En los años setenta, San Pedro de Macorís vivió una etapa de renovación que marcó su identidad urbana y sus aspiraciones de desarrollo. Entre las obras más emblemáticas de aquel período resalta la inauguración del Hotel Macorix, el 26 de enero de 1970, una fecha simbólica que coincidió con el 157 aniversario del natalicio de Juan Pablo Duarte. El acto no fue casual: se trató de una apuesta por vincular modernización con sentimiento patriótico.

La ceremonia de apertura estuvo encabezada por el presidente Joaquín Balaguer, acompañado de figuras de alto rango como el secretario de las Fuerzas Armadas, Enrique Pérez y Pérez, la gobernadora provincial Victoria Casasnovas de Hartling y el general Elio Osiris Perdomo. Desde el segundo nivel del hotel, el mandatario presenció un desfile en su honor, con automóviles, cocheros y motoristas, mientras la banda de música de la Guardia Presidencial interpretaba el Himno Nacional.

En su discurso inaugural, Ángel Miolán, secretario de Turismo, resaltó que el país apenas contaba con 1,700 habitaciones hoteleras y que la expansión hacia el Este era parte de una estrategia de descentralización del turismo. Subrayó la necesidad de una colaboración estrecha entre el sector público y privado, posicionando al Hotel Macorix como pieza de una visión nacional de desarrollo planificado.

Hotel Macorix, en su época de júbilo.

El hotel fue construido con una inversión de 500 mil pesos, incluyendo edificación y equipamiento, y concebido como un hito de modernidad para impulsar el turismo en la región Este. Su diseño integraba funcionalidad y proyección internacional. El edificio contaba con 29 habitaciones, un club social, comedor, lavandería, cocina, salón de eventos y una cisterna de doble bombeo con capacidad para 20 mil galones de agua. Su primera administradora, Elsa Yamin, aseguraba que el hotel reunía todas las comodidades para visitantes locales e internacionales.

El hotel no fue una iniciativa aislada. Formó parte de un paquete de obras lideradas por Balaguer que incluyó el nuevo acueducto, el puente sobre el río Higuamo, la zona franca, el dique, el asfaltado de calles y la avenida de circunvalación. En ese marco también nació el Malecón, cuyo tramo principal se inauguró el 1 de agosto de 1971 y fue bautizado en honor al poeta Gastón Fernando Deligne. Hotel y malecón fueron proyectos complementarios: uno para alojar, otro para recrear. Juntos reflejaban la voluntad de proyectar a San Pedro como una ciudad moderna y turística.

Sin embargo, no todo transcurrió con armonía. Poco después de su inauguración, comenzaron a circular rumores sobre un supuesto contrato de arrendamiento del hotel a la señora Elsa Yamin. El presidente Balaguer desmintió públicamente la versión, atribuyendo la confusión a un error del secretario de Turismo, Ángel Miolán. Aprovechó también para abordar otro tema que se debatía en la opinión pública y fue enfático al declarar que el gobierno no autorizaría la instalación de un casino en el hotel, a pesar de las presiones de sectores interesados en ese negocio. Con el paso del tiempo, la administración del hotel fue asumida por la familia Hazim, que se encargó de su operación en años posteriores.

En 1998, el Hotel Macorix fue objeto de una ambiciosa remodelación que transformó por completo su estructura y su proyección funcional. Como parte de ese proceso, se estableció una alianza con la cadena internacional Howard Johnson, una de las marcas más reconocidas de la hotelería estadounidense del siglo XX, que llegó a operar cientos de propiedades a nivel mundial. El edificio fue ampliado hasta alcanzar las 170 habitaciones y fue relanzado con un enfoque integral: servir como espacio de alojamiento para empresarios vinculados a la zona franca, estudiantes extranjeros, funcionarios gubernamentales, delegaciones académicas y visitantes comerciales que se encontraban de paso en la ciudad.

Al mismo tiempo, el hotel se consolidó como sede habitual de bodas, recepciones institucionales, conferencias, lanzamientos y otros eventos sociales de alto perfil. Su arquitectura elegante, su ubicación estratégica frente al malecón y la amplitud de sus salones lo convirtieron en uno de los espacios más cotizados de San Pedro de Macorís.

Pero el panorama cambió. La industria turística se reconfiguró y San Pedro perdió protagonismo frente a polos como Punta Cana y La Romana. El Hotel Macorix no logró adaptarse a esta nueva realidad. En diciembre de 2013 inició su cierre, y en febrero de 2014 cesó operaciones definitivamente. La estructura, que alguna vez albergó diplomáticos, empresarios y artistas, se convirtió en un símbolo estático del pasado.

En medio de ese declive, aún persistía un uso significativo que extendió su vida activa más allá del aspecto comercial: la vinculación con la Escuela de Hotelería de la Universidad Central del Este. Durante varios años, estudiantes de esa unidad académica realizaron allí sus prácticas formativas, aprovechando las instalaciones reales como laboratorio vivo de aprendizaje. Este lazo educativo representó una forma silenciosa de resistencia al abandono total y permitió que el hotel siguiera cumpliendo una función social, incluso cuando ya era visible el ocaso de los grandes eventos y la desconexión con el circuito turístico nacional.

En 2023, el exsenador José Hazim Frappier anunció que la familia del pelotero Fernando Tatís Jr. había adquirido el inmueble, con la intención de relanzarlo como hotel e incorporar un proyecto inmobiliario. Aunque la noticia generó expectativas en sectores empresariales y académicos, hasta hoy no se han visto avances tangibles.

El 21 de diciembre de 2024 fue reinaugurado el Malecón de San Pedro de Macorís, con una inversión superior a los 200 millones de pesos. El Ministerio de Turismo transformó la costanera en un espacio moderno, colorido y activo. Sin embargo, la ironía es inevitable: justo al lado, el Hotel Macorix, que inspiró originalmente la construcción del malecón, continúa cerrado, deteriorado, detenido en el tiempo.

Hoy, su abandono contrasta con la vitalidad de su entorno. Lo que alguna vez fue símbolo de progreso es ahora un eco del pasado. Pero aún hay espacio para la esperanza: si la memoria se rescata y el patrimonio se valora, el Macorix podría volver a ser faro de identidad y desarrollo para San Pedro. Solo hace falta voluntad, visión y compromiso.

Ramón Díaz Mejía

Historiador y Escritor

Historiador y escritor. Docente de Historia en Ministerio de Educación Trabajó como Director en Colegio Pestalozzi Estudia "Doctorado en Ciencias de la Educacion" en Humboldt International University Estudió Maestría en Tecnología Educativa en Universidad Central del Este Estudió Educación Mención Ciencias Sociales en Universidad Central del Este.

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