Donald Trump cumple 200 días en el poder con una estrategia que se ha enfocado en redefinir el comercio global, buscar, fallidamente, acuerdos de paz de las guerras en curso e intentar detener el avance de la “cultura woke”. El arte de negociar, de lo que más se jacta el mandatario republicano, ha sido su llave para intentar abrir muchas puertas, que todavía no ceden.
En 200 días de su segundo mandato, Donald Trump no ha pasado desapercibido en casi ningún país del mundo y sus decisiones han cambiado la balanza global.
Estos 200 días al mando, han estado marcados por el empeño del republicano de reequilibrar la balanza comercial de EE. UU. y por una ronda constante de aranceles que han sido disparados hasta a territorios volcánicos, áridos e incluso habitados principalmente por pingüinos, como las Islas Heard y McDonald, a las que el mandatario gravó con un 10%.
Con esto, tan solo a unos 70 días de haberse posesionado en Washington, Trump atrajo los ojos del mundo a una tabla gigante que tenía el porcentaje de aranceles que EE. UU. le cobraría a 185 países.
Ese día, el 2 de abril de 2025, denominado como “el día de la liberación de Estados Unidos”, Trump inició la guerra arancelaria que había anticipado desde antes de ganar las elecciones y abrió más de un centenar de frentes con países cercanos, lejanos y hasta con socios comerciales estratégicos que abastecen a la primera economía del mundo en más de una veintena de industrias.
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Para él, el plan de imponer aranceles a diestra y siniestra se justificó bajo la premisa de “hacer a EE. UU. rico de nuevo”, con el argumento de que muchos países con los que Estados Unidos sostiene un déficit comercial iban a revertir la balanza, y, de no hacerlo, tendrían que pagar tarifas aduaneras para cualquier producto que ingresara a territorio estadounidense.
El resultado, sin embargo, no llegó como Trump tenía pensado. A corte de 1 de agosto, su Administración solo logró 7 acuerdos comerciales de los más de 90 que prometió que su equipo económico alcanzaría y está a las puertas de cerrar uno más con China, con quien recrudeció su ofensiva en el plano comercial.
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En este escenario, tal vez el más sonado en el nuevo periodo en el poder, Trump prometió que “muchos países rogarían por un acuerdo” y, en repetidas ocasiones, sin pruebas ni confirmaciones de la contraparte, sostuvo que “muchas” delegaciones de países lo estaban buscando para llegar a un acuerdo que los eximiera de los temidos aranceles que él destinó.
“Aprobaré la Ley de Comercio Recíproco de Trump. Ahora, lo que eso significa es muy simple. Tenemos todos estos malos tratos, cambiamos muchos de ellos, la mayoría de ellos, pero todavía hay muchos por ahí, muchos tratos injustos. Si China o cualquier otro país nos hace pagar un arancel por impuestos, digamos del 100 al 200%, les haremos pagar un arancel recíproco del 100 al 200% de inmediato”, afirmó el entonces candidato presidencial el 3 de septiembre de 2024.
Pero de sus promesas solo quedaron los hechos y acuerdos firmados con Reino Unido, Japón, Corea del Sur, Indonesia, Vietnam, Filipinas y el bloque de los 27 países de la Unión Europea.
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Con China, luego de una lucha de egos entre Xi Jinping y Trump que terminó dejando los aranceles en 145% para los productos chinos y 125% para los estadounidenses, Washington se sentó a negociar con Beijing en Ginebra, Londres y Estocolmo, en un principio de acuerdo que rebajó las tarifas hasta el 30% para los productos provenientes del gigante asiático y de un 10% para los insumos que EE. UU. vende a China continental.
El resto de los 177 países sin un acuerdo quedaron a merced de la Casa Blanca y el mismo Trump definió un arancel para cada uno de ellos a conveniencia propia o midiendo la relación de estos países con los enemigos de Estados Unidos.
Como el caso de Brasil a quien destinó un 50% de gravamen por el juicio que recae sobre el expresidente Jair Bolsonaro, o con el de India, al que impusó un 50% por las compras de petróleo crudo que este país hace a Rusia.
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Sin embargo, el balance en la Casa Blanca es otro, y en estos 200 días de Trump en el poder celebran que estos ocho acuerdos “cubren más de la mitad del PIB mundial y los ingresos arancelarios han totalizado USD 150.000 millones, cumpliendo su promesa de liberar al país de décadas de política comercial fallida y antiestadounidense”.
Bajo este mismo escenario, el presidente estadounidense pidió a los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que elevaran el gasto en defensa como proporción de su PIB hasta el 5%, desde el 2% anterior, amenazando con aranceles a los países que se rehusaran a hacerlo.
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La persecución de la Fed
Pero, la economía internacional no ha sido la única en la que se ha enfocado Trump, pues esta vez puso sus ojos sobre el banco central de EE. UU., haciendo solicitudes que ningún presidente debería hacer, teniendo en cuenta la independencia de esta institución.
El mandatario, de forma insistente y despectiva, ha pedido a la Reserva Federal (Fed) que baje las tasas de interés a 1%, desde el 4,50% actual, para aliviar el bolsillo de los estadounidenses y permitir dinamismo en la economía, por medio de préstamos y el uso de las tarjetas de crédito que usan los ciudadanos.
Su argumento se sostiene en el nivel de inflación actual, pues desde su llegada al poder, los precios han perdido fuerza desde el 3% anual que estaban en enero, hasta el 2,7% anual de junio, pasando por el 2,3% anualizado que alcanzó el país en abril.
Para él, una inflación que ronda por los niveles de entre el 2% y 3% es suficiente para que haya una relajación en las tasas de referencia que pone el banco central, pero para la Fed, la guerra arancelaria que desató el mandatario puede traer una presión sobre la inflación que, aunque todavía no ha llegado, puede ser inminente. Por esta razón, la junta de gobernadores ha decidido en más de una reunión, ser cautelosos y no hacer un recorte de tasas.
El resultado de este tire y afloje ha dejado en el medio a Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, a quien Trump ha insultado llamándolo estúpido y lento, por “no llegar a tiempo” para hacer un recorte de los tipos de interés.
“Jerome 'Tardón' Powell, un imbécil testarudo, debe bajar sustancialmente las tasas de interés, ¡YA! Si continúa negándose, la junta directiva debería asumir el control y hacer lo que todos saben que debe hacerse”, escribió en sus redes sociales el mandatario el 1 de agosto.
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Buscando la paz “en las guerras de Biden”
En campaña, Trump prometió que la guerra en Ucrania se acabaría en menos de 24 horas, pero han pasado 4.800 horas desde su posesión en el despacho Oval y la paz entre Kiev y Moscú está lejos de consumarse.
A la fecha, tres rondas de conversaciones entre Rusia y Ucrania celebradas a instancias suyas entre mayo y julio no han logrado acercar a las dos partes a la paz y Trump parece esperar que tomar la situación en sus propias manos finalmente pueda resultar en un alto el fuego.
Este miércoles 6 de agosto, el mandatario anunció que se reuniría con el presidente ruso, Vladimir Putin, una información que el Kremlin confirmó. "Estoy aquí para terminar [la guerra]", dijo Trump a la prensa local.
Sin embargo, en estos casi ocho meses de Gobierno, en un intento por tener un acercamiento con su homólogo de Ucrania, Trump protagonizó una vergonzosa escena en la que discutió fuertemente con Volodimir Zelenski, en la que le dijo “mal agradecido”, por no reconocer toda la ayuda que EE. UU. le ha otorgado a los ucranianos, y en un espacio acalorado en el que hubo hasta empujones.
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Pero no es la única guerra con la que ha tenido que lidiar Trump. El conflicto en Gaza también ha estado en su agenda y debido a que todo se inició el 7 de octubre de 2023, cuando el grupo islamista palestino atacó a Israel, para Trump esta guerra y la de Ucrania son “guerras de Biden”, y es culpa de su antecesor por haber “dejado que iniciaran”. “En mi poder jamás hubieran comenzado estas guerras”, ha dicho en repetidas ocasiones.
Actualmente la ofensiva israelí ha dejado un saldo de al menos 60.000 muertos en Gaza, casi la mitad de ellos niños y mujeres. Otros 150.000 han resultado heridos, indicaron las autoridades sanitarias locales, controladas por Hamás.
La eliminación de la cultura Woke
En aras de defender su ideología y los ideales republicanos, en estos 200 días el presidente Trump ha avanzado en su agenda por revertir varias políticas que los demócratas lograron con Biden a la cabeza.
El 22 de julio El Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos prohibió a mujeres transgénero, biológicamente nacidos hombres, competir en deportes femeninos.
Pero además, también logró poner fin a las cirugías de cambio de sexo para menores de edad en varios centros médicos del país. “Tenemos que proteger a los niños de la mutilación donde ni siquiera obtienen el consentimiento de los padres”, expresó Trump el 18 de noviembre.
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La metamorfosis de EE. UU.
Pero aunque 200 días representan apenas 13,7% de los 1.460 que abarcan todo el mandato de Trump, este breve periodo ha resultado suficiente para alterar profundamente el panorama estadounidense.
Más allá de retomar asuntos pendientes desde 2021, su regreso a la presidencia apunta a impulsar cambios sustanciales en diversas áreas.
El rumbo que tome el país en los años venideros, especialmente con las elecciones de medio término de 2025 en el horizonte, será decisivo para saber si estos cambios se consolidan o se desvanecen con el tiempo. Lo que es indiscutible hasta ahora es la rapidez con la que Estados Unidos ha experimentado una transformación notable.
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