El ser humano, desde su aparición, es un ente cultural que ha evolucionado espiritual, material y artísticamente. Desde el momento en que empezó a actuar, sentir, crear y pensar, se convirtió en una criatura cultural; no importa que el término comenzara a utilizarse miles de años después. El vocablo «cultura» proviene del latín y posteriormente pasó al castellano. Es decir, su origen fue producto de un largo proceso histórico-social, donde cada uno de los diferentes pueblos impuso su cultura, hasta llegar a lo que se conoce hoy como España, que en su inicio fue el territorio de los íberos y los celtas:
«España, habitada en un principio por los íberos y los celtas, fusionados más tarde en los celtíberos, fue luego invadida —parcial o totalmente— por otros pueblos de la antigüedad, como los fenicios (s. XVI o XV a. C.), los griegos (s. VIII a. C.), los cartagineses (s. IV o III a. C.) y, por último, los romanos (206 a. C. a 409 d. C.). Durante la Edad Media, fue asimismo invadida por los bárbaros (409-711)[1]* y los árabes (711-1492)».
Entre la franja de Andalucía y el Languedoc, se encontraba el asentamiento de los íberos en los siglos VI a. C. Fue una pequeña etnia guerrera que se caracterizaba por utilizar como vestimenta una túnica blanca. Como todas las demás, la conquista era su principal fuente de sostenimiento. El desarrollo económico de los íberos, por ser habitantes de la gran península, se basaba en los minerales, como el oro, la plata, el cobre y el hierro. Para la época, era la base de sustentación que posibilitó el surgimiento de otras colonias, como la de los celtas. Luego, ambas fueron unificadas por los celtíberos. Esta estaba formada por un grupo de pueblos diversos que habitaron el lado sur y este de la península Ibérica. Al pertenecer a la zona del Mediterráneo, era la parte donde se desarrollaban las grandes culturas occidentales.
La historia de la cultura latina está sustentada por estos complejos y conflictivos períodos históricos. Esto nos revela, a su vez, que la cultura es producto de diferentes sistemas y procesos, donde el ser humano va desarrollando, asumiendo y modificando sus referentes culturales. La cultura latina, para su composición, también tuvo que pasar por los referentes de otras culturas. El primero fue la tradición romana en el siglo III antes de Jesucristo; esta marcó una relación con el período alejandrino y la literatura griega. En el segundo, comenzó la decadencia del período clásico y el de los cristianos, etapa en la que surgieron los primeros autores hispano-romanos. El siglo IV culminó con lo que se conoce como el «renacimiento carolingio».
En los siglos IX y X, la cultura latina se relacionó con la islámica. Podría establecerse que estos períodos fueron los primeros antecedentes históricos de la llamada latinidad tardía. Igualmente, hay que destacar dos estremecedoras y significativas influencias que determinaron la cultura latina: la cultura griega y la romana. Estos distintos procesos los tuvo que transitar España en su transcurrir histórico, desde los íberos hasta los árabes. Cada uno de esos pueblos poseía su lengua y, por ende, su cultura. La de los íberos era la ibera; la de los celtas, la celta; la de los celtíberos, la celtíbera. Era así, de manera sucesiva, pero la que tenía más vivencia y predominio era la celta. Antes de que el latín se convirtiera en el idioma obligatorio, existían otros que eran producto de la cultura de cada península; esto provocó que surgieran dialectos y subdialectos:
«Los numerosos dialectos y subdialectos que se hablaban en la península fueron arrollados por el latín al invadir Roma aquélla en el siglo I a. de J. C. Las lenguas que predominaban en ese momento —la ibera, la celta, la celtíbera y la vascuence— cedieron terreno, no del todo, por supuesto, ante el idioma ya formado y prestigioso de los conquistadores, verdadero idioma universal de la época, ya que Roma era a la sazón señora del mundo. Los habitantes de la península no sabían latín al llegar los romanos, ni estos conocían las lenguas de los pueblos conquistados, pero unos y otros tenían necesidad de entenderse, acabando los romanos por bastardear su lengua con voces y giros tomados del habla autónoma, según la religión, y los peninsulares por introducir en sus hablas formas latinas. Como el latín era la lengua del vencedor, y en este caso el vencedor era el pueblo de mayor cultura, este idioma prevaleció y llegó a ser, al poco tiempo, la lengua común de conquista».
Cada uno de los pueblos era propietario de su lengua, pero la fueron perdiendo hasta convertirse en simples dialectos y subdialectos, cuando estos fueron invadidos por el temible Imperio Romano, que les impuso la suya: el latín. Era la lengua que hablaban los romanos, quienes la convirtieron en la más hablada y vasta de la época:
«El latín, lengua hablada por los romanos, comenzó a extenderse fuera de la península italiana gracias a las conquistas realizadas por aquéllos a partir del siglo III antes de Cristo. Con el tiempo, dicha lengua, que en un comienzo era solo la del Lacio —pequeño territorio cuya capital se hallaba en Roma—, fue ganando terreno hasta convertirse en el medio de comunicación de un inmenso Imperio. En muchas regiones, el latín no consiguió eliminar las lenguas de los países vencidos —en Grecia, por ejemplo—; pero en otras logró sustituirlas, hasta el punto de que, una vez desaparecido el Imperio Romano, en el siglo V después de Cristo, algunos territorios continuaron hablándolo. El conjunto de estos se llama la Rumania, y las lenguas derivadas del latín que en ella se usan son lenguas románicas».
Este intenso transcurso histórico fue el que desarrolló y afianzó la lengua latina, que, aunque hoy se considera una lengua muerta por no tener uso, hace apenas unas cuantas décadas aún era utilizada por los sacerdotes y padres de la iglesia católica para pronunciar ciertas homilías. Es decir, era una lengua conventual que servía de ruegos y remansos para los católicos. Sin embargo, el latín que se heredó fue el vulgar, porque era el que hablaban los campesinos y soldados; en cambio, el culto era manejado por un reducido grupo social. Desde esta perspectiva, entonces podemos afirmar que el latín que usó la iglesia fue clasicista:
«Origen del romance. No se posee ninguna obra escrita correspondiente a este primer período del romance. «Tal período —dice un hispanista moderno— habría de colocarse en el siglo X, y todas las obras que han llegado a nosotros pertenecen a una época posterior».
El idioma que empezó a hablarse en Castilla en estos oscuros orígenes se llamó romance, voz que proviene de Roma, de la expresión "hablar a la romana". En realidad, hubo dos romances:
El romance popular, desde el siglo VIII, del cual no nos queda ningún vestigio. El romance literario, que aparece en el siglo XII, con la primera obra escrita en esta lengua: el Poema del Mío Cid. En España, hasta el siglo X, solo se escribió en latín, el bajo latín de los eruditos, pero con muchas expresiones romanceadas, como se observa en los documentos de este siglo. Antes de ese latín romanceado y escrito, existió, sin duda alguna, el hablado.
Entre el latín y el castellano existe una interrelación histórica incuestionable y dolorosa, porque era la lengua que se imponía, y con ella, su cultura. Los más fuertes impusieron sus culturas; así aplastaban a las demás de manera bárbara y trataban de que ni siquiera quedaran vestigios de ellas. Nuestro excelso escritor e intelectual dominicano, Juan Bosch, refiriéndose al término "Cultura", dijo:
«Cuando decimos "cultura", estamos usando una palabra que puede tener varios significados. El vocablo llegó al español desde la lengua latina, en la que se escribía exactamente con las mismas letras, y en latín quería decir "cultivo", refiriéndose a las actividades agrícolas».
Al respecto, el filólogo Bruno Rosario Candelier explica:
«Cultura significa cultivo, según la etimología de este vocablo latino cuyo uso Joan Corominas data en 1515. Los antiguos romanos hablaban de la cultura de la tierra y todavía hoy se habla de tierras incultas cuando no producen nada. La base léxica de esa palabra, colere en latín, significa cultivar, cuidar, tratar, proteger y adornar».
En la medida en que el término ha ido evolucionando, este nivel de significación también ha cambiado:
«Pero lo cierto es que, en su significación más amplia y profunda, la palabra "cultura" significa la acumulación de todos los conocimientos y de todas las artes que la humanidad ha venido creando en su larga lucha por dominar la naturaleza que la rodea, de la cual saca su sustento, su techo, lo que la viste y la cura, y, en su totalidad, lo que ha necesitado para mantenerse con vida y en constante evolución».
La cultura, como acumulación de todos los conocimientos y saberes de la civilización, es, a su vez, la base de sustentación que hizo posible que la criatura humana fuera sensitiva, racional, consciente, inteligente y creativa. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua, en su edición del dos mil tres (2003), nos dice:
«(Del lat. cultura). f. Cultivo. || 2. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. || 3. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico e industrial en una época, grupo social, etc. || 4. ant. Culto religioso. || -física. f. Conjunto de conocimientos sobre gimnasia y deportes, y prácticas de ellos, encaminados al pleno desarrollo de las facultades corporales. || -popular. f. Conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo».
Aunque el diccionario amplía y contextualiza aún más su definición, porque ahora reconoce que, más que un cultivo de la tierra, es un "conjunto de conocimientos" donde el ser humano desarrolla su naturaleza crítica. Es decir, puede pensar, discernir y actuar conscientemente. Es, a la vez, el modo de existir y convivir individual y socialmente, en un estado de costumbres que van diseñando y moldeando su propio hábitat cultural, para desarrollarse de manera "artística, científica e industrial". No obstante, se continúa relacionando con deportes, lo que nos obliga a plantear que los intelectuales academicistas aún no entienden que el término cultura está por encima de sus limitadas y reduccionistas definiciones. Cultura no es una palabra; es más bien un estado natural de la vida, donde se forja la conciencia y la inteligencia del ser humano. Es una forma de existir, de ser, de sentir, de crear, de pensar y de actuar.
Bibliografía:
- Bosch, J. (1999). Textos culturales y literarios. Santo Domingo: Editora Alfa & Omega.
- Candelier, B. R. (1997). El sentido de la cultura. Santo Domingo.: Comusión Permanten de la Feria Nacional del Libro de Santo Domingo.
- Fitzmaurice, K. (1926). Historia de la literatura española. Madrid: Editorial Española.
- Gutiérrez, F. E. (1965). Literatura española. Buenos Aires: Editorial Kapelusz.
- Playán, C. (1970). 2. Verbo, lengua española. Bacelona: Editorial Teide, S. A.
- Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española. Vigésima segunda edición.
[1]* Los visigodos entraron en España al mando de Ataúlfo, en 414.
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