Durante cerca de 20 años, el partido Movimiento al Socialismo (MAS) fue sinónimo de poder en Bolivia. Hoy, el enfrentamiento abierto entre Evo Morales, su fundador, y el presidente Luis Arce, que ganó la presidencia con las banderas de la formación, ha expuesto fracturas que amenazan con desintegrar al partido. Lo que comenzó como una alianza forjada en las calles ha derivado en acusaciones de golpe de Estado, divisiones en las bases y una disputa que podría marcar el fin de una era y un giro a la derecha.
¿Una debacle? La fractura del partido más poderoso de Bolivia se hizo visible en cadena nacional una noche de mediados de septiembre de 2024, cuando el presidente Luis Arce enfrentó públicamente a su mentor y exjefe político, Evo Morales.
En un discurso transmitido por la televisión estatal, Arce denunció que Morales estaba orquestando un "golpe de Estado" bajo la forma de un bloqueo de carreteras, una táctica que el expresidente había aupado en otras crisis que le afectaban. Pero esta vez, el objetivo era el propio presidente.
“¡Basta Evo! Hasta ahora he tolerado tus ataques y calumnias en silencio, pero que pongas en riesgo la vida del pueblo es algo que no voy a tolerar…”, reclamó Arce, dirigiéndose directamente al líder cocalero que lo había llevado al poder.
“No arriesgues la democracia ni arrastres a la muerte al pueblo solo por tus ambiciones personales”, agregó.
Las palabras marcaron el inicio del divorcio definitivo entre los dos bloques del MAS, el partido que había gobernado Bolivia por casi dos décadas y que parecía estar al borde de la implosión.
Evo Morales había convocado para ese martes una marcha hacia La Paz, exigiendo al Tribunal Supremo Electoral validar su candidatura para las presidenciales de 2025.
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Arce, por primera vez, acusó directamente a su exaliado de querer “imponer su candidatura por las buenas o por las malas, haciendo correr sangre como ya lo hiciste una vez”.
En 2019, Evo Morales buscó un cuarto mandato consecutivo pese a que un referendo celebrado en 2016 había rechazado la posibilidad de su reelección.
Aunque la Constitución boliviana permite una única reelección inmediata, el entonces presidente logró postularse nuevamente tras un fallo judicial favorable.
La Organización de Estados Americanos (OEA) denunció irregularidades en esos comicios, lo que desencadenó una ola de protestas que se extendió durante un mes y dejó al menos 37 muertos.
En medio de la crisis, Morales renunció, denunció un "golpe de Estado" y abandonó el país temporalmente.
Ahora, en 2025, y mientras se campea una fuerte crisis económica, quedó al descubierto que el choque entre Arce y Morales fue más que una disputa personal: parece haber pavimentado el principio del fin del todopoderoso partido que los llevó al poder a ambos.
El comienzo de una era
El Movimiento al Socialismo – Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) surgió a comienzos de los 2000, en un contexto de creciente desconexión entre áreas rurales y urbanas, desgaste del modelo económico, colapso de partidos tradicionales y una serie de estallidos sociales, según el libro '¿Cómo nació el MAS?' de Moira Zuazo.
La estrategia del MAS fue tejer alianzas con actores sociales a través de pactos que aseguraran su articulación territorial y política.
“Después de 2002 comenzó a aglutinar todo el descontento popular respecto a los partidos de ese momento y cabalgó sobre ese discurso de la nacionalización del Estado plurinacional. Fue un discurso construido por organizaciones, movimientos indígenas, dirigentes y partidos”, recuerda el periodista Andrés Gómez Vela.
Movilizaciones como la protesta contra el alza del precio del agua en Cochabamba y la 'guerra del gas' en El Alto, en 2003, crearon un escenario de descontento popular que el MAS capitalizó electoralmente: primero en 2002 y con fuerza en 2005, cuando Morales llegó a la Presidencia.
“Después de que tomó el poder llegó a su momento cumbre, pero luego comenzó a construir una élite, fue algo paradójico”, anota Gómez
La burocratización
El MAS ganó las elecciones presidenciales de 2005, 2009 y 2014 con Evo Morales como candidato, alcanzando su pico en 2009 con el 64% de los votos.
“Después de eso empieza un primer quiebre que tiene relación con algo que pasa mucho a las organizaciones políticas en general, que es la burocratización interna, es decir, la estructura del partido, la dirigencia, se va separando cada vez más de su base militante y se dedica más a responder los problemas que hay por fuera del partido político”, afirma a este medio Marcelo Arequipa, doctor en ciencias políticas boliviano.
Un caso emblemático se dio en 2013, cuando Rebeca Delgado, entonces presidenta de la Cámara de Diputados y militante del MAS, fue públicamente cuestionada por su propio partido.
La legisladora había criticado la ley que habilitaba una tercera candidatura de Evo Morales y Álvaro García Linera, afirmando que ese "no es el camino constitucional" para lograr la reelección.
Delgado también denunció el "autoritarismo" con el que algunos sectores del oficialismo impusieron esa norma, apuntando directamente al entonces vicepresidente: “García Linera está velando por su candidatura más que por el proceso de cambio”, dijo.
“De 2014 en adelante tienes un fenómeno que se llama los ‘libre pensantes’, así los denominó el ex vicepresidente Álvaro García Linera, aquellos miembros que empezaron a hablar y criticar algunas cosas en lo público”, agrega Arequipa.
“Esa oligarquización comenzó a hacerle más daño cuando esa elite articuló el culto a la personalidad. El MAS se volvió de partido de masas, a oligarquía, a líder”, apunta Gómez Vela.
Referendo constitucional y habilitación constitucional
Y para entender la fragmentación de hoy, hay que remontarse aún más atrás en el tiempo: el 21 de febrero de 2016, Bolivia celebró un referendo constitucional para decidir si el presidente Evo Morales y su vicepresidente Álvaro García Linera podían optar a una nueva reelección consecutiva.
La consulta proponía modificar el artículo 168 de la Constitución para permitir dos reelecciones continuas.
La papeleta planteaba explícitamente si el electorado estaba de acuerdo con esa reforma, considerando el periodo 2015-2020 como la primera reelección y habilitando una segunda entre 2020 y 2025.
El resultado fue estrecho: el 'No' se impuso con el 51,3% frente al 48,7% del 'Sí', lo que significó un revés para el oficialismo y bloqueó, al menos temporalmente, la posibilidad de una nueva candidatura presidencial de Morales. Fue la primera derrota electoral significativa para el mandatario desde su llegada al poder.
Pese a ello, el 28 de noviembre de 2017, el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) de Bolivia emitió un fallo que habilitó la reelección indefinida de cargos ejecutivos, incluyendo presidente y vicepresidente, al declarar inaplicable el límite constitucional de mandatos.
La sentencia anuló en la práctica los efectos del referendo de 2016, en el que la mayoría del electorado había rechazado una reforma constitucional para permitir un nuevo mandato del entonces presidente Evo Morales.
“Esa habilitación por la vía constitucional desgasta mucho más al Movimiento al Socialismo porque dentro de sus propias filas no entienden esta idea de postular de nuevo y no abrir la puerta para que haya nuevos liderazgos”, recordó Arequipa.
El TCP argumentó que restringir la reelección violaba derechos políticos fundamentales, como el derecho a ser elegido y a elegir, protegidos tanto por la Constitución boliviana como por la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Según el fallo, estos derechos están por encima de las normas constitucionales internas.
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“Algunos interpretan como un fraude y otros como una ruptura del orden constitucional”, menciona el también profesor universitario de La Paz, y agrega que a partir de entonces “empiezan a desprenderse liderazgos e intentan construirse desde lo local, desde los territorios municipales. No tiene mucho éxito esa primera ola, pero la segunda ola, que va a salir producto de los hechos del año 2019, cuando Evo Morales renuncia y se va de Bolivia, origina un fenómeno importante: algunos políticos que pertenecían al MAS se salen, se vuelven disidentes”.
Arce vs. Morales
Las divisiones internas en el MAS se acrecentaron tras la controvertida reelección de Evo Morales en 2019. Tras denuncias de irregularidades electorales, se desataron protestas masivas y el entonces presidente dimitió en medio de presiones del alto mando militar, lo que denuncio como un "golpe de Estado". Morales salió del país y se refugió en el extranjero.
En su ausencia, la senadora opositora Jeanine Áñez asumió la Presidencia interina, en un proceso que sectores del MAS y varios gobiernos latinoamericanos calificaron como un "golpe de Estado".
Los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad durante esa crisis dejaron al menos 37 muertos.
Morales regresó a Bolivia en 2020, solo apenas tras el triunfo electoral de su exministro de Economía, Luis Arce, quien asumió la presidencia por el MAS con su apoyo.
“Las primeras señales vinieron después de que juró el nuevo mandatario, Luis Arce, desde un principio se notó que lo que quería Morales era ser el poder y Arce solo presidente. La élite que había cultivado al caudillo, lo había erigido en un monstruo político, pues no sabían cómo detenerlo”, asegura el periodista Andrés Gómez Vela.
Por su parte, el analista Arequipa recuerda que se trataba del primer ejercicio en Bolivia al coexistir dos liderazgos políticos importantes.
“Por un lado, la cabeza del partido político y por otro, el Gobierno nacional que pertenece a ese partido político. Creo que ese ejercicio fue fallido porque Evo comienza primero atacando a los ministros de Luis Arce, luego salta y ataca al vicepresidente, y luego salta en contra del presidente a cuestionar sus habilidades como economista”, comenta.
Gómez Vela añade que la división llegó a las bases: “Se dividieron entre arcistas, evistas… No tenía en realidad enemigos al frente, el único enemigo era el mismo Evo Morales”.
La tensión creció cuando Morales anunció su candidatura, provocando un quiebre abierto con Arce. En respuesta, legisladores cercanos a Morales retiraron su apoyo al gobierno, debilitando su mayoría parlamentaria.
Paralelamente, jueces vinculados al entorno de Arce ordenaron la detención de Morales en el marco de una investigación por una relación con una menor de 15 años.
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Además, el exmandatario fue inhabilitado como candidato presidencial para los comicios de 2025 debido a los límites constitucionales sobre la reelección.
¿Qué sigue para el MAS?
“Este parece el fin de un ciclo no solo para el MAS, sino para todo un modelo de gobierno”, afirma Verónica Rocha, analista política.
Morales, de 66 años, permanece en su bastión del Chapare, donde se refugia desde hace meses, tras emitirse una orden de arresto en su contra.
Sus simpatizantes han protagonizado intensas protestas por su exclusión del proceso electoral, bloqueando rutas estratégicas y enfrentándose con las fuerzas del orden en disturbios registrados en junio, que dejaron un saldo de cuatro policías y cuatro civiles muertos.
Morales ha instado a la población a manifestar su rechazo a través del voto nulo en las próximas elecciones.
“Morales vio el momento oportuno de la ruptura para evitar que la crisis económica afecte a su imagen, comenzó a alejarse y a responsabilizar de la crisis al candidato que él había elegido y que había ayudado a ser presidente”, afirma el periodista Gómez Vela.
Los expertos consultados por France 24 señalan que los partidos en Bolivia han carecido de debate interno sobre liderazgos, lo que limita resolver diferencias por vías institucionales.
Aunque el MAS fue un referente en la gestión de recursos a favor de los más vulnerables, su estructura interna no ha ofrecido un modelo replicable para la izquierda regional.
Los analistas atribuyen esta situación a la concentración del liderazgo en la figura de Evo Morales, cuya influencia prolongada habría dificultado una discusión abierta sobre el rumbo del movimiento, afectando su cohesión interna y debilitando su base organizativa.
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“La marca del MAS como partido político está tan desprestigiada como los partidos políticos de los noventa. No creo que el partido siga teniendo vida hacia el futuro. Sí creo que la movilización de las organizaciones, de las bases sociales y actores políticos que pertenecen a ese bloque popular o de izquierda, van a construir un proyecto distinto”, comenta Arequipa.
Por su parte, el periodista Gómez Vela, adelanta que “por primera vez, las bases, aquellas que asumían el voto en una decisión colectiva, ahora lo van a asumir en una decisión individual. Lo que va a cambiar el curso de la orientación del voto".
El domingo 17 de agosto los bolivianos, inmersos en una de sus peores crisis económicas, decidirán entre un abanico de ocho candidatos quién asumirá las riendas de su país.
Con AP
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