Es difícil imaginar una figura tan decisiva para su deporte como lo es actualmente Caitlin Clark para la WNBA. Si el baloncesto femenino está viviendo su momento estelar, es en gran medida gracias a la joven escolta del Indiana Fever. Pero Clark y otras grandes protagonistas están fuera por lesión y la liga ahora enfrenta cuestionamientos por un arbitraje que ha permitido un juego excesivamente brusco sobre sus jugadoras diferenciales.

Caitlin Clark no juega desde el 15 de julio, afectada por una lesión en la ingle sobre la que no hay un pronóstico alentador en el corto plazo.

Breanna Stewart espera poder volver a finales de agosto, si su inflamación de rodilla cede. Napheesa Collier tiene un esguince de tobillo y Angel Reese arrastra un problema de espalda desde la pausa del Juego de las Estrellas.

Todas están fuera de la cancha y la mayoría no tiene claro su lapso de recuperación, con lo que la WNBA corre el riesgo de terminar la temporada regular sin varios de los rostros que han marcado un antes y un después en la liga.

Otras dos grandes estrellas que sí están activas actualmente, A’ja Wilson y la novata sensación Paige Bueckers, primera selección del reclutamiento, pasaron ambas por el protocolo de conmoción cerebral luego de fuertes entradas.

No todas las lesiones han sido producto del rigor de las defensas, pero el juego duro se ha convertido en un problema que el arbitraje no ha sabido remediar a tiempo, una avalancha que amenaza los gigantescos avances del torneo y expone a la liga a intervenciones que no necesariamente serán beneficiosas.

Un partido al comienzo de la temporada entre el Indiana Fever de Clark y el Connecticut Sun expuso claramente esos vacíos de autoridad.

Jacy Sheldon golpeó a Clark en un ojo mientras esta regateaba sobre la línea de 3 puntos. Luego la empujó y Clark devolvió el empujón, lo que ocasionó la intervención de otras jugadoras.

Entre ellas se encontraba Marina Mabrey, que derribó a Clark sobre la cancha golpeándola por la espalda. Todas las infracciones fueron castigadas como faltas técnicas y ninguna de las involucradas fue expulsada.

La entrenadora en jefe del Indiana Fever, Stephanie White, no dudó en cuestionar el arbitraje:

“Ha estado sucediendo toda la temporada. Tienes mujeres competitivas que son las mejores del mundo en lo que hacen. Y cuando les permites jugar físicamente y permites que sucedan estas cosas, van a competir y van a respaldar a sus compañeras de equipo”, advirtió White en la conferencia de prensa posterior al partido.

La decisión tuvo que ser revisada probablemente a raíz de las airadas reacciones en medios y redes sociales y la falta de Mabrey fue declarada como flagrante. La corrección terminó por convertirse en una evidencia de la reacción a destiempo de la liga.

Estrellas castigadas

Hasta este 13 de agosto, Clark ha estado fuera de acción por 11 partidos seguidos y se ha perdido en total 19 esta temporada como consecuencia de otras lesiones.

Si son o no atribuibles a las defensas tremendamente físicas con las que se busca frenar al mayor fenómeno de los últimos años en la WNBA, no está del todo claro, pero no hay duda de que Clark es un blanco recurrente en su segunda temporada profesional.

En su año de novata, Clark recibió el 17% de las faltas flagrantes cometidas en toda la liga. Incluso abandonó un partido con un tímpano roto y jugó los playoffs con un ojo morado. Su compañera del Fever Sophie Cunningham ofreció en su podcast ‘Show me something’ una explicación a la violencia de las defensas sobre Clark en 2025.

Cunningham contó una anécdota de los tiempos en los que ella militaba en el Phoenix Mercury, y sus compañeras de equipo advirtieron en el vestuario que le mostrarían a la joven revelación de las Iowa Hawkeyes “cómo es realmente la WNBA”.

Aunque la mayoría de las novatas seguramente han pasado por pruebas de iniciación similares, la atención mediática sobre Clark en ese año de debut tal vez la preservó de alguna manera, lo que no está sucediendo en esta segunda campaña.

La recurrencia de los ataques en su contra ha desatado una razonable preocupación –de la que ella misma no se ha hecho eco, por cierto–, pero también ha dado lugar a las reacciones más destempladas.

Un antiguo asesor de la Casa Blanca (en el primer periodo de Donald Trump), el columnista del ‘Wall Street Journal’ Sean McLean, publicó un artículo de opinión en el que veía “una causa razonable para una investigación federal sobre posibles violaciones de los derechos civiles”, por considerar que la WNBA “ha fomentado un lugar de trabajo hostil” para la jugadora.

En cualquier otro entorno, el llamado podría haber terminado como una anécdota extravagante, pero ha recibido el combustible de importantes figuras, como el analista y comentarista de ESPN Stephen A. Smith, que llegó a afirmar que “el Gobierno tiene un caso” si llegara a involucrarse.

La liga tiene mucho para perder si esos llamados a intervención continúan, pero también es cierto que está perdiendo ahora mismo por la ola de ausencias de sus figuras más atractivas.

Una figura diferencial

Indiana Fever ha logrado mantener buenos resultados de forma más o menos estable sin Clark en cancha, pero no el interés de la afición en un año en el que 41 de los 44 partidos del equipo tienen transmisión nacional programada.

El juego inaugural de la temporada entre el Fever y el Chicago Sky de Angel Reese atrajo a 2,7 millones de telespectadores. El 9 de agosto, cuando ambos equipos volvieron a enfrentarse sin Clark ni Reese en cancha, menos de 1,3 millones se conectaron.

Cuando Clark anunció que no podría estar presente en el Juego de las Estrellas (que se disputó en Indiana), el precio de las entradas se desplomó de 121 a 64 dólares ante la pérdida de interés de la afición, y los índices de audiencia estuvieron 36% por detrás de los 3,4 millones de telespectadores registrados en 2024, cuando sí estuvo en acción.

La liga sigue arrojando números récord, impensables antes de la irrupción de Clark, pero la pregunta persiste: ¿puede salir indemne de un escenario en el que tenga que prescindir de la figura que ha representado el impulso más poderoso de su historia?

Bob Cousy, el hombre que expuso por primera vez en la NBA las virtudes de un escolta (la posición de Clark), es de los que piensan que la relación de dependencia es demasiado directa para desestimarla.

“Ella ha tenido un tremendo impacto en esa liga y su potencial de ingresos. Deberían besar el suelo sobre el que camina, no tratar de cometer faltas y sacarla del juego”, afirmó en declaraciones al ‘Boston Globe’ el primer hombre en alcanzar los hitos de 4000, 5000 y 6000 asistencias de por vida en la NBA.

La influencia de la Novata del Año 2024 ha hecho crecer a la WNBA en casi todas las formas posibles. La comisionada Cathy Englebert dijo en una entrevista para ‘The Bill Simmons podcast’ que ella y el comisionado de la NBA, Adam Silver, coinciden en que es “la atleta más popular de Estados Unidos”.

Lo era desde sus tiempos universitarios, cuando atrajo un interés inusitado al baloncesto femenino de la NCAA al romper el récord de puntos de por vida de Pete Maravich en su año de Junior.

Su impacto fue tan descomunal que analistas comenzaron a documentar lo que se conoció como el “efecto Caitlin Clark”, un fenómeno nunca visto de asistencia a los partidos, audiencia televisiva y aumento de ingresos por venta de artículos oficiales y publicidad.

Fue tan masivo que en marzo de 2024, cuando jugó la llamada Locura de Marzo (el evento cumbre del baloncesto universitario), la organización de investigación económica Common Sense Institute le atribuyó al efecto Clark un aumento del producto interno bruto de Iowa que se situó entre 14,4 y 52,3 millones de dólares.

En la WNBA, su influencia ha sido comparada con la que ejerció Michael Jordan en los años 90 en la NBA.

Marcó récords desde el día del reclutamiento, cuando fue la primera selección y más de 2,4 millones de telespectadores se unieron a la transmisión, 328% más que el draft con más sintonía en la historia.

Englebert asegura que Clark ha traído decenas de millones de nuevos aficionados a la WNBA, que este año vivió una expansión y planifica otra para 2026, alentada por los números que la jugadora ha estimulado.

La cadena ‘ESPN’ documentó un promedio récord de audiencia de 1,2 millones de espectadores en sus transmisiones de la temporada 2024, y cada día son más los interesados en emitir los juegos de la WNBA.

Los estadios han registrado llenos sin precedentes, comandados por supuesto por el del Fever, que lideró la asistencia en 2024 con un promedio de 17.036 aficionados por partido. En general, todas las sedes arrojaron sus mejores números en partidos en los que Clark estuvo presente.

La venta de productos alusivos y los contratos publicitarios también rompieron su techo en 2024, y ahora se ha adelantado la discusión de contrato colectivo, que estaba prevista para 2027, pero se está manejando con la meta de tener en octubre de 2025 una propuesta que refleje la nueva realidad de la liga.

Avanzar al mismo paso

Toda la WNBA ha evolucionado gracias a la influencia de Clark y de otras figuras como Reese, Bueckers o Wilson. Todo menos el arbitraje, que parece estar a la zaga en un escenario que ha alcanzado dimensiones colosales.

El baloncesto es un deporte de contacto, que incluye cada vez más el choque y la fuerza como armas de control del rival, como se vio en las defensas para frenar a Shai Gilgeous-Alexander en la final de la NBA.

Pero en la WNBA la falta de consistencia en las decisiones y de rigor para evitar que las situaciones escalen se está convirtiendo en un obstáculo para mantener los índices de crecimiento y de aprobación del espectáculo.

Pero los árbitros también navegan sus propias aguas turbulentas. A diferencia de la NBA, donde los jueces son personal fijo bajo contrato, en la liga femenina se les paga por juego y la mayoría debe complementar esos ingresos trabajando luego en la NCAA con un libro de reglas diferente.

Seguramente ha llegado la hora de la que la WNBA avance en la profesionalización de sus árbitros para evitar el lastre que representa el rezago en ese sector.

France24

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