Bolivia celebra elecciones presidenciales este domingo 17 de agosto y la realidad para sus ciudadanos es compleja: el país afronta la peor crisis económica de las últimas cuatro décadas y la crispación política está en máximos en medio de una profunda fragmentación. Las encuestas proyectan un giro a la derecha y, por primera vez en casi 20 años, el izquierdista Movimiento al Socialismo (MAS) llega sin un candidato con suficiente respaldo. ¿Cómo se llegó a este punto?
El futuro de Bolivia se decide en las urnas este 17 de agosto. En estos comicios presidenciales, los votantes elegirán a quién tomará las riendas de la nación andina, sumida en una crisis política y económica que no da respiro.
Estas elecciones ocurren en medio de un panorama particular: un muy probable giro a la derecha –según las proyecciones de las encuestas–, una oposición fragmentada, una izquierda debilitada y un contexto de máxima polarización.
La crisis de 2019
Al hablar de la historia reciente de Bolivia, se suele asociar al país con un nombre en particular: Evo Morales. ¿La razón? Es el líder que, hasta este año, había dominado el tablero político de la nación suramericana.
Morales ganó sus primeras elecciones presidenciales en 2005 como candidato del partido Movimiento al Socialismo (MAS).
Este movimiento fue fundado en la década de 1990 como representación de los sectores campesinos e indígenas. Con su primera victoria electoral, Evo Morales se convirtió, hace casi 20 años, en el primer presidente indígena del país.
Durante su primer mandato (2006-2009), Morales materializó la mayor parte de sus propuestas: nacionalizó los hidrocarburos y redactó una nueva Constitución, que reconoció a 36 naciones indígenas y otorgó a Bolivia el nombre de Estado Plurinacional.
Pero sus siguientes dos mandatos, de 2010 a 2014 y de 2015 a 2019, estuvieron marcados por los intentos del líder indígena de mantenerse en el poder, incluso esquivando los límites impuestos por las leyes, como denunció la oposición.
Finalmente Morales renunció a la Presidencia el 10 de noviembre de 2019 en medio de denuncias de fraude electoral y apelando que fue víctima de un “golpe de Estado”. Poco después salió hacia México en condición de asilado.
El resultado: tres semanas de intensas protestas entre los seguidores del representante del MAS y de sus opositores, choques que incluyeron la participación de la Policía y los militares. Todo eso condujo a que Jeanine Áñez, quien era la vicepresidenta del Senado, asumiera la Presidencia de esa Cámara y se declarara presidenta interina de Bolivia.
Durante el Gobierno de Áñez se convocaron nuevas elecciones para octubre de 2020. Para esos comicios, Morales propuso como candidato a Luis Arce, otrora ministro de Economía. Arce ganó en las urnas con el 55% y obtuvo mayoría en la Asamblea, lo que le devolvió el poder al MAS.
Arce vs. Morales: de la lealtad a la confrontación
Luego de que Arce asumiera la presidencia de Bolivia, Morales regresó al país tras el exilio entre México y Argentina. Rápidamente, lo que hasta entonces había sido una relación de cercanía ideológica y política se transformó en ataques y marcadas diferencias.
Tras su retorno, Morales pidió cambios en el gabinete del Gobierno, a los que el hoy saliente mandatario se resistió. Desde entonces, una serie de choques políticos con el primer presidente indígena de Bolivia ha marcado la gestión de Arce.
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El MAS quedó dividido entre ‘evistas’ y ‘arcistas’, lo que ha provocado enfrentamientos entre ambos bandos en repetidas ocasiones. En agosto de 2023, por ejemplo, una refriega generó disturbios en un congreso campesino en la ciudad de El Alto, dejando un saldo de 800 heridos.
Arce ha alertado sobre intentos de desestabilizar su Gobierno.
En contraste, Morales ha acusado al presidente de intentar eliminarlo del mapa político, luego de que el Tribunal Constitucional ratificara su inhabilitación como candidato para las próximas elecciones presidenciales.
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Un MAS sin fuerza y una izquierda erosionada
Las tensiones al interior de Movimiento al Socialismo han dejado sin muchas posibilidades al partido de tener éxito en las elecciones. De hecho, los votantes tradicionales del MAS no saben a dónde ir.
Algunos veían en el presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, una posibilidad para homogeneizar a la izquierda tradicional boliviana y a los polos opuestos al interior del MAS.
Sin embargo, Morales tachó a Rodríguez de traidor por promover su propia candidatura, como una muestra de deslealtad tras la inhabilitación del expresidente indígena.
Desde entonces, el presidente del Senado ha hecho pocas apariciones en público.
Para Gustavo Flores-Macías, profesor de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad de Cornell, el “MAS torpedeó sus posibilidades de ganar estas elecciones”.
Rodríguez sigue en pie en la carrera presidencial, junto con otra candidatura de izquierda: la de Eduardo del Castillo, exministro de Gobierno. Aun así, ambos carecen del respaldo significativo del sector progresista que solía tener Morales.
¿Inminente giro a la derecha?
Los sondeos preelectorales difundidos en los últimos días pronostican una posible segunda vuelta entre dos candidatos de derecha: el empresario multimillonario Samuel Doria Medina y el expresidente boliviano, Jorge Quiroga.
Una encuesta de Ipsos Ciesmori, difundida por los canales ‘Unitel’, ‘Red Uno’ y ‘Cadena A’, muestra que Doria Medina lidera la intención de voto con un 21,2%, seguido por Quiroga con un 20%.
El empresario, de 66 años, construyó su fortuna gracias al cemento y es dueño de la franquicia boliviana de Burger King. Se le conoce como el “candidato eterno”, ya que perdió ante Morales en 2005, 2009 y 2014. Espera que esta cuarta vez sea la vencida.
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Por su parte, 'Tuto' Quiroga fue presidente interino en 2001 cuando el entonces presidente Hugo Banzer, exdictador militar, renunció debido a un cáncer terminal. Desde entonces, el exmandatario sueña con un mandato propio.
Una economía en rojo que aviva el descontento boliviano
Sea quien sea el ganador, el próximo presidente recibirá un país en crisis. Bolivia atraviesa la peor crisis financiera de las últimas cuatro décadas, la integridad democrática está cada vez más en riesgo y el modelo económico de izquierda que había predominado hasta ahora parece ya no dar frutos.
La nación andina enfrenta una inflación interanual del 24,8% en julio, la más alta desde 2008. Una de las principales causas de esta crisis es el declive en las exportaciones de uno de los bienes más importantes de Bolivia: el gas natural. En consecuencia, la tasa de exportación de este combustible —que antes era el principal motor de la economía boliviana y proporcionaba al país un ingreso significativo en divisas— ha caído en picada desde 2017.
Adicionalmente, el Gobierno de Arce ha agotado todas las reservas internacionales de dólares para sostener su política de subsidios, mientras que importa gasolina y diésel y otros insumos como el trigo. Sin embargo, la falta de dólares en el país ha impedido que el Ejecutivo importe la cantidad de combustible necesaria para abastecer la demanda de los bolivianos.
Como resultado, realizar trámites que antes eran de rutina ahora representa toda una hazaña. En la actualidad, los bolivianos deben hacer filas de varias cuadras para conseguir combustible, recorrer múltiples farmacias en busca de medicamentos y conformarse con un pan subsidiado que se ha reducido a casi la mitad de su tamaño habitual.
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Por otra parte, el descontento generalizado es tal que muchos votantes ya no tienen expectativas en ninguno de los dos espectros del polarizado panorama político.
Con EFE, AP, Reuters y medios locales
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