[Un sueño lúcido, con los pies en la tierra y el alma sembrada en el porvenir]
El Ministerio de Cultura tiene un presupuesto aprobado para el año 2025 de RD$4,841.42 millones.
Casi cinco mil millones de pesos… para tocar el alma de una nación.
O para dejarla sin aliento.
Todo depende de a quién se le entrega el timón… y para qué.
Dicho así, suena a promesa.
Pero una promesa sin alma es traición disfrazada.
Porque el dinero público, como el río, puede venir del monte y perderse entre canales secos.
Puede llenarse de moho entre papeles sin destino, entre oficinas que iluminan sin encender nada, entre nombres que cobran sin crear, entre excusas repetidas como letanías:
“el dinero no alcanza…”
Y entonces el pueblo, ese pueblo que canta con hambre, que pinta con lo que encuentra, que escribe en el reverso de la factura de la luz, mira con los ojos abiertos cómo el presupuesto se evapora como promesa de campaña.
Demasiado saco sin calle.
Demasiada inercia con gafete.
Clicks por montones. Pero nadie tiembla. Nadie arde.
Poca poesía.
¿Dónde se nos va ese maná?
En sobresueldos que no sudan.
En viáticos que no pisan tierra.
En alquileres donde la cultura no entra ni por error.
En asesorías que solo asesoran… el silencio.
En instituciones que se olvidaron de ser inspiración.
Y entonces nos preguntamos —como ciudadanos, como artistas, como dominicanos despiertos—:
¿Y si viéramos la cultura no como gasto, sino como siembra?
Si a nosotros nos dieran ese presupuesto… no lo veríamos como cifra, sino como semilla.
Como tierra húmeda, dispuesta, esperando manos.
Y miraríamos el mapa del país como un campo abierto:
¿Qué puede florecer aquí para salvarnos a todos?
I-CLARIDAD CON EL PRESIDENTE
Lo primero sería hablar claro con el Presidente.
Nada de rodeos:
¿Usted quiere un Ministerio para la foto… o para cambiar la historia de este país desde su raíz?
¿Para titulares o para transformar destinos?
Y si no tiene visión, aquí traemos la nuestra:
Haríamos latir este país con música, teatro, danza y memoria.
Desde Dajabón hasta Higüey.
Desde Boca de Cachón hasta la costa de Nagua.
Los parques hablarían.
Las escuelas cantarían.
Los barrios recuperarían su voz.
Porque la cultura no es un lujo ni un acto simbólico.
Es tambor que despierta.
Es espejo que revela.
Es palabra que cura.
II-ORDEN Y DIGNIDAD
Antes de sembrar, hay que limpiar.
Hay que detener la hemorragia silenciosa del presupuesto.
Basta ya de cargos fantasmas.
De oficinas vacías llenas de papeles estériles.
De viáticos sin viaje, de alquileres sin lectura.
Recortando apenas un 20% del gasto muerto, se liberarían más de mil millones de pesos.
Y esos sí tendrían destino.
Pondríamos orden, sí.
Pero también dignidad.
Porque un buen ministerio no solo paga: inspira, transforma, moviliza.
III-CREACIÓN Y SIEMBRA
Con ese fondo, sembraríamos el Primer Fondo Nacional para la Industria Naranja Dominicana.
No para repetir lo mismo, sino para provocar lo nuevo.
Porque la cultura no solo emociona: también produce.
La llamada industria naranja es cine, teatro, música, diseño, danza, animación, narrativa, arte digital.
Es lo que nace del alma y transforma la economía.
Crear este fondo es sembrar futuro.
Es transformar talento en trabajo,
ideas en ingresos, creadores en ciudadanos plenos.
Este fondo serviría para:
Financiar obras, espectáculos, películas, cortos, proyectos visuales y escénicos.
Apoyar microempresas culturales, cooperativas y espacios comunitarios.
Crear laboratorios de innovación: podcasts, teatro de calle, arte digital.
Otorgar becas a jóvenes artistas de provincia, con retorno social en formación.
Producir giras nacionales con nuestra música, danza y teatro.
Porque un país que invierte en su alma, cosecha dignidad.
IV-CULTURA COMO POLÍTICA DE ESTADO
La cultura no es decorado.
Es educación, economía, identidad, ciudadanía.
Y por eso debe gobernarse con ella.
Con Educación: el arte como corazón del aula, no como relleno.
Con Turismo: mostrar al mundo un país que no solo vende sol, sino espíritu, memoria y belleza.
Con Relaciones Exteriores: llevar al mundo nuestras voces, libros, bailes, imágenes.
Con Economía: fomentar industrias culturales que generen empleo y arraigo.
Sí, apoyaríamos las escuelas de arte, las bibliotecas, los museos.
Pero con transparencia y mérito.
Sin cuotas, sin “compañerismos”, sin amiguismo.
Solo talento, entrega y bien común.
Allí, el arte no pide permiso. Se organiza, se respalda, se respira.
Porque donde hay cultura con poder, hay país con alma.
El arte no es adorno.
Es defensa personal frente a la ignorancia, es ciudadanía con tambor, pincel y palabra.
V-GOBERNAR CON ALMA (Y EN MOVIMIENTO)
Si nos dieran ese presupuesto…
no haríamos discursos vacíos ni informes inflados.
El informe sería la vida misma: parques vivos, escuelas encendidas, más niños bailando en Barahona, más niñas cantando en La Victoria sin saber que sus voces pueden salvarnos, más talleres en Cotuí, más funciones en Azua, más poesía en cada esquina del país.
Pondríamos a rodar autobuses de cultura, de noche y de día, cargados de artistas, gestores, músicos, teatrista, titiriteros, llevando espectáculos, talleres y esperanza a los pueblos donde la cultura aún no ha llegado con justicia.
Provincia por provincia. Municipio por municipio.
Porque la patria también se construye desde un escenario.
Porque gobernar no es solo mandar:
es mover el alma colectiva hacia su destino.
No pedimos privilegios.
Pedimos justicia poética.
Y si no quieren darnos ese presupuesto, que al menos no sigan enterrándolo bajo oficinas sin alma y nóminas sin talento.
Porque soñar también es gobernar.
Y quien gobierna sin alma, condena a su pueblo al silencio.
Nosotros proponemos lo contrario:
un país donde el arte gobierne lo invisible y donde el alma del pueblo deje de mendigar permiso.
Compartir esta nota