas entrevistas, Vargas Llosa tuvo que aclarar que él no era un hombre de derecha, sino un liberal.
"Ser liberal no es ser de derechas. Uno de los grandes éxitos de la izquierda ha sido convertir la palabra 'liberal' en un insulto", le dijo a la revista Vanity Fair en 2018.
Una de las principales influencias en la carrera del Nobel peruano había sido Jean Paul Sartre, quien también tuvo varios virajes políticos a lo largo de su prolífica vida intelectual.
Durante esos años, Vargas Llosa comienza a involucrarse más en temas políticos. El presidente peruano Fernando Belaúnde Terry le encomienda dos tareas que lo hacen trabajar con el gobierno.
La primera es en 1983, en la que el mandatario le pide al escritor investigar el asesinato de ocho periodistas, conocido como el caso Uchuraccay, que se sospechaba había sido cometido por militares.
La segunda misión fue en 1984, cuando le pide que encabece su consejo de ministros. Vargas Llosa cumple con una parte del encargo, pero al final desiste de pertenecer al gobierno.
Sin embargo, era claro que su posición política, cada vez más liberal, ya estaba alejada de los aires del socialismo y las ambiciones de la izquierda latinoamericana.
Y el principal hecho que lo pone en evidencia ocurre el 28 de julio de 1987. Ese día, el entonces presidente de Perú, Alan García, hace una propuesta polémica: nacionalizar los bancos y las compañías de seguros.
La idea encolerizó al futuro Nobel.
"La decisión del Gobierno de Alan García de estatizar los bancos, las compañías de seguros y las financieras es el paso más importante que se ha dado en el Perú para mantener a este país en el subdesarrollo y la pobreza y para conseguir que la incipiente democracia de que goza desde 1980, en vez de perfeccionarse, se degrade, volviéndose ficción", escribió en un famoso artículo llamado "Hacia el Perú totalitario" a los pocos días del anuncio de García.
Eso lo llevó a liderar reuniones en amplias zonas del país donde se rechazaba la medida y su popularidad se fue a los cielos. Finalmente García tuvo que dar marcha atrás a su propuesta.

Pero el impacto político de estas acciones iría más allá: ese hecho le hizo pensar a Vargas Llosa que podía ser mandatario del Perú.
En 1990 se convirtió en candidato presidencial por parte del Movimiento Libertad, que él había fundado. Su campaña era de corte liberal económico -el famoso shock- y buscaba la recuperación financiera de un país sumido en una rampante hiperinflación.
Entre sus ideas estaba la privatización de varios organismos públicos.
Aunque se mantuvo como favorito durante gran parte de la campaña, finalmente fue vencido en segunda vuelta por el entonces desconocido Fujimori.
"Fujimori me devolvió a la literatura", sería su gran conclusión.
Un acercamiento a la derecha
A medida que pasaban los años, Vargas Llosa continuó demostrando que era un magnífico escritor: tras su fallida campaña presidencial y su férrea oposición al régimen de Fujimori, publicó entre otros títulos Los cuadernos de Rigoberto y su monumental La fiesta del chivo, basada en la vida de Rafael Leónidas Trujillo, el hombre que gobernó con mano fuerte a República Dominicana durante casi 10 años.
Pero entonces sus opiniones se volvieron más polémicas en el aspecto político, por su apoyo a figuras de la derecha global que iban en contravía de las opiniones de muchos intelectuales en América Latina.
Tal vez uno de los más sorpresivos fue el que le dio a la candidatura de Keiko Fujimori, hija de Alberto, quien lo había vencido en las urnas en 1990.
Vargas Llosa fue muy crítico del gobierno de Alberto Fujimori, a quien acusó de "dictador" y de crear una "Constitución que facilitaba el nepotismo".
Pero lo cierto es que cuando Keiko – de quien llegó a decir que sería un "cáncer terminal" para su país – se iba a enfrentar a Pedro Castillo, un profesor que lideraba un partido de izquierda, en la segunda vuelta presidencial de junio de 2021 y quien a la postre resultó vencedor, Vargas Llosa se olvidó de los antiguos enfrentamientos y rencores
"Le pido a Keiko salvar al país de un peligro enorme que es caer en manos del totalitarismo", dijo.

Pero sus apoyos también han ido a figuras más controvertidas de la derecha latinoamericana como Jair Bolsonaro en Brasil y el candidato de la extrema derecha chilena Juan Manuel Kast, quienes promovieron discursos cargados de rechazos a la migración y las políticas de protección a las minorías.
Eso también lo ha llevado a tener desencuentros con líderes latinoamericanos de la izquierda política como el presidente de Chile, Gabriel Boric.
"Chile había avanzado muchísimo, daba la impresión de estar acercándose ya a los países europeos más que al resto de los países latinoamericanos y entonces el proceso chileno nos entusiasmaba, nos exaltaba. Sin embargo, parece que no era la manifestación más evidente del pueblo chileno, que ha protestado muchísimo, con manifestaciones que han sido muy violentas y que ha elegido a un presidente muy joven, un dirigente de estudiantes, me refiero al señor Boric, que enfrenta también problemas", dijo en 2021 en una entrevista con el diario La Tercera.
También apuntó hacia Cristina Kirchner y el movimiento peronista en Argentina, de quien dijo: ""La fuente de todos los males del país es el peronismo. En mi barrio no se hablaba de París, se hablaba de Argentina. Queríamos estudiar en sus universidades, vivir en Buenos Aires. Esa Argentina desapareció".
A estos ataques se suman el actual presidente de Colombia, Gustavo Petro, de quien dijo que su elección era un "accidente enmendable y corregible" y de AMLO, quien presidió a México hasta el año pasado, dijo que promovía "un populismo autoritario".
Ahora, ante la noticia de su muerte, muchos en la derecha lo alaban y en la izquierda lo vilipendian. Hace unas décadas habría sido exactamente al revés.

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