Con millones de seguidores y un imperio mediático construido desde los años ochenta, Silas Malafaia se ha convertido en una mano confiable para Jair Bolsonaro. Su reciente investigación por obstruir la justicia revela hasta dónde llega la influencia de este polémico televangelista de 66 años en las altas esferas del poder brasileño.
“Dictador desgraciado, Alexandre de Moraes, has escogido a la persona equivocada. No te tengo miedo, no voy a parar. Me vas a tener que arrestar”, esas fueron las palabras que el pastor evangélico Silas Malafaia dedicó al juez de la Corte Suprema brasileña, que instruye el juicio contra el expresidente Jair Bolsonaro por intento de golpe de Estado.
En un video publicado en sus redes sociales, Malafaia lo tildó de "jefe de la Gestapo" gritando con furia, como es usual en su comunicación digital.
Esta fue su reacción a la operación de búsqueda y captura llevada a cabo por la Policía Federal el pasado 20 de agosto. El líder religioso acababa de aterrizar en Río de Janeiro, tras regresar de un evento de la iglesia evangélica Assembleia de Deus Vitória em Cristo (ADVEC), en Lisboa.
Acusado de haber actuado como "asesor y asistente en las acciones coercitivas" promovidas por el expresidente Bolsonaro y el diputado federal Eduardo Bolsonaro con el fin de obstruir el juicio, marcado para el próximo 2 de septiembre, Malafaia tuvo que entregar el pasaporte y el celular a la Policía, y también 3 cuadernos con citas bíblicas. Además, le han sido impuestas algunas medidas cautelares, como la prohibición de salir del país y de mantener contacto con otros sospechosos.
Nacido hace 66 años en Río de Janeiro, este pastor empezó a ganar popularidad en los años ochenta como televangelista. Cuando algunas emisoras brasileñas comenzaron a retransmitir programas de predicadores estadounidenses, como Jimmy Swaggart y Rex Humbard, Malafaia quedó fascinado por el poder evangelizador de la televisión.
Un amplio reportaje publicado por la prensa brasileña en 2011 revela que "vendió su carro, pidió dinero prestado a un amigo con una posición privilegiada en la jerarquía eclesiástica y contó con la ayuda de un acaudalado empresario evangélico, Sotero Cunha, quien lo apoyó económicamente durante años. Así fue como consiguió costear un espacio en la antigua TV Record”.
En 2011, lanzó una campaña para recaudar 1.000 millones de reales (185 millones de dólares) para la iglesia, con el objetivo de crear una cadena de televisión global que transmitiría en 137 países. Los interesados podían contribuir con cantidades a partir de 1.000 reales (185 dólares). Poco a poco consiguió labrarse un verdadero imperio mediático.
Además, Malafaia ha publicado decenas de libros sobre temas religiosos y posee su propia editorial conocida como Central Gospel, que llegó a ser la segunda más grande del país en términos de ventas de libros evangélicos, con cerca de un millón de copias vendidas por año.
De una comunidad a las elecciones
Tras la muerte de su suegro, que estuvo al frente de la Asamblea de Dios del barrio de Penha durante 43 años, Malafaia asumió un rebaño de 17.000 fieles y 104 templos repartidos por el Estado de Río.
Con el tiempo, transformó la ADVEC en una de las iglesias evangélicas más influyentes de Brasil, con más de 150 templos repartidos por Brasil y en el extranjero. En 2022, afirmó haber pasado de 20.000 a 200.000 miembros en 12 años.
Años más tarde, Malafaia desembarcó con fuerza en las redes sociales. Sólo en Instagram tiene 4,4 millones de seguidores. En los últimos años, su influencia se ha expandido a través de transmisiones en vivo, videos de opinión y participación en eventos políticos y religiosos de gran porte. Hoy invierte en la producción de contenido digital para diversas plataformas.
Su perfil es muy conservador. Se opone férreamente a las causas LGBTIQ+ y a la legalización del aborto. Sus detractores lo acusan de difundir discursos de odio.
En su iglesia, en la periferia norte de Río de Janeiro, suele lucir una oratoria agresiva y contundente, también es bastante común que predique contra el comunismo y a favor de Bolsonaro, al que le une una relación de 15 años. De hecho, fue Malafaia quien ofició la boda entre Bolsonaro y su esposa Michelle.
A diferencia de otros pastores evangélicos, Malafaia suele abrir las puertas de su templo y de su despacho a la prensa nacional e internacional.
A pesar de considerarse un líder religioso, hace más de dos décadas actúa activamente en la política brasileña. En las elecciones presidenciales de 2002 y 2006 apoyó al Partido de los Trabajadores de Luiz Inácio Lula da Silva, llegando a participar incluso en reuniones informales de asesoramiento. Posteriormente se pasó a la oposición y respaldó a José Serra y a Aécio Neves, que en 2014 fue derrotado por Dilma Rousseff. En los comicios de 2018 se produjo un giro radical cuando selló una alianza con Bolsonaro, que fue renovada en 2022. Hoy es considerado uno de los principales impulsores del bolsonarismo entre los evangélicos.
Dudas sobre su fortuna
En los cultos, Malafaia suele predicar a favor de la prosperidad. Es precisamente su riqueza la que ha llamado la atención de un grupo de periodistas brasileños, que le han dedicado un podcast en el que detallan sus supuestos trucos contables para esconder su fortuna personal detrás de las cuentas de su iglesia.
“Un análisis de los registros financieros de Malafaia revela una contradicción sistemática en su vida financiera. Si bien el pastor y su esposa, Elizete, declaran millones de reales en ingresos anuales provenientes de sus negocios y la iglesia en sus declaraciones de impuestos, estos ingresos no reflejan el crecimiento personal de los Malafaia ni en activos ni en inversiones. Desde 1999, Malafaia y otros cinco miembros de la familia han abierto al menos 13 empresas relacionadas con la obra de la iglesia. A pesar de sus ingresos multimillonarios, el patrimonio familiar asciende a tan sólo siete millones de reales (1,3 millones de dólares) en bienes raíces, una cifra que contrasta con su lujoso estilo de vida, con marcas de diseñador, carros importados y viajes internacionales”, señala este reportaje de investigación.
El podcast destaca por ejemplo el avión privado que Malafaia usa con frecuencia y que está a nombre de la Iglesia. Tras la emisión, Malafaia acudió a sus redes sociales para desmentir las acusaciones de corrupción y atacó los autores del podcast, en el que él aparece como entrevistado.
En 2013, la revista Forbes "informó que el patrimonio neto de Malafaia era de 150 millones de dólares". El pastor demandó a la revista y dijo que la cifra real representaba el 2% de esa estimación, y siguió negándose a proporcionar detalles precisos sobre sus ingresos o patrimonio. La publicación se retractó de su declaración.
Durante la pandemia de Covid 19, Malafaia libró una batalla legal para mantener abiertos sus templos. Tras varias idas y venidas, los tribunales prohibieron los cultos y las reuniones presenciales en abril de 2020. Los servicios religiosos se reanudaron en julio de aquel año, aunque con mascarillas, distanciamiento social y oraciones por Bolsonaro, que todavía era presidente.
En sus redes sociales, en los primeros meses de la pandemia, el pastor llegó a negar que había personas internadas en unidades de terapia intensiva por el virus y habló de “farsa”. Además, difundió noticias falsas sobre la eficacia de la ivermectina, un vermífugo, en el tratamiento del Covid en África.
Los mensajes que complican a Bolsonaro
Malafaia suele usar el ataque como estrategia. Es común que grite en sus intervenciones, como en este video, en el que se ve que se equivoca al reconocer que tiene otro celular y cuando la periodista le pregunta sobre el asunto, se vuelve muy agresivo.
El uso copioso de palabrotas e improperios ha escandalizado a una parte de la opinión pública después de que varios medios de comunicación publicaron los mensajes de voz de WhatsApp contenidos en el dossier investigativo de la Policía Federal. La Corte Suprema ha levantado esta semana el secreto de sumario y por eso los brasileños han podido escucharlos.
Precisamente estos mensajes de voz pueden complicar ahora la situación de Jair Bolsonaro, de su hijo Eduardo y del propio Malafaia.
Concretamente, hay un mensaje del expresidente al pastor, que fue apagado y recuperado por la Policía Federal, en el que dice: "Si no empezamos votando por la amnistía, no habrá negociación sobre los aranceles", en referencia a la tarifa del 50% impuesta por Donald Trump a las exportaciones brasileñas.
Esta declaración puede valerle a Bolsonaro otra condena de hasta 12 años si es calificada como prueba de "coerción en el curso del proceso y abolición violenta del Estado Democrático de Derecho". En una reciente entrevista al canal de televisión SBT, Malafaia negó todas las acusaciones, especialmente la de ser el mentor de Bolsonaro en el tema de los aranceles.
¿Persecución religiosa o política?
Además, reconoció que entró en contacto con un juez de la Corte Suprema para buscar una “pacificación”. En dicha ocasión, le habría informado de que no estaba de acuerdo con las sanciones contra algunos miembros del Supremo.
También habló de una “vergonzosa persecución política” y de “una escalofriante sensación de injusticia”.
Malafaia acusa a Moraes incluso de persecución religiosa, aunque el diputado Otoni de Paula, que es miembro del Frente Parlamentario Evangélico, asegura que esta acusación no se sostiene.
Otoni reconoció la importancia de la figura del pastor Malafaia. “Pertenezco a una generación que aprendió mucho de él y escuchó sus importantes mensajes”, dijo el parlamentario a la TV GloboNews.
“Mis críticas no se dirigen al pastor Silas, sino a los intentos de involucrar a la Iglesia en esta guerra política. (…) Cuando habla de persecución religiosa, lo que está diciendo es que el juez Alexandre de Moraes, a quien podemos criticar, ahora está persiguiendo a la Iglesia de Nuestro Señor Jesús, la Iglesia Evangélica. No, no existe tal persecución. Sólo sería persecución religiosa si el pastor Silas estuviera siendo investigado por la Policía Federal por orar, evangelizar en público y predicar la palabra de Dios. Ese no es el caso”, añadió de Paula.
Por lo pronto, Malafaia oscila entre la rabia y la conciliación en sus intervenciones públicas.
En otro vídeo publicado recientemente, el pastor parece moderar el tono y pide a Moraes que le devuelva el pasaporte y los cuadernos con sus anotaciones bíblicas. “Incluso voy a abusar de la solicitud. Sé que la Policía Federal lo escanea todo; todo está escrito, mis garabatos. Quizás, además de devolverme mis cuadernos, me pueden dar una copia escaneada. Y les agradeceré mucho si me hacen estos favores”, afirmó Malafaia, al mismo tiempo que prometió que seguirá protestando: “Una cosa yo no soy: cobarde, miedoso y fugitivo”.
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