El Gobierno, vía el Ministerio de Turismo (Mitur), ha comenzado por fin la construcción del frente marino (paseo marino le llaman ahora) en el litoral de la playa Pedernales, municipio cabecera de la provincia de la frontera suroeste, tras nuestro reclamo de años y con un diseño que, espero, supere al original ordenado y pagado por anteriores gestiones gubernamentales.

Un “tente ahí” representaría un costoso fracaso de las autoridades, con impacto político a corto plazo, especialmente en el ministro David Collado, aspirante a la presidencia de la república.

Mientras esperamos para saber si será tollo o maravilla, el proyecto en fase de ejecución por varias compañías contratistas para terminarlo en un plazo de 18 meses ha chocado con escollos, algunos sembrados por la  politiquería criolla, otros por las “cacatas” que siempre medran en ríos revueltos, todos monumentalizados por la carencia de planificación de la comunicación como soporte transversal del proceso.

Del embrollo es necesario despejar elementos.

Primero, el proyecto es oportuno y muy necesario para la provincia porque hermosearía y adecentaría el entorno, y activaría la economía local.

Es lo mínimo que se debería exigir como alternativa a la ciudad de lujo que construyen en Cabo Rojo para visitantes exclusivos, aunque nunca ha estado en la boca de las autoridades, la oposición, grupos organizados y el empresariado local.

Segundo, no es lo mismo el reclamo de propietarios legales de terrenos vecinos a la iniciativa oficial que el grito de ocupantes azuzados por los mañosos patológicos, aunque se ha mezclado.

Las instituciones responsables deben ser proactivas y pagar a quienes corresponde. Así le evitan más ruidos al Gobierno.

Tercero, la infraestructura Navío bar, igual que el inoportuno letrero “Pedernales”, fue edificada tras el acto celebrado el 23 de junio de 2021 en el “maleconcito” vecino donde técnicos de Mitur presentaron el Plan de Ordenamiento Territorial Turístico, zona urbana (POTT) y el diseño del “paseo marino” cuya construcción anunció ahí mismo el presidente Luis Abinader frente al ministro Collado, otros funcionarios nacionales y provinciales e invitados especiales.

El negocio ocupa área de la playa pública, pero el ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales de la ocasión Orlando Jorge Mera, lo autorizó. Se supone que el ministerio debe plantear públicamente su posición.

Cuarto, el frente marino y todo desarrollo inmobiliario privado deberían ejecutarse conforme los parámetros del POTT,  si no prima la politiquería que todo lo arrabaliza.

Quinto, resalta el silencio hondo de las autoridades provinciales y municipales en torno a la pertinencia de la obra, a los escarceos de reclamantes y a los desenfocados ataques personales, incluido el calificativo de negro haitiano, al director ejecutivo del proyecto de desarrollo turístico de Pedernales, viceministro de cooperación internacional del Mitur, Carlos Peguero.

El tema trata de una decisión de la Presidencia en el marco de una política pública, no es particular. Luce que hay interés en que se confunda el árbol con el bosque.

La argumentación ad hominem resta validez a las exigencias y fortalece al funcionario en cuestión porque, hasta prueba contraria, tal vez él no sea el blanco ideal para buscar corrupción vinculada a negociaciones turbias en las inversiones turísticas públicas y privadas. El recurso del silencio de cara a situaciones como la actual no parece táctico porque se corre un alto riesgo de instalar rumores como verdad.

Cierto que a cada vez más gente del pueblo le huele prevaricación y coalición de funcionarios con actores privados que activan en la zona, pero tal percepción requiere investigación y presentación de evidencias. La harina de ese costal está por cernirse y quién sabe si también la de algún costal opositor.

Entretanto, el frente marino (o paseo marino) debe continuar, pese a la indiferencia de las autoridades y del liderazgo social local; pese a las “pirañas” hambrientas que ya merodean en un mar de chantajes mediáticos.

El proyecto debe avanzar y la población vigilar para que termine hermoso y, al final, todos nos sintamos orgullosos. Cada local debe ser asignado a pedernalenses que garanticen un servicio profesional, no a un club de amigos; de lo contrario, la protesta ha de llegar.

Debe implantarse una supervisión permanente desde un organismo colegiado funcional (no un grupo de amigotes) para evitar arrabalización y conflictos.

Todos debemos defender esa obra, es nuestra. Permitir que se dañe, nos daña. El maleconcito es ejemplo en miniatura para no repetir.

Tony Pérez

Periodista

Periodista y locutor, catedrático de comunicación. Fue director y locutor de Radio Mil Informando y de Noticiario Popular.

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