La literatura se erige como una tribuna de denuncia y un espacio para la configuración de personajes, que recrean experiencias de violencia de género. A través de sus relatos, visibiliza el ciclo de frustraciones, ilusiones rotas y sueños truncados, con el propósito de generar empatía en sociedades que han logrado dejar atrás la violencia contra la mujer. En este contexto, Ángeles Caso sitúa la trama de su novela Contra el viento.

Su trayectoria en el mundo del arte justifica la sensibilidad con la que aborda esta problemática en su obra, galardonada con el Premio Planeta en 2009. A través de un elenco predominantemente femenino, Caso muestra como la violencia de género se perpetúa de manera cíclica si no se reconoce y enfrenta, ya que tiende a normalizarse en todos los estratos sociales. Esta naturalización provoca que, en muchas ocasiones, se asuma sin cuestionamientos.

Si bien ningún entorno está exento de esta realidad, en contextos de extrema pobreza la violencia se intensifica debido a múltiples factores. Ángeles personifica el maltrato femenino en distintas etapas de la vida de una mujer, especialmente en aquellas en las que los roles ancestrales siguen imponiéndose como una carga ineludible. Su novela retrata a mujeres que, en su lucha por vencer el hambre, trabajan la tierra, pescan y desarrollan habilidades de supervivencia determinadas por las necesidades del entorno.

En este universo narrativo, la empatía y la solidaridad se convierten en herramientas fundamentales para enfrentar las condiciones climáticas adversas, los desafíos cotidianos y la miseria. Las protagonistas no se detienen ante la adversidad, protegen a sus hijos y sueñan con alcanzar metas que, en una sociedad marcada por la desigualdad, parecen inalcanzables.

          Contra el viento expone historias desgarradoras sobre las múltiples formas en que una mujer puede ser violentada, especialmente en contextos de extrema pobreza, donde las oportunidades para escapar son prácticamente inexistentes. Sin acceso a la educación ni a recursos que les permitan construir un futuro distinto, muchas mujeres ven frustradas sus aspiraciones profesionales, y repiten el ciclo de violencia que ha marcado a generaciones anteriores.

EN ESTA NOTA

Minerva González Germosén

Educadora y escritora

Mi nombre es Minerva González Germosén y me encanta la música, tengo muchas canciones favoritas, pero “Una palabra” de Carlos Valera tiene un significado especial para mí, por el rol que juega la palabra en mi desempeño como docente. Sueño con escribir cuentos y novelas, transmitirles a mis nietos la pasión por la lectura, me gustaría vivir el tiempo que me queda desde una perspectiva diferente a mis antepasados; donde la lectura y la escritura sean mi equipaje de viajes hacia lugares remotos en los que se alcanzan las utopías anheladas y las limitaciones económicas, sociales y políticas no me han permitido lograr.

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