"No es el poeta como individuo quien importa, sino el poeta como punto de vista y, entonces, es posible distinguir entre el que mira, el que padece y el que escribe. Las tres personas del verbo".
Jorge Urrutia
"Estuve tentado a caer
en la tentación
entonces,
atardeció y ya no hubo más vueltas".
José Rafael Lantigua
Definir la tarde, lo tarde; su continuo ir y venir entre la mañana, la noche, lo temprano, lo a tiempo. Es tratar de definir la vida misma y por ende definir la muerte. Descubrir los límites, las fronteras que dividen lo que para muchos es indivisible; lo fractal de las cosas y el tiempo es, sobre todo, una osadía poética.

José Rafael Lantigua, (1949), poeta, ensayista, crítico literario y un reconocido gestor cultural dominicano, quien, además, es miembro en número de la Academia Dominicana de la Lengua. Dueño de una amplísima obra publicada, nos entrega, en su libro "Iniciación de la tarde” Editorial Santuario (2021), las definiciones de lo que son la tarde, la mañana, la noche, la vida y la muerte. Pero, no esa tarde que vemos atragantarse de sol, ni esa mañana que huele a rocío, ni de esa noche que secuestra la luz debajo de sus sombras; no de esa vida o esa muerte de la que creemos ser los dueños. Las tardes de don José Rafael son tardes, ciertamente, invertidas:
"Inmortal
La tarde de domingo es inmortal
Crece un día (una tarde he de decir)
Y se queda para siempre
Justo donde la memoria es nostalgia plastificada
Envuelta en una copa de cristal
Revelada el tiempo
Lluvia, ruina,
Rotura de membranas acuosas". (Pág.69)
Aquí la tarde es todo lo contrario a lo que es. Allí se hace eterna, una tarde que vive para siempre en la memoria del sujeto-autor.
Por su lado, Jorge Urrutia, Madrid. 1945, poeta, catedrático, critico literario, ensayista y traductor, miembro de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras, en su antología "Presente continuo”, Editora Nacional (2018), reinventa los conceptos. La tarde, para él, es una mano que pide ayuda, un cuerpo que de hunde, o no, en sí misma:
"Naufraga ya la tarde.
El polvo del desierto trae voces familiares
y un eco de cigarras.
Las ruinas
son nidos amorosos, nichos cálidos
donde el dolor se acuna hasta hacerse alegría". Pág.113
Para Lantigua, a veces, es inmortal, para Urrutia, sabe que no lo es, aunque lo parezca. Es solo algo que se alcanza y se deja atrás con el galope del tiempo, lo expresa en "Tercer poema nuevamente" del libro "DEL ESTADO, EVOLUCIÓN Y PERMANENCIA DEL ÁNIMO”:
“La tarde se aproxima como un rebaño oscuro, como un cantar antiguo que recuerdo reconstruye al oído de la amante". (Pág.30)
Jose Rafael Lantigua, autor, además, de "Territorio de espejos", propone el silencio como una algarabía donde se celebra el final de un ciclo. Ahora la tarde que creía eterna, duda. ¿Permanecerá?
"Entre dos gritos
la aventura desnuda
Entre dos cadáveres
el encanto roto de la palabra
armada
Entre dos historias
historia de asueto
historia de ruptura
En el atardecer
la premonitoria voz del águala memoria de piedra la agonía incesante que se estremece
en los besos
Un solo grito desnudo
desnudo
de cadáveres sin adjetivos
sin vigilias que solventar
Un solo grito desnudo
desnudo
de historia sin trayectoria ni pretextos
Y al fondo
en el fondo del agua
una tarde extensa que muere de soledad temblorosa de amor
sin sustantivos
agónica
respirando a su suerte
sin prescindir de la memoria
y sus acometidas feroces
fugaces”. (Pág. 9)
Las piedras están presentes, en cada verso que se desprende. Son el estado de las cosas, lo estático de lo sensorial, golpeadas por el movimiento constante de las palabras. En "Conciencia de la realidad" de "OCUPACIÓN DE LA CIUDAD PERDIDA" don Jorge, escribe:
"Cerró el cuaderno sobre lo ya escrito.
Luego lo desgarró, quemó los trozos.
Pervivió del poema tan solo la ceniza
con que escribió poemas la otra tarde.
Vuelve la piedra a ser de nuevo piedra
y el agua desprenderse de las formas
para hacer solo agua removida.
Que la palabra ciega. El tiempo aventa". (Pág. 63)
Cuando se deja en libertad la tarde, llega la noche. Lantigua la despide y le da la bienvenida a ese otro nuevo concepto:
" Era la tarde sobre un puente y era la noche que llegaba con su mirada agitada y la carne del sueño definiendo un amor sin señales con su Niebla galopante con su muro circular desgarrado". (Pág. 46)
Urrutia describe, a su vez, cómo las noches nos habitan, cómo nos duermen, cómo nos espían. Nosotros llegamos a la noche, no lo contrario:
"Durmió en cada edificio y ha contado
de diez en diez las noches. Ha sentido
rozar su piel la brisa con el gesto
malhadado del sueño, la pesquisa de los ojos Inquietos que la nocturnidad espían.
Posee la experiencia
de amargos despertares solitarios,
del ardor de la angustia y la ceguera.
Y ha dibujado en el aire
esa línea de curvas y de escamas
que simboliza el río de la vida.
Ha sentido la vida que, hecha un río,
se filtra por rendijas y hendiduras
de las puertas y el suelo, se evapora
y, hecha nube, se escapa contemplando los tejados y aleros de las casas.
Aleros que no vuelan, tejados que descubren por sí mismos lo oculto que ocultaron.
Ha visto su ciudad de vacío hecha,
de aire sin aire ya, de pozo hueco". (La práctica es el criterio de la verdad). (Pág. 64)

La poesía nos permite acercarnos al fuego y a las más bajas temperaturas de las emociones. En "Fugacidad" el gran poeta dominicano, nos hace mover a la deriva, nos lleva y nos trae con la rapidez de un pestañear:
"Todo pasó tan rápido
como la premura de un consuelo rancio
como la desdicha de un silencio largo
como la penumbra de una herida
recostada en la niebla de una espesura náufraga.
Fue una tarde de invierno
fugaz
entre el latir de un corazón pisoteado
sin la esperanza del auxilio
sin el reposo que en el cuerpo se asienta
(plagada de pecados
el asombro asoma).
No era luz de calma
ni antorcha encendida
ni sonido alucinado
ni sombra en ruta de alcoba.
Al salir de la casa
se deshizo el hechizo en su cólera
sobre la mesa planeó la fatiga
la desventurada efigie de la derrota.
Y ya no hubo paz ni solsticio ni plegaria
ni silencios ni precipicios ni afrentas
solo su sombra alargada
un cigarrillo
el templo de su raíz humedecida
deseo hecho espuma sobre la tarde fría.
Todo pasó tan rápido.
Todo pasó de una vez". (Pág.40)
Urrutia nos marca un destino. Un destino móvil que se desplaza, como se desplaza también la noche y el poema:
"Permanece tan solo cuando ya se ha marchado,
cuando queda el perfume de su estancia ocurrida,
cuando la intensidad de su presencia vana
se hace melancolía.
Un vago sentimiento invade de vacío
los hogares soñados.
Hay siempre una condena que amenaza su vida y lo hace no ser nunca un presente constante. Borrador de sí mismo y de recuerdo anuncio. Viajero condenado a un transcurrir continuo. Trayecto, trazo, vuelo, travesía, y naufragio". (Pág.119)
Y muy a su pesar, don Jorge proclama, en su poema "La amenaza" del libro SERÁ PRESENTE LO QUE ES PASADO:
De la parte del día que le toca
él prefiere la noche.
Puede así contemplar cómo la luna
observa tristemente,
o escuchar esa risa irresponsable
de las estrellas.
De la parte del día que le toca
él prefiere la noche,
y no ver que a tres pasos amenaza
la luz que lo descubre todo". (Pág. 125)
José Rafael Lantigua, quien fuera ministro de cultura de nuestro país, entremezcla la noche y el canto, como si una o el otro fuese la partitura y el instrumento, pero sin que sepamos cuál de ellos sería qué:
"Hermosa guitarra
que viaja en la noche
en su oficio torpe de alquimias
enamoradas
Canción
que se quedó varada
en el instinto entornado
de una ventana cerrada
A cal y canto
cerrada
tu nostalgia se fue descalza
a silbar asuetos
a matar el alma
Tarde que corrió cansada
noche que amenazó futuros
lunas
las de octubre
que abdicaron en su ceremonia
entre los lechos genitales
de tu eco
Canción de lunas
donde el tiempo fue recuerdo
donde el viento fue testamento
donde el sueño fue montaña
Canción
tuya y mía
que ya no suena". (Pág.55)
El ilustre ensayista dominicano, José Enrique García, en el prólogo de la antología "Presente continuo" señala lo siguiente: "Urrutia asume la palabra como razón vital del acto poético, de su existencia y de la existencia humana". La vida para él es definida como algo que pasa y viene, como considera a la tarde. Es contemplación y balbuceos. En "Ser es estar”, de su libro "EL MAR O LA IMPOSTURA", no dice:
"Está de nuevo aquí, frente a la vida
que pasa y viene. Se contempla
en el rostro de cada sorprendido
individuo que cruza, que se mira y se marcha.
Está de nuevo aquí. El puente.
La salida del metro.
Las mesas del café. La pluma con que escribe. Es la gente de siempre o ha cambiado,
y es cada cual que deja balbuciendo
una palabra abierta, un testimonio
de que circula el aire en sus pulmones.
Está de nuevo aquí. El río seguro
que corre abajo tras el muelle.
Sin duda el viento riza
las pequeñas orillas y despeina
el perfil tan hermoso de la joven
que atraviesa la calle decidida". (Pág.51)
Lantigua sigue haciendo eterno cada parte del día, a pesar de prescindir de un espacio del tiempo, lo existencial mora más allá de lo físico, de lo tangible:
(…)"Se puede vivir sin la noche
Sólo cuando la noche muere
Aún así
la noche cabalgante y lúcida
sigue viviendo
en los trazos degollados del silencio
Y su suerte". (Pág. 51)
¿Qué nos queda? ¿Otra mañana? ¿La misma rutina que nos lleva a la reflexión, a la inflexión? Somos tan predecibles como la tarde, como la noche, como la mañana. El español, autor de "Cabeza de lobo para un pesavante" relata:
"Mira por la ventana. Estudia el cielo.
Abre el armario. Elige con cuidado
la ropa: el traje que compró en Lisboa,
una camisa clara y la corbata.
Contempla en el espejo cómo gira
en la música absurda de los mundos.
No sabe cómo hablarse, descriptor insensato que se mira mirando y desde fuera
busca narrar lo que allá fuera actúa.
Cepilla los zapatos, verifica
la pulcritud de vida de las uñas.
Un café apresurado. Los papeles
junto a los libros guarda en la cartera.
Cambia de gafas al pisar la calle
y se encamina luego hacia el trabajo". (Pág. 85)
"Calló la tarde…" escribe Lantigua, "Y la noche puso su candado/ A la tristeza bronca/ Anhelando el amanecer y su chocolate". (Pág. 79). El anhelo al que pase el tiempo, las horas que parecen inamovibles, irrompibles. El poeta precisa de ese deseo de acabar con lo eterno y seguir el camino que lo desemboque al vacío:
"La tarde es una amante decrépita
hasta que conoce la noche.
Digamos
una ternura contrariada
la agonía de un vacío que se entumece en sus cuitas
hasta que llegan las sombras las luces los silencios
de la noche.
El vacío es una túnica bordada de derrumbes hasta que conoce su sueño.
Digamos
una memoria cargada de desiertos
piel que contempla azorada tímida la desnudez de su rumor
hasta que derriban los ardores los temores las trapisondas del sueño.
La piel es una ternura orillada de despojos cuando no conoce su imagen.
Digamos
una huella violentada en sus límites
la razón de una tristeza
extraviada en su mudez
agónica
como la imagen de un sueño". (Pág.38)
Y terminamos agobiados, de manos de la soga que nos aprieta la existencia. Ya no habrá más días ni más momentos. La algarabía ahora es un silencio. Un silencio que nos observa y nos deja partir. Urrutia, termina por definir la muerte:
"La muerte
tan solo es un silencio repetido,
una interrogación, un no saber
qué hacer en el momento en que sorprende. Descansa la cabeza. Se deforma
el mundo.
Se dispone la luz de diferente
modo. Se abre un vacío
en el medio del aire. Se habla entonces
por no decir, para tapar
el silencio, como si diera
vergüenza.
La muerte es no decir o decir todo
por no hablarlo. Que se hace muda
la vida vivida hasta ese instante". (Pág. 126)
Es de tarde, de mañana o de noche, no importa. La vida sigue su curso sin importar cómo definamos lo indefinible
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