Hoy, 25 de junio, tenemos una Luna Nueva en Cáncer. Cada Luna Nueva abre un ciclo de seis meses, que llega a su punto de culminación con la Luna Llena en el mismo signo. En este caso, lo que sembramos hoy se revelará con la Luna Llena en Cáncer de enero 2026.
Esta Luna Nueva es especialmente poderosa, ya que el Sol, la Luna y Júpiter se unen todos en el signo de Cáncer. No es una lunación cualquiera, no solo por la presencia de Júpiter (el gigante de abundancia) sino también porque la Luna está en su domicilio en Cáncer, mientras que Júpiter se encuentra exaltado aquí. En astrología, que un planeta esté en su domicilio significa que está en el signo que rige, donde su energía fluye con mayor naturalidad. Estar exaltado, por otro lado, significa que el planeta se encuentra en un signo que le permite expresar sus cualidades más elevadas con facilidad.
Esta combinación hace que el crecimiento —una de las cualidades jupiterianas— nos venga de forma más natural y se sienta profundamente satisfactorio. Esta Luna, a través de Júpiter, nos ofrece una expansión y abundancia de las cualidades cancerianas, como la conexión, la ternura, el cuidado, la pertenencia, la memoria, el consuelo y el sostén emocional.
Hoy, más que nunca, Cáncer nos pone frente a una pregunta urgente:
¿Qué significa sentir en un mundo que anestesia?
El signo de Cáncer más allá de lo normativo
Cáncer ha sido reducido muchas veces al arquetipo de la madre biológica, al cuidado doméstico y a la familia nuclear. Pero su energía va mucho más allá. Cáncer es el tejido que nos entrelaza afectivamente con otrxs, es el linaje que pasa de cuerpo en cuerpo, es el sentido de pertenencia que podemos encontrar en una mirada, una canción, una lengua.
Cáncer tiene que ver con el hogar, sí, pero no solo como una casa. También como nuestro cuerpo, como las relaciones que nos abrigan, como la memoria viva. Es lo que sobrevive al desarraigo, al exilio, a las rupturas forzadas. Es lo que nos sostiene incluso en medio de las injusticias, y más allá de las fronteras impuestas. Es ese mundo que cada unx lleva adentro, y también es ese mundo que cada pueblo carga en sus memorias y gestos compartidos, y que nos hacen parte de algo.
Hay un nivel de Cáncer que puede ser visto como muy hermético. Y es que Cáncer es el momento de gestación del zodiaco, el instante en el que algo está creciendo y necesita ser protegido, cobijado, nutrido, como un cuerpo que gesta. Pero hay otro nivel, profundamente expansivo, en el que comprendemos que Cáncer lo contiene todo: es mi mundo interno y mis emociones contenidas en mi cuerpo, pero también soy yo dentro de mi familia, mi familia dentro de nuestro hogar, nuestro hogar dentro del barrio, el barrio en la ciudad, la ciudad en el país, el país en el continente, el continente en el planeta, y el planeta dentro del sistema solar. Cáncer es esa estructura de contención que se despliega como una matrioshka.
No solo es el borde que cuida lo que aún está formándose, es también el pulso que nos guía de regreso a casa, una y otra vez. En un mundo que fragmenta, Cáncer nos recuerda que estamos entretejidos. Que somos parte de algo más grande que no siempre se ve, pero se siente.
Júpiter en Cáncer y el derecho a expandir la sensibilidad
Júpiter le pone una lupa a todo lo que toca. Y en Cáncer, está exaltando esta energía de lo nutritivo, lo que cuida, lo que protege, lo que siente. Pero también amplifica lo que ha estado silenciado, como las heridas de abandono, la soledad, y la desconexión con nuestras raíces.
Expandir no siempre es cómodo. Suena lindo abrir el corazón, pero al hacerlo también se abren las memorias. Sentir más también es recordar más. Y es desde ese recordar que algo puede empezar a repararse.
A veces, cuando estoy acompañando a un consultante con su carta, basta con detenernos en un recuerdo o en una sensación guardada para que algo se afloje. Esta Luna trae ese mismo tipo de espacio, es una especie de umbral donde el cuerpo y la emoción pueden decir lo que a la mente se le ha hecho difícil nombrar, y desde aquí liberar y aligerar.
Esta Luna Nueva en Cáncer como una semilla de cuidado radical
Toda Luna nueva es una semilla. Esta, en particular, nos llama a sembrar intenciones ligadas al cuidado, a la escucha interna, al descanso y a la regeneración profunda.
No todxs tenemos el privilegio de pausar. Por eso, más que hablar de ser menos productivxs, podemos enfocarnos en lo que está a nuestro alcance, por pequeño que sea: una respiración más lenta y más profunda, un vaso de agua más al día, menos tiempo de pantalla, una llamada que alimente el corazón. También nos podemos recordar de estar más presentes en los momentos de cuidado cotidiano que a veces damos por sentados, como la cocina, el aseo, el ocio, el compartir.
Esta lunación también nos invita a revisar la relación que tenemos con nuestras metas, pero no desde lo externo. Esta Luna nos conecta directamente con el tránsito de Júpiter en Cáncer, que durará un año completo. Un tránsito que viene a recordarnos que no hay abundancia real sin conexión, que no hay crecimiento sostenido sin raíces emocionales profundas, que no basta con “lograr cosas” si no sabemos sostenernos a nosotrxs mismxs —y entre nosotrxs.
Este tránsito saca a la superficie lo que ha estado comprimido, memorias familiares no resueltas, vacíos de pertenencia, emociones que han quedado sin voz. Y su conjunción con esta Luna Nueva funciona como un espejo cósmico, donde lo que duele, lo que falta, lo que anhelamos, puede volverse más evidente —no para desbordarnos, sino para mostrarnos por dónde empezar a sanar.
Preguntas importantes para estos tiempos
¿Qué parte de mí lleva demasiado tiempo en silencio?
¿A qué espacios, personas o hábitos quiero volver porque me contienen de verdad?
¿Qué me dice mi cuerpo cuando dejo de correr?
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