“Abuelo, ¿qué es la Navidad?” Este cuento es el más reciente de la escritora Belkis M. Marte, con ilustraciones de Carlos H. Bruzón. Es un cuento infantil que conjuga el amor y la ternura familiar, descubriendo en los ojos asombrosos de un niño el significado de la Navidad. La época más hermosa del año. Ese tiempo que inunda el corazón de paz y esperanza, un tiempo lleno de color y alegría para compartir entre abrazos y celebraciones.

La Navidad será del color que tengas tú el corazón

En este texto, Belkis M. Marte nos enternece el corazón. La escena entre el abuelo y su nieto revela que la Navidad no es un acontecimiento externo, sino un despertar interior. El niño busca una definición en palabras, pero el abuelo, como un viejo maestro de los antiguos cuentos, sabe que las realidades esenciales no caben en explicaciones, sino en experiencias. Por eso señala el cielo: lo infinito siempre ha sido el espejo donde los humanos proyectan sus preguntas más hondas. El asombro del niño ante la noche estrellada es su primera iniciación: descubrir que lo sagrado comienza cuando algo dentro de uno se ensancha.

“Abuelo, ¿qué es la Navidad?”, repite el niño. El abuelo lo mira y de nuevo dirige su mirada al cielo. Cuando guía la mano del niño hacia el corazón, le ofrece la segunda enseñanza: la Navidad es un puente entre el cielo que se contempla arriba y el cielo que late dentro. En esa unión de lo alto y lo profundo, el niño aprende que los símbolos: la nieve, las estrellas, el ángel, no son adornos; son claves secretas de una verdad más grande. Son metáforas vivientes del amor, de la bondad y de la esperanza que los seres humanos guardan incluso en sus inviernos.

La Navidad será del color que tengas tú el corazón

El niño ve a una familia reunida y, por un instante, siente tristeza: el contraste entre el ideal y su propia realidad. Pero allí emerge la tercera enseñanza del abuelo: la Navidad no se mide por la cantidad de personas en la mesa, sino por la calidad del vínculo que une a quienes se aman. El abuelo le revela que el hogar se sostiene por valores, no por números; por afectos, no por apariencias. Le enseña que la familia no se reduce a una estructura; más bien es un espacio emocional donde el amor se vuelve hogar. “Y cual pantalla gigante, ven a una familia sentada a la mesa, y sobre ella los más deliciosos manjares”.

La revelación final del niño —“la Navidad está aquí y entre nosotros”— es el instante filosófico más puro: descubre que la Navidad no es un día, ni un objeto, ni un espectáculo del cielo; es un estado del alma. Es una forma de ser, de sentir, de mirar. Comprende que el amor cotidiano, ese que se expresa en un abrazo o en un chocolate caliente, tiene la misma luminosidad que las estrellas.

La Navidad se revela como una metáfora de lo humano: una invitación a volver al origen, a la ternura, al asombro, al calor que nos hace sentir acompañados en un mundo inmenso. “Y mientras la radio canta, mientras otro abuelo abraza a otro niño, mientras cae una estrella y nace un recién nacido”, la narración afirma una verdad filosófica silenciosa pero inmensa: la Navidad ocurre cada vez que un corazón reconoce a otro como su hogar.

La Navidad será del color que tengas tú el corazón

En el diálogo entre el abuelo y el niño, la Navidad se revela como un misterio que no se explica: se contempla, se siente, se encarna. El abuelo no responde con palabras porque sabe que lo sagrado no cabe en definiciones: se manifiesta en silencios compartidos, en la luz que habita lo cotidiano, en el gesto de poner una mano sobre el corazón. El niño mira las estrellas y, en ese instante, sin saberlo, se abre a lo trascendente. Descubre que la creación es un espejo del alma y que la belleza del cielo no está fuera de él; más bien despierta algo que dormía dentro.

Esa chispa de asombro es la semilla espiritual de toda Navidad: un reconocimiento íntimo de que hay algo más grande que nosotros, que nos envuelve, nos cuida y nos llama. Cuando aparece el ángel, no es solo un símbolo celestial: es la representación de la guía que todos, en algún momento, sentimos en lo profundo. Esa fuerza suave que orienta, protege y nos habla sin palabras. El niño pestañea porque la espiritualidad siempre sorprende; aparece cuando el corazón está abierto, cuando la inocencia mira sin prejuicios. “Un ángel de alas blancas cruza el umbral frente a ellos. El niño pestañea muchas veces, asombrado e incrédulo”.

La visión de la familia reunida invita a comprender que la Navidad es un puente entre lo humano y lo divino: nos recuerda que la unión, el amor y el calor del hogar son manifestaciones visibles de una luz invisible. El niño, al ver aquello que no tiene, entristece; pero el abuelo, con sabiduría espiritual, le muestra que la verdadera abundancia no depende de lo que se ve, sino de lo que se siente. Le enseña que el hogar es donde el amor se hace presencia, aunque sean dos o tres corazones latiendo juntos.

Y cuando el niño finalmente comprende, cuando dice que la Navidad “está aquí, entre nosotros”, se revela el núcleo espiritual de la historia: la Navidad no llega desde afuera; nace dentro. Se manifiesta allí donde hay ternura, gratitud, unión. Allí donde un abrazo enciende más luz que cualquier estrella en el cielo. Allí donde el amor se convierte en calor, en consuelo, en hogar. El chocolate caliente, la abuela acercándose, la sonrisa compartida: todo se vuelve sacramento de lo sencillo, epifanía de lo humano que se vuelve sagrado.

En el mundo entero, mientras una canción suena, alguien abraza, alguien nace, alguien sueña. La Navidad se expande como una ola de luz que une las almas. Porque, espiritualmente, la Navidad es esto: la certeza dulce de que lo divino se esconde en los gestos más humildes, que el amor es una forma de luz y que, cada vez que amamos, algo sagrado nace entre nosotros.

La Navidad en este relato no es un día ni una festividad, sino un lenguaje hecho de imágenes: las estrellas que titilan como linternas del alma, la nieve que cae como un manto de silencios puros, los árboles que cantan como si el viento fuera un músico invisible, el ángel que cruza el cielo como un susurro de lo eterno. Todo lo que el niño ve afuera es una metáfora de lo que comienza a despertar dentro.

La Navidad será del color que tengas tú el corazón

En este relato, la búsqueda del niño “¿qué es la Navidad?” funciona como un viaje emocional hacia la comprensión del afecto y del vínculo familiar. La pregunta se repite porque el niño no busca realmente una definición, sino una confirmación emocional. Lo que quiere saber no es qué significa la Navidad en general, sino qué significa para él, en su propio mundo afectivo.

El abuelo, desde su intuición y ternura, responde no con palabras, sino con experiencias sensoriales y emocionales: estrellas, nieve, silencio, abrazos. Esto muestra un principio psicológico fundamental: los niños comprenden primero con el corazón y el cuerpo, y solo después con conceptos. A través de la contemplación del cielo y de la belleza que lo rodea, el niño entra en un estado de apertura emocional; la naturaleza funciona como un estímulo que amplifica su sensibilidad, permitiéndole conectar con sentimientos de asombro, seguridad y pertenencia. En psicología, estos momentos son claves porque ayudan al niño a integrar emociones complejas sin ansiedad.

La aparición simbólica del ángel y la escena celestial de la familia unida revelan la dimensión imaginativa del niño: su mente construye imágenes para entender lo que aún no puede poner en palabras. La tristeza que siente al ver a la familia idealizada refleja un proceso psicológico natural: la confrontación entre lo que desea y lo que tiene. Este contraste es un punto delicado en el desarrollo emocional infantil, porque define cómo el niño aprende a valorar su realidad.

El abuelo interviene justo en ese momento crucial. Su explicación no niega la tristeza del niño, sino que la reinterpreta. Le ofrece una visión afectiva y realista: la familia no se mide por la cantidad de personas, sino por la calidad del amor que se comparte. Así, el abuelo introduce un concepto central del desarrollo emocional: la seguridad afectiva, base de la autoestima y del sentido de pertenencia.

Cuando el niño finalmente comprende, cuando dice que “la Navidad está aquí, entre nosotros”, ocurre un momento psicológico de integración: el niño alinea lo que ve afuera con lo que siente dentro. Entiende que el amor que recibe del abuelo y la abuela llena cualquier vacío. Este es un aprendizaje decisivo: reconocer que el bienestar emocional no depende del contexto perfecto, sino del vínculo seguro. El gesto final, cuando la abuela aparece con chocolate caliente, completa el círculo: afecto + calor + presencia = hogar emocional. En términos psicológicos, este acto sencillo refuerza la sensación de protección y continuidad. El niño internaliza la idea de que hay amor disponible, estable y suficiente.

Así, el relato muestra que la Navidad, a nivel psicológico, es la metáfora de una experiencia afectiva profunda: el descubrimiento de que el amor recibido, constante, cálido, presente, es capaz de construir un mundo seguro dentro del niño, un hogar que lo acompañará toda la vida.

El mundo entero, la estrella que cae, el niño que nace: todo se convierte en una sola metáfora inmensa. La Navidad como un latido de luz que atraviesa la vida y la convierte, por un instante, en un milagro silencioso.

Y surge de nuevo la pregunta: “Abuelo, ¿qué es la Navidad?”
La Navidad es magia, esperanza, ilusión, asombro.
La Navidad es el nacimiento del niño Jesús en cada corazón para prodigar al mundo con el más grande amor. Y Belkis M. Marte, lo puntualiza, en este texto.

La Navidad será del color que tengas tú el corazón
La Navidad será del color que tengas tú el corazón

Evelyn Ramos Miranda

Poeta y narradora

Evelyn Ramos Miranda. Nació en Santo Domingo un 9 de febrero. Obtuvo una licenciatura en Educación Inicial y una maestría en Administración y Supervisión de Programas de Educación Inicial en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Catedrática de Educación en varias universidades. Ha sido funcionaria en diversas instituciones públicas como coordinadora de Educación en (MINERD, CONANI, IDSS y subdirectora de la Estancia Infantil de la UASD). Es Gestora Cultural. Labora como Coordinadora en la Casa de la Rectoría de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Sus poemas han sido publicados en revistas culturales y periódicos e incluidos en varias antologías, destacando Al filo del Agua, del Taller Literario César Vallejo de la UASD; Sororidad, Poesía y Narrativa (2020). Y Antología: Colección Poética Lacuhe (2022), Antología (poesía y narrativa) Detrás de las máscaras (2023). Tiene dos libros publicados: Al filo del vuelo (2023) y El País de los Dulces (2023). Ha participado en diversas Ferias Internacionales del Libro en Santo Domingo, New York, Colombia y Venezuela, como conferencista y poeta. También en diferentes tertulias y recitales del país y Puerto Rico. Es miembro del grupo poético Mujeres de Roca y Tinta. Egresada del Taller Literario César Vallejo de la UASD.

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