Si a alguien de más de cinco años de edad le preguntan si sabe hablar, la pregunta le parecerá graciosa. Todos estamos convencidos de que nos comunicamos bien, suponemos que los demás realmente nos comprenden y además creemos que expresamos con precisión lo que queremos expresar.
Sabemos comunicarnos al menos en nuestra lengua materna. No tenemos idea de las veces que hemos hablado a lo largo de nuestras vidas, porque todos los días normalmente lo hemos estado haciendo.
Es raro que permanezcamos un día entero sin hablar. Siendo un religioso carmelita descalzo, estudiaba en Salamanca y teníamos opción a realizar retiros espirituales en el Monasterio del Desierto de las Batuecas. Eran retiros de silencio total, donde sólo veía otros monjes durante las comidas y no se intercambiaban palabras. En caso de emergencia se hablaba de forma breve con el Superior del monasterio, quien con pocas palabras y mucha amabilidad respondía. Normalmente el primer día sin hablar era desesperante, veníamos del bullicio mundano y por momentos sentía desesperación por hablar, gritar o “callar al silencio”. Al inicio me pregunté a mí mismo si estaba poseído debido a mi agitación interior. Sin embargo, poco a poco, a medida que lograba adaptarme al silencio, comenzaba a descubrir mi mundo interior. Podría hablar mucho de mis sensaciones, pero mis palabras no podrían decir mucho. Solo diré que cuando nos encontramos con nuestro yo interior es imposible sentir soledad, no encontramos razones para tener miedo, los grandes problemas parecen insignificantes y resulta difícil no creer en Dios. Una persona en ese estado mental no tiene mucho interés en hablar, pero si lo hiciera, vale la pena escucharla.
Ciertamente los humanos hablamos mucho, nos parecemos a algunas especies de animales que siempre están haciendo ruidos. Hay quienes nunca paran de hablar, sin embargo, llegan al momento de su muerte…sin haber dicho nunca nada.
Alguien que haya perdido a su madre, si le preguntáramos si hablaba mucho con ella, tal vez dirá que lo hacía constantemente. Pero si le preguntáramos qué conversaciones especiales recuerda, que considere que fueron particularmente importantes, normalmente mencionaría pocas, pero de un valor incalculable. Tal vez señale una frase, intercambio de ideas, una expresión de amor, etc. Notarás como cambia su mirada y hasta su voz, y te dirá algo que tal vez ha contribuido a que esa persona sea lo que es en la actualidad. De repente, la trascendencia de años de vida compartida, se reducen a unas pocas palabras, frases, anécdotas, manifestaciones auténticas de amor. Esas son las comunicaciones trascendentes que ni el tiempo, la distancia o la misma muerte logran borrar.
Aunque hoy en día algunos se esfuerzan por no amar a nadie, ni siquiera a sí mismos, normalmente se ama mucho a alguien: una hija, la madre, la pareja o un amigo incondicional. No tienes idea de lo valioso que sería para esa persona tan querida escucharte decir lo que sientes por ella y si no lo expresas, lo lamentarás el día que creas que ya nunca se lo podrás decir.
Mostramos que tenemos necesidad de hablar mucho, aunque no digamos nada, pero de vez en cuando conviene analizar qué queremos decir realmente. Si prestas atención a quienes viven a tu lado, podrás decirle lo que ellos necesitan que les digas, aunque luego sigas hablando cosas insignificantes. No importa que tengamos muchas conversaciones superficiales, incluso hasta nos hace bien, pero de vez en cuando, necesitamos tomar consciencia de nuestro yo interior y dejar que se manifieste, eso basta para hacer que tú y tu mundo sean mejores.
Se puede relajar, charlatanear, decir chistes, repetir lo que los otros dicen, hablar con los demás de lo que a ti o a ellos, les guste hablar. Pero, permite que en ocasiones niveles profundos de tu psiquis puedan comunicarse también. Podrías a veces pensar que eres una persona vacía o superficial, pero eso no existe, lo que sí existe, son personas que no tienen la menor idea de quiénes son y no han aprendido a comunicarse con ellos mismos. Si no conoces tus sentimientos y emociones, los que vivan contigo se sentirán muy solos.
Somos y debemos ser sistemas emisores y receptores, pero cuando no estamos conectados con nuestra esencia somos como antenas repetidoras que se limitan a recibir y transmitir señales ajenas. Ciertamente es necesario que copiemos a los demás para poder actuar, especialmente porque el estar tan lejos de nosotros mismos afecta severamente nuestra originalidad, creatividad e intuición.
Si además de destacarte en tu profesión u oficio logras ser una persona grata para los que te rodean, habrás tenido una existencia satisfactoria.
Al igual que un actor, podríamos representar diversos papeles, pero nuestra mejor actuación es cuando estamos representando nuestra propia personalidad.
Si no logras conectar con tu esencia o niveles profundos de consciencia, tu interacción con los demás podría ser conflictiva, superficial o vacía, y aun si lograras gran cantidad de años, tendrías poca calidad de vida.
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