El bacá
Para los vecinos de Villa Niba no cabía duda, la enorme fortuna acumulada por don Alfonso, el más rico cafetalero de la comarca, no tenía otra explicación: había concertado un pacto con su perro Pongo.
Esta presunción quedó confirmada el día que ambos murieron a la misma hora y de la misma enfermedad: don Alfonso, aclamando al diablo que lo sacara de la olla donde lo estaba cocinando; y Pongo, con unos ladridos que se escuchaban a cuatro leguas, prendido en una fiebre tal alta que terminó convirtiéndolo en una bola de fuego.
Quedó en el suelo una mancha de grasa negra y pestilente que ha obligado a los villanibanses a portar mascarilla hasta el día de hoy.
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A veces es mejor no ver
Cuentas el dinero que te acaba de entregar la cajera. De súbito, escuchas un ronco grito: tírense todos al suelo, bocabajo. Rápido, coño…
Como todos, obedeces.
Escuchas un disparo ensordecedor. Detrás, otro y otro…
Luego levantas la cabeza para ver a quién o a quienes le han pegado los tiros y a seguidas escuchas otro tiro menos ensordecedor, pero sientes tu cabeza empapa de un tibio y espeso líquido, de un extraño sabor ferroso, como el que tiene el suelo sobre el que descansa tu cara.
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Decepción
Se acostó llorando, pero no tardó en quedarse profundamente dormido.
Despertó un siglo más tarde, miró a su alrededor y se volvió a dormir; esta vez para siempre.
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Demasiado tarde
Cuando el médico le dijo que le quedan solo cuatro meses de vida, dos gruesas lágrimas brotaron de sus ojos.
—Tarde o temprano, vamos a morir —dijo el doctor.
—Sí, pero a mí me toca vivir tan solo cuatro meses después de haberme pasado setenta años muerto.
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Desdicha de ayer, felicidad de hoy
El niño entró a la casa llorando. Todos sus amiguitos habían logrado matar pajaritos con sus tirapiedras, pero él solo logró espantarlos.
Hoy es un renombrado medioambientalista, muy agradecido de su mala puntería.
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Nunca se sabe quién se comerá a quién
Tras el disparo, reventó la escopeta. La perdiz alzó el vuelo. Detrás aterrizaron los buitres sobre un cuerpo inerte.
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Hallazgo sorprendente
El dictamen de los arqueólogos que encontraron en Samaná restos humanos de 5,300 años fue categórico: dos de los restos encontrados eran marido y mujer.
El hombre estaba bocarriba, con los brazos cruzados, y la mujer de lado, dándolo la espalda.
No se ha podido precisar de qué murió el hombre, pero sí que la mujer murió de un dolor de cabeza.
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pregunta
—¿Mamá, es que hay cucos machos y cucos hembras? —pregunta el niño.
—Sí, hijo —responde la madre.
—¿Y cuáles son los malos?
—Los machos.
—Ah, entonces, si son hembras, no tengo que salir corriendo.
—No, hijo, pero ya llegará el día en que correrás detrás de ellas.
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Preguntas, y más preguntas
—¿Papá, por qué yo veo?
—Tus ojos están cubiertos de unos hilitos que se llaman retina, y esos hilitos convierten la luz en señales que van directamente a tu cerebro.
—Ah, ¿y qué es la luz, papá?
—Son radiaciones electromagnéticas.
—¿Electromagnéticas…?, ¿y qué es eso, papá?
—Pablito, ya es hora de irte a la cama.
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Envidia
Murió como yo quisiera morir, de un infarto fulminante, y también emocionante: acoplado a una buena hembra.