Guyana, el único país angloparlante de Suramérica, se prepara para unas elecciones que serán cruciales en medio de su camino de crecimiento. Con una economía que creció un 63% en 2022 y un 43% en 2024 gracias a la explotación petrolera, el pequeño Estado de apenas 850.000 habitantes llega a la cita electoral del 1 de septiembre con grandes expectativas y profundas contradicciones. 

El presidente Irfaan Ali, líder del Partido Progresista del Pueblo/Cívico (PPP/C), busca la reelección en un escenario de bonanza económica sin precedentes, pero con una sociedad aún marcada por la pobreza y el alto costo de vida. Sus principales rivales son Aubrey Norton, de la Alianza para la Unidad Nacional (APNU), y el empresario sancionado por Estados Unidos Azruddin Mohamed, fundador del partido Invertimos en la Nación (WIN).

En estas elecciones, más de 776.000 ciudadanos registrados en el padrón electoral decidirán la continuidad o el cambio político, y también el rumbo de la riqueza petrolera que, si no se administra con cuidado, podría convertir a Guyana en un nuevo caso de “maldición del oro negro”.

Este lunes 1 de septiembre, Guyana no solo elegirá al próximo presidente, también votará la renovación del Parlamento y los Gobiernos regionales.

Guyana: un país pequeño pero con grandes desafíos

Guyana es una antigua colonia británica que logró su independencia en 1966 y que, a diferencia de sus vecinos hispanohablantes y lusófonos, mantiene el inglés como lengua oficial. Su capital es Georgetown y su población está marcada por una diversidad étnica particular: descendientes de africanos esclavizados, comunidades de origen indio llevadas por los británicos para trabajar en plantaciones de caña, e indígenas amerindios.

Y esta diversidad se grafica directamente en la política guyanesa. El gobernante PPP/C ha mantenido tradicionalmente el apoyo de la población de origen indio, mientras que la APNU cuenta con mayor respaldo entre afrodescendientes.

Sin embargo, quien resulte ganador de los comicios, deberá continuar trabajando en un problema transversal del pequeño país suramericano: la pobreza. A pesar de su extraordinario crecimiento económico reciente, Guyana sigue siendo un país pobre. Según el Banco Mundial, la proporción de la población que vive con menos de 5,50 dólares diarios pasó del 60,9% en 2006 al 48,4% en 2019. Y la llegada del petróleo no ha modificado radicalmente esta realidad.

Del oro y a la riqueza petrolera

La economía guyanesa tuvo su principal base durante décadas en la agricultura y la minería. El arroz y el azúcar marcaron su historia exportadora, mientras que en 2012 el oro generó más de 716 millones de dólares en exportaciones, representando uno de los mayores ingresos nacionales.

El panorama cambió con los descubrimientos de petróleo en 2015 por parte de ExxonMobil. En 2019 comenzó la explotación comercial de los yacimientos offshore frente a la costa del país. Desde entonces, Guyana se convirtió en uno de los territorios con mayores reservas per cápita del mundo, estimadas en más de 11.000 millones de barriles.

Actualmente, la producción supera los 650.000 barriles diarios y se proyecta que alcance el millón en 2030. Los ingresos han transformado las cuentas públicas: en 2024 el país obtuvo alrededor de 2.600 millones de dólares en ganancias petroleras y regalías. El presupuesto estatal se cuadruplicó en cinco años hasta llegar a 6.700 millones de dólares en 2025.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta que la economía guyanesa crecerá un promedio del 14% anual en los próximos cinco años. Sin embargo, como advierte el profesor Neville Bissember de la Universidad de Guyana, “hay que distinguir entre crecimiento y desarrollo, asegurar que la riqueza se traduzca en desarrollo, y no solo en carreteras e infraestructura”.

Promesas electorales en tiempos de abundancia

La campaña electoral en Guyana gira en torno al destino de la riqueza petrolera, aunque los discursos no siempre lo digan de forma explícita.

El presidente Ali ha prometido reforzar programas sociales: aumentar pensiones, ampliar la asistencia pública y otorgar más becas escolares. En sus palabras: “Están votando por el futuro de este país. Están votando por nuestra soberanía, nuestra seguridad nacional. Y este voto debe proteger quiénes somos (…) lo que nos ha convertido en esta hermosa tierra de Guyana”.

Su principal rival, Aubrey Norton, centra su propuesta en un plan de “Alquiler con Opción a Compra”, que implicaría que el Estado construya vivienda pública accesible para familias de bajos ingresos. “Nunca les daremos la espalda, pueden estar seguros de que haremos todo lo posible para mejorar su vida”, aseguró Norton en un mitin.

Por su parte, Azruddin Mohamed, magnate del oro sancionado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, plantea un discurso más directo y populista. “Ganaremos estas elecciones”, afirmó, advirtiendo a sus rivales: “Saben que sus días han terminados”.

Aunque todos los partidos proponen utilizar los recursos petroleros para programas sociales, la percepción ciudadana no coincide con las promesas. Como resumió el exdefensor de Transparencia Guyana, Alfred Bhulai, citado por EFE: “Suena bien, promete mucho, pero nada tangible”.

Voces desde la calle: esperanza y frustración

En los mercados de Georgetown, las opiniones sobre la bonanza petrolera son diversas.

Mary Braithwaite, vendedora de verduras, asegura a EFE que “es la misma lucha cada día para llevar comida a mi mesa”. Aunque recibe una subvención en efectivo, sigue sin ver mejoras sustanciales en su vida.

Sharda, otra comerciante, reconoce que las becas escolares le han ayudado con sus hijos, pero afirma que “la situación sigue siendo precaria”.

En contraste, Satesh Persaud, contratista de 29 años, cuenta a EFE una experiencia positiva: “Estamos haciendo muchos más negocios desde la llegada del petróleo. Hay más demanda para construir casas y apartamentos, el único problema es la escasez de mano de obra”.

Otros ciudadanos expresan posiciones ligadas directamente a la política. Gavin, de 59 años y en silla de ruedas, apoya a WIN porque cree que Mohamed conoce “las dificultades” de la gente común. Mientras que Amar Sukar, agricultor de 70 años, respalda a Ali porque recibe fertilizantes gratis y apoyo estatal.

En el mercado Stabroek, Ani Charles, de 63 años, lo resume con crudeza en diálogo con AFP: “Vivíamos mejor antes de empezar a extraer petróleo. El coste de la vida no hace más que subir. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”.

La sombra de la desigualdad

El petróleo multiplicó la riqueza, pero no necesariamente el bienestar. Historias como la de Shaun Ferrier, un vigilante de 52 años que vive con su esposa y cinco hijos en una precaria casa de madera sin agua ni electricidad, lo ilustran.

“Es duro (…), todo el mundo debería vivir mejor que esto”, declaró a AFP. Aunque recibe ayudas anuales equivalentes a varios salarios, sostiene que “son los grandes los que ganan dinero, no los pobres”.

La opositora Amanzia Walton-Desir lo resumió en un mensaje crítico: “La economía de goteo tal como la practican no funcionará”. Según ella, el despliegue de proyectos de infraestructura alimenta la inflación, que aunque oficialmente se sitúa en torno al 4 %, golpea con fuerza el precio de los alimentos.

Instituciones en prueba: elecciones y confianza ciudadana

La Comisión Electoral de Guyana, encabezada por Vishnu Persaud, asegura estar “plenamente preparada” para las elecciones. Más de 2.070 colegios electorales funcionarán con 11.000 funcionarios desplegados en todo el territorio, incluso en zonas remotas a las que solo se llega por vía fluvial o aérea.

Las elecciones de 2020, empañadas por un estancamiento de cinco meses en el recuento, dejaron heridas en la confianza ciudadana. Esta vez, la Comisión promete resultados rápidos: se espera que estén disponibles el miércoles posterior a la votación.

El oficialismo parte con ventaja gracias a su fuerte base entre los votantes de origen indio. El PPP/C, la APNU y WIN son considerados favoritos, aunque otras fuerzas menores también participan: la Alianza para el Cambio, el Movimiento Guyanés Adelante, la Asamblea para la Libertad y la Prosperidad, y Invertimos en la Nación.

Venezuela y el fantasma del Esequibo

Más allá de la economía, Guyana enfrenta un desafío geopolítico mayúsculo: el conflicto territorial con Venezuela por la región del Esequibo, un territorio de 160.000 km² que representa dos tercios del país.

Caracas sostiene que ese territorio le pertenece desde la época colonial española, mientras que Guyana defiende el laudo arbitral de 1899. La disputa, adormecida por décadas, se reactivó con los descubrimientos petroleros en la zona.

En mayo de 2024, Venezuela nombró simbólicamente un gobernador para el Esequibo, lo que Guyana consideró una provocación. Incluso, el tema ha entrado en la campaña electoral como un símbolo de soberanía nacional.

Venezuela acusa a Guyana de servir a ExxonMobil

El Gobierno de Venezuela acusó a Guyana de actuar como “peón de los oscuros intereses” de la petrolera estadounidense ExxonMobil. La respuesta de Caracas surgió luego de que Georgetown pidiera fortalecer la cooperación internacional contra la delincuencia organizada trasnacional y el narcoterrorismo, haciendo referencia directa al presunto Cartel de los Soles, una organización que Estados Unidos vincula con altos funcionarios venezolanos, entre ellos, Nicolás Maduro.

En un mensaje difundido a través de su canal oficial de Telegram el 22 de agosto, la Cancillería venezolana señaló: “La República Bolivariana de Venezuela rechaza con firmeza el infame comunicado del Gobierno de Guyana, un texto miserable que revela su condición de peón de los oscuros intereses imperiales y de la ExxonMobil”. Según el Ejecutivo de Nicolás Maduro, el pronunciamiento guyanés responde a intereses externos que buscan desestabilizar la región.

El comunicado de Georgetown, publicado ese mismo día, expresó su preocupación por lo que considera una amenaza creciente en la región. “Guyana ve con profunda preocupación la amenaza a la paz y la seguridad en la región que representan la delincuencia organizada trasnacional y el narcoterrorismo, que a menudo involucra a redes criminales como el Cartel de los Soles de Venezuela”, señaló el texto.

Guyana toma postura ante el Cartel de los Soles

El Gobierno de Guyana instó a fortalecer la cooperación internacional contra la delincuencia organizada trasnacional y el narcoterrorismo, aludiendo de manera directa al Cartel de los Soles.

Guyana advirtió que "estas redes criminales tienen la capacidad de desbordar las instituciones estatales, socavar la democracia, pervertir el estado de derecho y amenazar la dignidad humana y el desarrollo". Frente a este panorama, consideró esencial "fortalecer la cooperación y aunar esfuerzos a nivel nacional, regional, hemisférico y mundial para combatir eficazmente esta amenaza".

Las autoridades guyanesas señalaron su compromiso de trabajar con socios internacionales y de respaldar "las iniciativas regionales y mundiales destinadas a desmantelar las redes criminales".

Además, subrayaron que "al enfrentar con unidad el crimen organizado trasnacional y el narcoterrorismo, reafirmamos nuestra entrega para defender el estado de derecho y garantizar que la región siga siendo una zona de paz".

Entre la prosperidad y la “maldición del petróleo”

El reto para Guyana es evitar la llamada “maldición de los recursos” o “mal holandés”. La abundancia de petróleo puede generar corrupción, dependencia económica y desigualdad social si no se gestiona con transparencia.

El ministro de Obras Públicas, Juan Edghill, lo rechaza con ironía: “¿Por qué sufriríamos del mal holandés? Nosotros no somos holandeses”.

Pero los críticos señalan riesgos claros: proyectos de infraestructura sin equipamiento adecuado, gasto público que no mejora la vida cotidiana y corrupción en el manejo de fondos. El activista Cris Ram lo grafica: “Una de las cosas más fáciles de hacer es gastar dinero. Es aún más fácil cuando no es tu dinero”.

Con EFE, AFP y Reuters

France24

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