Byung-Chul Han advierte sobre este fenómeno del culto al cuerpo con tensión entre salud y apariencia en el ámbito de la psicopolítica, describiendo cómo las plataformas digitales inducen al sujeto a autooptimizarse: “Hoy el cuerpo es liberado del proceso productivo y se convierte en objeto de optimización estética y técnico- sanitaria (…). El cuerpo dócil ya no tiene ningún lugar en el proceso productivo. La ortopedia disciplinaria es remplazada por la cirugía plástica y los centros de fitnees.” (Han, 2015. p.42).

Han sostiene que las redes funcionan como panópticos contemporáneos, donde cada sujeto se vigila a sí mismo, calibrando su cuerpo para ganar validación social mediante likes y seguidores. En este proceso, el cuerpo se convierte en mercancía, mediando entre el deseo de autenticidad y las exigencias del mercado.

La lógica algorítmica refuerza los estándares estéticos dominantes, invisibilizando y estigmatizando los cuerpos que se apartan de esos patrones. La diversidad corporal es marginada y la diferencia deviene anomalía. Este proceso homogeneizador no solo afecta las representaciones, sino que erosiona la autoestima y la salud mental de quienes no encajan en los ideales de perfección cibernética.

Ante este panorama, Tejeda Díaz reivindica una concepción del cuerpo que integre salud, diversidad y aceptación. La investigadora aboga por espacios donde los cuerpos sean vividos en su pluralidad, liberados de la tiranía de la apariencia. La salud, subraya, no debe limitarse a la estética, sino abarcar el bienestar psíquico y afectivo, rescatando la dimensión relacional del cuerpo.

Esta visión resuena con el goce vital que proponía Nietzsche, el conatus de la filosofía spinoziana y la crítica foucaultiana al biopoder. Así, la tecnología podría dejar de ser solo un mecanismo de control para convertirse en un dispositivo que visibilice la diversidad y fortalezca la autonomía subjetiva. La verdadera salud se alcanzará cuando el cuerpo sea reconocido como espacio de libertad y creación, no como objeto de control y mercantilización.

Resistir estas dinámicas implica cuestionar los discursos que asocian valor del sujeto con belleza física. Es necesario promover narrativas que celebren la singularidad y el derecho a habitar el cuerpo sin ser objeto de juicio constante. Esta ética del cuidado requiere desmontar los imperativos de autoexplotación y rendimiento que el poder cibernético impone sobre los cuerpos o cibercuerpo.

En el capítulo final de su obra, titulado “La imagen corporal en el cibermundo”, Tejeda Díaz analiza con profundidad las dinámicas del culto al cuerpo en el entorno virtual, así como su relación con los procesos de seducción cibernética. Este último concepto hace referencia al acto de seducir o entablar vínculos románticos, afectivos o sexuales con otra persona a través de dichos entornos digitales. Plataformas como los servicios de mensajería instantánea, las aplicaciones de citas y las diversas herramientas de chateo se erigen como escenarios claves en este nuevo paradigma de interacción humana, caracterizado por la idealización de la imagen corporal y la búsqueda constante de validación en el mundo cibernético.

La autora aborda el concepto de cíborg, entendido como la integración entre el ser humano y la máquina en sus diversas vertientes y manifestaciones. Esta integración da lugar a un tipo particular de relación, tanto a nivel individual como social, “entre los sistemas naturales (biológicos, orgánicos) y los sistemas inorgánicos o técnicos (mecánicos, eléctricos, digitales, etc) en la cual se diluyen las fronteras de los mismos (Sádaba, 2009, p. 35).

La figura del cíborg constituye un punto cibernético de convergencia entre lo biológico y lo tecnológico, replanteando las fronteras tradicionales del cuerpo y la identidad. En este sentido, Tejeda Díaz (2025) define al cíborg como “la unión entre lo somático y lo cibernético; es decir, se trata de estructuras biológicas que incorporan la tecnología para incrementar la capacidad de los sentidos, las formas anatómicas y su interacción con el mundo” (p.156).

Esta visión se complementa con el análisis de Teresa Aguilar (2008), quien en su obra Ontología ciborg: El cuerpo en la nueva sociedad tecnológica, explora cómo el desarrollo de biotecnologías, prótesis e implantes ha generado una integración cada vez mayor entre el cuerpo humano y la máquina, provocando una redefinición de las nociones tradicionales sobre el cuerpo y la identidad. Así, ambas autoras coinciden en que el cíborg no solo es una manifestación de la fusión entre organismo y tecnología, sino también un símbolo de la transformación de lo humano en la era del cibermundo.

Donna Haraway (1995), en su texto Ciencia, ciborgs y mujeres: La reinvención de la naturaleza, introduce el conocido Manifiesto para cyborgs. Este ensayo se considera fundamental dentro del ciberfeminismo, ya que ofrece una crítica sobre las interrelaciones entre ciencia, tecnología, feminismo y los discursos que configuran nuestra comprensión del cuerpo y la naturaleza.

El ciborg, en Donna Haraway, es ante todo un concepto que opera como dispositivo teórico para cuestionar las dualidades tradicionales que estructuran el pensamiento occidental, como naturaleza/cultura, humano/máquina y hombre/mujer. El ciborg se convierte en una metáfora que representa la hibridación y la ruptura de los límites entre categorías que solían considerarse opuestas.

Este enfoque discursivo sobre el cibercuerpo entre la salud y la apariencia, que se aborda en este capítulo, consigue que mi mente vuele por el ámbito de la literatura y se aposente en la novela El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, en la que el retrato, con el tiempo, iba degradándose, poniéndose viejo, mientras Gray vivía joven; todo envejecía, menos él: “Había expresado un loco deseo de permanecer siempre joven y de que el retrato envejeciera: de que su propia belleza no quedara mancillada nunca y de que la faz de aquel lienzo soportase el peso de sus pasiones y de sus pecados; que la imagen pintada pudiera verse estigmatizada con las líneas de los dolores y de los pensamientos, y pudiese él conservar, mientras tanto, la delicada lozanía y gentileza de su hasta entonces consciente adolescencia”(1983,pp.95-96).

Contrario a este mundo expresado en la novela de Wilde, en el cibermundo el cuerpo parece eternamente joven en las redes sociales del ciberespacio, gracias a aplicaciones y filtros, mientras el cuerpo físico, en la vida cotidiana, se degrada inevitablemente. Esta disociación entre el cuerpo real y el cuerpo virtual revela una negación de la temporalidad y del proceso natural del envejecimiento.

Como bien lo expresa el poeta Alberto Cortez (983): "La vejez está a la vuelta de cualquier esquina, allí, donde uno menos se imagina, se nos presenta por primera vez. Es la más dura de las dictaduras, la grave ceremonia de clausura de lo que fue la juventud alguna vez”.

Esta canción invita a reconciliarnos con el ciclo vital y aceptar que el envejecimiento es parte del buen vivir. Esta perspectiva se asemeja a la filosofía de Spinoza, que concebía la vida como una unidad inseparable entre cuerpo y alma.

Así como el universo danza desde su explosión y expansión inicial, el ser humano debe fraguar su corporeidad y su psiquismo en energía vital que trascienda las dicotomías impuestas por el mercado y la virtualidad en el cibermundo.

Es importante puntualizar que la relación entre el cuerpo y el ser ha sido objeto de debate a lo largo de la historia de la filosofía, marcando la reflexión filosófica, metafísica, fenomenológica, existencialista, así como en el plano de la práctica médica y en lo que es la filosofía tecnológica y cibernética.

Mientras que algunos filósofos y poetas, como Mármol (2018), advierten sobre la creciente desvinculación entre ambas dimensiones en el ámbito de la medicina, también reconocen los intentos por restaurar dicha conexión.  En su análisis, él subraya cómo la medicina contemporánea ha tendido a deshumanizarse, perdiendo de vista la naturaleza integral del paciente. No obstante, sugiere que aún existen esfuerzos por recuperar una visión más holística, en la que el cuerpo no sea tratado como un mero objeto de intervención, sino como una manifestación inseparable del ser.

Desde otra perspectiva, Chahin (2022) retoma la tradición platónica al concebir el cuerpo como un ente finito y frágil, cuya orientación debe estar guiada por procesos de reflexión que lo conduzcan hacia una mayor purificación, evitando así los desvíos que lo alejan de su propósito fundamental.

En este contexto filosófico, fenomenológico y cibernético, el discurso de Tejeda Díaz resulta preciso y contundente al abordar el culto al cuerpo y sus tensiones entre la salud y la apariencia. En su obra, deja bien claro que el cuerpo no debe ser solo un escenario de belleza o sufrimiento, sino un espacio de existencia plena, abierto a la diversidad y al fluir de la vida.

Referencias bibliográficas

Aguilar García, T (2008). ontología Cyborg. El cuerpo en la nueva sociedad tecnológica. Gedisa.

García Gual, C. (1993). Epicuro. Alianza Editorial.

Han, B.-C. (2015). Psicopolítica. Herder.

Haraway, D.J (1995). Ciencia, ciborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Ediciones Cátedra.

Herrera, J. (2018). Estrictamente corpóreo. Banco Central de la República Dominicana.

Nietzsche, F. (2016). Así habló Zaratustra. En Obras completas (Vol. IV). Tecnos.

Ortiz-Osés, A., & Lanceros, P. (2006). Diccionario de la existencia: Asuntos relevantes de la vida humana. Anthropos.

Sádaba, I (2009). Cyborg. Sueños y Pesadillas de las tecnologías. Península

Spinoza. (1990). Ética. Tratado teológico-político. Editorial Porrúa.

Tejeda Díaz, Y. N. (2025). Culto al cuerpo: Las tensiones entre salud y  la apariencia. Editorial Aula.

Wilde,O.(1983). El retrato de Dorian Gray. Editorial Origen.

Cibergrafía

Chahin, P. (2022, septiembre 15). Nada sabemos acerca de lo que puede un cuerpo. Hoy. https://hoy.com.do/nada-sabemos-acerca-de-lo-que-puede-un-cuerpo/

Cortez, A. (1983). La vejez. En Como el primer día [Canción]. Hispavox. Recuperado de https://open.spotify.com/intl-es/track/1ENchHpmz1JIiPJ1wG6TMM

Mármol, J. (2018, octubre 29). El libro de Jochy Herrera: "Una danza del pensamiento con absoluta libertad". Acento. https://acento.com.do/cultura/jose-marmol-libro-jochy-herrera-una-danza-del-pensamiento-absoluta-libertad-8630016.html

Andrés Merejo

Filósofo

PhD en Filosofía. Especialista en Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS). Miembro de Número de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Premio Nacional de ensayo científico (2014). Profesor del Año de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).. En 2015, fue designado Embajador Literario en el Día del Desfile Dominicano, de la ciudad de Nueva York. Autor de varias obras: La vida Americana en el siglo XXI (1998), Cuentos en NY (2002), Conversaciones en el Lago (2005), El ciberespacio en la Internet en la República Dominicana (2007), Hackers y Filosofía de la ciberpolítica (2012). La era del cibermundo (2015). La dominicanidad transida: entre lo real y virtual (2017). Filosofía para tiempos transidos y cibernéticos (2023). Cibermundo transido: Enredo gris de pospandemia, guerra y ciberguerra (2023). Fundador del Instituto Dominicano de Investigación de la Ciberesfera (INDOIC). Director del Observatorio de las Humanidades Digitales de la UASD (2015). Miembro de la Sociedad Dominicana de Inteligencia Artificial (SODIA). Director de fomento y difusión de la Ciencia y la Tecnología, del Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología (MESCyT).

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