Una mujer está sola. Piensa que ahora todo es nada

Y nadie dice nada de la fiesta o el luto

De la sangre que salta, de la sangre que corre,

De la sangre que gesta o muere en la muerte.

Nadie se adelanta ofreciéndolo un traje

Para vestir una voz que desnuda solloza deletreándose.

(Aida Cartagena Portalatín)

Rostros de las mujeres asesinadas entre enero y noviembre de 2024.

¿Sabías que la República Dominicana es un país que odia a sus mujeres?

Pues, mira sí, República Dominicana es un país que acosa, maltrata, agrede, cosifica, discrimina y hasta mata a sus mujeres. Desde el más pequeño hasta el más grande. Desde el macho hasta lo femenino. Incluso desde lo diverso. Somos machistas conservadores desde la eternidad y eso provoca que mujeres, como mi hija, por ejemplo, se sientan inseguras y discriminadas. Sí, ya sé, no podemos generalizar y te comprendo. Yo también me remuevo de indignación al leer en los diarios dominicanos que las mujeres están siendo asesinadas con la vil excusa de un fatal amor, de un vil no puedo vivir sin ti, de un eres mía, mía, mía repetido tantas veces que es casi palabras de dioses impuesto en nuestro ser.

¿Sabías que, según la Fundación Vida sin violencia, en 2024, República Dominicana registró 71 feminicidios?

Además, datos de la Procuraduría General de la República indican que, entre enero y agosto de 2024, se registraron 40,533 casos de violencia contra la mujer e intrafamiliar, junto con 5,003 casos de delitos sexuales y 65 feminicidios. Seis más que en 2023, y sólo en el mes de junio fueron muertas once mujeres.

¡Once mujeres en treinta días!

Cada cuarenta y ocho horas, una mujer fue asesinada por hombres criminales. Es como si en un mes mataran a todas las mujeres de tu familia.

Un 68% de las mujeres dominicanas ha experimentado violencia física, verbal o sexual en algún momento de sus vidas. No son cifras, es una condena. Los números no mienten. Las estadísticas son frías y no sé si discutibles, pero creo que son necesarias para llamar tu atención. Si esto no nos indigna, tal vez es porque nos estamos acostumbrando demasiado a estas cifras. Tal vez hemos normalizado el horror.

¿Sabías que República Dominicana es un país anti mujeres?

Sí, lo es.

En el gabinete del presidente Luis Abinader, 23 ministerios, 21 son hombres, dos mujeres: Faride Raful en el Ministerio de Interior y Policía, Mayra Jiménez en el Ministerio de la Mujer. Tenemos casi cincuenta universidades. En la historia de esas universidades, solo dos mujeres, de las más importantes han sido rectoras: Emma Polanco en la UASD y Odile Camilo Vincent en Unibe. Eso, además, se suma a un código penal que les niega derechos; a legisladores, que en pleno 2024, se sienten con derechos a violar y preñar a su mujer porque según él es suya desde el momento que se casaron… y lo dicen en un programa de televisión A Primera Hora.

¿Sabías que, mientras estamos leyendo esto, en este mismo instante, alguna mujer en el mundo está siendo vejada, discriminada, acosada, maltratada… asustada por un desconocido, un amigo, incluso, por un familiar?

¡Jesús, pero qué está diciendo este insensato?

Sí, te entiendo.

Podemos llevarnos las manos a la cabeza, resabiar y todo eso. Yo también me avergüenzo, con asco, al leer estas afirmaciones. A mí también me daña la hombría, me duele la paternidad y me duele el poco patriotismo que me queda. Pero mi abuela me enseñó que negar la mayor no remedia enfermedad.

Mujeres ebanistas en una pyme.

Según un estudio de las Naciones Unidas, casi 89,000 mujeres y niñas fueron asesinadas en 2022 en todo el mundo, y la mayoría de estas muertes se debieron a motivos de género. En nuestro país matan a las mujeres y ni un minuto de indignación mostramos. Ya ni por likes nos movemos. En mi país, ese que está en ese trayecto abrasador, a las mujeres se les quita seguridad, libertad, igualdad y muchas veces hasta la vida. Hemos asumido, incluso ellas han asumido, que son inferiores porque lo dice la Biblia y sus religiones; porque lo dice las leyes y sus códigos penales. Porque lo dijeron los bisabuelos y las madres. Porque se nos quedó en lo interno cuando quemaron mujeres para controlarle los colores, los sabores y los olores, la magia. Cuando sacaron a las mujeres de las cosechas y de los templos cuando le visitaba la luna.

Hemos asumido que son inferiores. No solo en los dembow del bajo mundo se maltratan, también en las alcobas de los nuevos políticos e intelectuales con poder. En casi toda la música de siempre se asume esa inferioridad: Te compro tu novia, Ramón Orlando y Oprobio, Juan Luis Guerra. En las canciones infantiles con su Arroz con leche… que sepa planchar y bordar. En ese Don Federico que mata a su mujer, la hace picadillo y la echa al sartén. Nos han metido en la cabeza que hay que cuidarlas, mimarlas, protegerlas, darle el paso, tratarlas como seres débiles, frágiles, incapaces. Que hay que castigarlas, impresionarlas, quitarles, piropearlas, acosarlas para ser caballerosos y galanes.

¿Sabías que, en mi país, incluso desde el Estado, se exalta la idea de la superioridad del hombre y promueve roles de género tradicionales y rígidos que limitan las oportunidades, libertad y derechos de las mujeres? Mi hija con 16 años lo sabe y no entiende por qué no hacemos nada para erradicar esa crueldad.

Quiero disculparme contigo y expresar mi indignación por esta epidemia de siglos. Necesitamos compromisos conjuntos para superar esta trágica realidad. Creo que la educación y el arte pueden ayudarnos a avanzar. En este mes de marzo, quisiera dar esperanza a las mujeres de nuestro país, asegurándoles que tendrán equidad, libertad y seguridad.

Una mujer no debe aceptar ni considerar válido que los hombres las vean como animales en celo. No deberían tener que andar con mala cara para evitar el acoso. Las mujeres son más y mejores en las aulas, pero eso no se refleja en mejores puestos directivos. Es aterrador que tengan miedo por llevar pantalones ajustados o que no puedan caminar con libertad a cualquier hora. Deben rechazar la idea de que es normal ser vistas como animales en celo, y que incluso otras mujeres les digan que provocan y merecen ser dañadas por su forma de vestir, de oler o de reír. Me apena y me avergüenza.

Tenía un director de escuela, muy severo él, que cuando encontraba a los estudiantes en la cancha o en los pasillos, asediando con piropos a las estudiantes, las encerraba en el aula, ¡se me van subiendo, se me van subiendo!, y tomaba medidas severas con las chicas para controlar su vestimenta y no mostraran sus cuerpos pecaminosos. Lo peor es que, ese director, muy severo él, tomaba esas decisiones convencido de que era lo mejor para conservar la integridad de la fémina, como le gustaba llamarla.

Claro, me puedes decir que esa realidad no es exclusiva de República Dominicana. Y sí, con pesar te daré la razón. En el mundo, siete de cada diez mujeres de más de quince años han experimentado algún tipo de violencia a lo largo de su vida. Sí, en lo público o en lo privado. Dándose más de la mitad de los casos de violencia en el seno de la pareja. Esto según datos de la Encuesta Experimental sobre la Situación de las Mujeres (ENESIM) 2018. Las adolescentes son, según los datos disponibles, de las más vulnerables. Es el momento de actuar con firmeza. Consolarse con que es un mal de todos, es un poco tonto.

Incluso me puede decir que hace mucho que sucede. Y también te diré que sí, que Gerda Lerner en su tesis doctoral La creación del patriarcado, publicada en el año 1986 plantea que, el dominio y explotación de las mujeres surgió en los comienzos del Neolítico. Cuando los hombres de los pueblos tribales aprendieron a domesticar los animales y confirmaron el papel de los machos y las hembras en la producción de descendencia, y por tanto, comprendieron, al menos, cuál era su rol en la reproducción. Según han señalado numerosos estudiosos el único parentesco conocido era la maternidad. No se conocía la relación entre coito y embarazo. Una vez adquirida la noción de propiedad privada, los hombres desearon pasar su ganado o cultivos a sus propios hijos, y, por ende, exigieron fidelidad sexual a sus mujeres. Así, recuerda Lerner, comenzó lo que Friedrick Engels denominara en el siglo XIX «la derrota histórica del sexo femenino».

Las mujeres han tenido que pagar el precio de hacer algo que nosotros no podemos: parir hijos. Theotokos o Christotókos, según el Concilio. Parir y criar a la mitad de la población que piensa que ellas son inferiores y deben ser maltratadas y discriminadas.

Las civilizaciones antiguas, como Grecia y Roma, eran patriarcales, con las mujeres relegadas a tareas domésticas y la procreación. Los mitos griegos construyeron una narrativa que presentaba a las mujeres como engañosas y depravadas, mientras que los hombres eran valientes y superiores. «Un club de hombres para hombres». Esta narrativa justificaba la sumisión de las mujeres a los hombres, y se reflejaba en textos y arte desde el siglo VIII a.C. La mitología y el arte griego legitimaban la violencia física, sexual y simbólica contra las mujeres, considerándola natural e invisible.

También las religiones han tomado sus libros sagrados para normalizar la idea de que ciertos comportamientos discriminatorios son aceptables, ya que se basan en preceptos considerados sagrados. Esto incluye desde la exclusión de las mujeres de ciertos roles de liderazgo hasta la aceptación de la violencia intrafamiliar como algo «privado» o «natural» en las relaciones entre hombres y mujeres.

¿Exagero?

Pues mira, sin ser experto en Biblia puedo recomendarte estas lecturas y ya luego tú dirás: Génesis 3:16La maldición de Eva. Efesios 5:22-24 – La sumisión de la esposa al esposo. 1 Corintios 14:34-35Silencio de las mujeres en la iglesia. 1 Timoteo 2:12-14La enseñanza y autoridad de la mujer. Levítico 12:2-5Impureza ritual de la mujer después del parto. Levítico 15:19-30 Impureza menstrual. Éxodo 22:18No dejarás con vida a la hechicera…

Mujeres del siglo XX precursoras reconocidas por el INPOSDOM

El conservadurismo religioso ha desempeñado un papel clave en la perpetuación de las desigualdades de género en la República Dominicana. Las interpretaciones patriarcales de la religión han justificado el control sobre el cuerpo y la vida de las mujeres, lo que ha dado lugar a la discriminación en diversas esferas, desde la familia hasta la vida pública.

Desde la colonización, las enseñanzas religiosas en la República Dominicana, basadas principalmente en el catolicismo, han promovido un modelo familiar machista. Interpretaciones de la Biblia que colocan al hombre como «cabeza del hogar» y a la mujer en un rol de sumisión han sido enseñadas y socializadas a lo largo de generaciones. Esto ha establecido un sistema en el que las mujeres han sido relegadas a esferas más privadas, con menos acceso a roles de poder y toma de decisiones en la vida pública.

El conservadurismo en torno a los roles de género, promovido por las creencias religiosas tradicionales, ha ralentizado o bloqueado movimientos progresistas que abogan por la igualdad de género.

Los cambios y liberaciones no llegan solos. Debemos abandonar esas estructuras antiguas. Si los políticos y congresistas no quieren, hagámoslo nosotros como ya se ha hecho con el 4% y como se sacó al PLD del poder en el 2020. Exijamos que se implementen medidas y leyes para promover la igualdad de género y combatir la discriminación y la violencia machista. Es urgente crear una Ley Integral contra la Violencia de Género en República Dominicana que garantice atención sicológica, protección policial, apoyo económico y sanciones firmes contra el feminicidio y otras violencias. Y si me dices que estas leyes existen, pues busquemos la forma de que se apliquen con garantía y justicia.

Se necesita un programa educativo obligatorio en igualdad de género desde la infancia, con formación para estudiantes y docentes, y fortalecer el sistema de atención a víctimas con refugios, asesoría legal gratuita y un servicio especializado dentro del 911.

Es vital implementar políticas de conciliación laboral y familiar, garantizar el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, incluyendo anticonceptivos gratuitos y aborto en espacios seguro, y mejorar el sistema judicial con perspectiva de género.

Se requiere una ley que penalice el acoso callejero con sanciones claras y programas de reeducación para infractores. Erradicar el machismo exige cambios legales, sociales y una revisión crítica de las creencias que perpetúan la desigualdad.

Sí, quiero abrumar, quiero provocar incomodidad, así como muchas de las víctimas sienten el miedo al ser maltratadas. El agresor la insulta, la degrada, la ridiculiza, la descalifica y la compara siempre con la intención de ofenderla. Esto abarca desde frases descalificadoras tales como loca, estúpida, idiota, no sirves para nada, hasta palabras degradantes sobre el cuerpo y/o sobre la familia. Si la sociedad no permitiera eso, entonces ese tipo de prácticas irían desapareciendo. Eso no lo digo yo, eso lo dice Heidy Camilo, especialista en violencia intrafamiliar, terapeuta de pareja y sexóloga, en Centro Vida y Familia. ¿Qué esperamos?

Vladimir Tatis Pérez

Vladimir Tatis Pérez, nacido en Santo Domingo, Distrito Nacional en el año 1968, es escritor de novelas y cuentos, además de dramaturgo y ensayista. Estudió publicidad en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) e hizo en Madrid, España, un curso de administración de empresas culturales. Autor de la novela "Mátalo", y de los libros de cuentos "La herida de Eva" y "De castigo en la azotea".

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