En su texto Adiós a la naturaleza: la revolución bioartefactual (2019), Linares explica que la tecnología ha evolucionado en nuestra sociedad, pasando de ser una simple herramienta para convertirse en un entorno fundamental que define nuestras vidas.
De ahí que exprese que vivimos en un mundo donde las transformaciones artificiales e industriales han reemplazado nuestras interacciones con la naturaleza tradicional:
La técnica en su estado actual dejó de ser, al menos desde el siglo XX y debido a su expansión territorial y material, mero instrumentum para convertirse en un horizonte de posibilidades que configuran nuestro entorno primario. Por primera vez en la historia habitamos en un entorno de naturaleza artefactual e industrializada, que está lleno de objetos artefactual (…) Así pues, la tecnología contemporánea ha devenido mundo tecnológico (p. 29).
Ese mundo tecnológico al que se refiere Linares es el que he conceptualizado como cibermundo (Merejo, 2015), un sistema complejo que emerge de la confluencia entre la cibernética, la digitalización, la inteligencia artificial y la virtualidad, instaurando un nuevo paradigma de existencia social, económica, política, educativa y cultural, en el que se diluyen las fronteras tradicionales entre lo humano y lo tecnológico. En esta nueva dimensión ontológica, el ciberespacio actúa como un entorno virtual, interactivo y expansivo que no solo media, sino que moldea las relaciones humanas, las estructuras de poder, las formas de conocimiento y las dinámicas de producción y comunicación (Merejo, 2007).
Este sistema cibernético está sustentado en la relación dialéctica y simbiótica entre el ser humano y la máquina, donde la interfaz tecnológica se convierte en una extensión del pensamiento, de la acción y de la subjetividad humana. El cibermundo es, por tanto, una arquitectura que, edificada en estructuras materiales y organizada en entornos virtuales, funciona sobre soporte de algoritmos inteligentes y redes de datos, que articulan una nueva forma de habitar y construir la realidad a través de flujos de información (Castells.1998).
El cibermundo se despliega a través de subsistemas interdependientes, tales como el educativo, donde el conocimiento se deslocaliza y se reconfigura en entornos virtuales de aprendizaje, transformando la figura del educador, los métodos de enseñanza y los espacios del saber. También está el político, que redefine la participación, el control y la soberanía a partir del poder algorítmico y la vigilancia digital, dando lugar a una ciberpolítica que oscila en una red de tensiones entre lo democrático y lo dictatorial.
También está el económico, caracterizado por la virtualización del capital, el surgimiento de criptomonedas, el trabajo descentralizado y el dominio de las plataformas. El social, donde la identidad, la interacción y la cultura se reescriben en lenguajes digitales, en redes sociales, avatares y metaversos, instaurando nuevas formas de subjetividad y comunidad.
Es en este cibermundo donde se manifiestan todos los ejes que definimos y que atraviesan los subsistemas. El cuarto eje comprende la filosofía de la tecnología en cuanto a la historia, el desarrollo y la evolución de las máquinas y sistemas que el ser humano ha creado para modificar su entorno y facilitar sus actividades. Se centra en la relación entre la tecnología y los cambios en los modos de vida, la economía y las estructuras sociales a lo largo del tiempo, desde la prehistoria hasta la era del cibermundo.
El quinto eje se encarga de los “Estudios filosóficos de las ciencias particulares”, enfocándose en la filosofía de las ciencias específicas, como biotecnología, nanotecnología, la física, la biología, la química, la psicología, entre otras. Cada disciplina científica tiene sus propios métodos, conceptos, problemas y cuestiones éticas. Los estudios filosóficos de las ciencias particulares analizan cómo se establece el conocimiento en cada área, las teorías en debate, y las implicaciones filosóficas de los hallazgos científicos. Incluye cuestiones sobre la naturaleza de las leyes científicas, el concepto de causalidad, y la relación entre las teorías y los datos empíricos que se dan en cada disciplina del saber científico.
De acuerdo con Molines (2017):
“La historia de la disciplina tiene sus raíces tanto en la historia de la filosofía como en la historia de la ciencia de épocas anteriores. Desde el momento en que una ciencia se constituye como disciplina autónoma en relación con la filosofía (por ejemplo, en la Antigüedad griega, la geometría y la astronomía), los filósofos inician una reflexión filosófica de “segundo orden” sobre esta disciplina, es decir, una reflexión metodológica y metateórica. Aristóteles puede ser considerado el primer filósofo de la ciencia en un sentido próximo al que le damos hoy” (p.21).
Esta afirmación resalta el papel fundamental que ha tenido la filosofía en la configuración del pensamiento científico. La reflexión de “segundo orden” mencionada por Molines no solo implica una mirada crítica sobre los métodos y fundamentos de cada ciencia, sino que también abre la posibilidad de entender cómo evoluciona el conocimiento dentro de los marcos históricos y culturales. De este modo, la filosofía de las ciencias particulares no se limita a una mera contemplación teórica, sino que actúa como un espacio de diálogo y reinterpretación constante entre lo empírico y lo conceptual, permitiendo a cada disciplina revisar sus propios supuestos y expandir sus horizontes.
El sexto eje se enmarca en la "Filosofía Cibernética e Inteligencias Artificiales" y aborda las profundas implicaciones filosóficas de la cibernética (Wui, 2022) y de la inteligencia artificial (Stuart J. Russell y Peter Norvig, 2008), así como su articulación con la filosofía de la tecnología. Todo esto forma parte del importante texto que trabajamos a principios del siglo XXI, sobre "El nuevo debate sobre la Inteligencia Artificial", en torno a las concepciones de la IA desarrolladas por Dreyfus, Dennett, McCarthy, entre otros (Graubard, Comp., 1999).
En el último texto de marras, el debate se mantiene vigente a partir de los planteamientos de Dennett (1999, pp. 320-321), donde sostiene que:
"La IA es, en gran medida, filosofía. A menudo está directamente implicada en cuestiones filosóficas inmediatamente reconocibles: ¿Qué es la mente? (…) ¿Qué son el razonamiento y la racionalidad?"(…). Los filósofos han soñado con la IA durante siglos: Hobbes y Leibniz, en formas muy diferentes, trataron de explorar las implicaciones de la idea de particionar la mente en operaciones pequeñas y en última instancia mecánicas. Descartes anticipó incluso la prueba de Turing (…)”
Conviene señalar que los orígenes de la reflexión filosófica sobre la tecnología pueden rastrearse hasta el siglo XIX, cuando el pensador alemán Ernst Kapp, asociado a la tradición hegeliana de izquierda, introdujo el término "filosofía de la técnica". En su enfoque, los instrumentos y las armas eran concebidos como extensiones o proyecciones de los órganos humanos, lo que sugiere una correspondencia entre el cuerpo y el desarrollo tecnológico (Mitcham, 1989).
Por otro lado, se ha planteado que la tecnología implica una transición desde formas simples de racionalidad individual hacia configuraciones institucionales más complejas, donde la planificación, la innovación y el control dejan de ser atribuciones exclusivamente personales para convertirse en funciones propias de estructuras organizadas (Broncano, 2000).
La filosofía cibernética, como parte de un enfoque filosófico e histórico de la tecnología, comprende el estudio de los sistemas, el control y la comunicación en máquinas y seres vivos (Wiener, 1985). Esta perspectiva abre interrogantes sobre el papel epistemológico de la cibernética, la ciber-epistemología, el feedback, la autorregulación y la complejidad en los sistemas inteligentes. Desde este enfoque, se cuestiona cómo interactúan los humanos con entornos cada vez más automatizados y adaptativos, así como la implicación del lenguaje y del sujeto observador dentro del acto de observar (Foerster, 1996), lo cual da lugar a lo que ha sido categorizado como el "sujeto cibernético (Merejo, 2015).
Aquí entra la epistemología cibernética, en cuanto desplazamiento respecto de los modelos tradicionales de conocimiento, que concebían al sujeto como observador externo y privilegiado. En cambio, la cibernética, en tanto teoría del funcionamiento de sistemas autorregulados y abiertos, introduce una lógica del acoplamiento y de la retroalimentación que transforma radicalmente la relación entre el sujeto y el objeto del conocimiento.
Simondon (2018) destaca que el conocimiento no puede reducirse a una representación pasiva del mundo, sino que debe pensarse como un proceso de co-construcción dinámica donde el sujeto se transforma, al mismo tiempo que conoce. En este marco, el acto de conocer se asemeja a un proceso técnico, donde la interacción, la regulación mutua y la adaptabilidad son centrales. La epistemología cibernética simondoniana plantea, así, que todo conocimiento es ya parte de un sistema vivo de relaciones y no una operación aislada.
Por otro lado, Yuk Hui (2022) retoma la tradición de la filosofía de la tecnología para proponer una filosofía cibernética que no se limite a su dimensión técnica o funcionalista, sino que busque interrogar el sentido profundo de nuestra relación con la técnica. En su propuesta de una cosmotécnica, Hui considera que toda tecnología encarna una metafísica implícita y que, por lo tanto, la cibernética y la IA no pueden pensarse fuera de los marcos filosóficos, hermenéuticos, culturales y cosmológicos en los que emergen.
Su crítica apunta a la universalización del modelo cibernético occidental, basado en la eficiencia, el control y la predicción, y propone en su lugar una filosofía cibernética plural, capaz de articular múltiples formas de vida y pensamiento (2020). Desde este ángulo, la IA y la cibernética no son meras herramientas, sino vectores de transformación ontológica que exigen repensar lo que entendemos por mente, por naturaleza y por técnica en un horizonte global.
En este panorama filosófico-tecnocientífico, se enmarca la realización del V Congreso de Filosofía de la Ciencia y la Tecnología, bajo el lema "Las inteligencias artificiales", el cual, por primera vez en su historia, tendrá lugar en la República Dominicana. Este evento representa un hito en el ámbito académico y científico del país, al reunir pensadores, investigadores y profesionales interesados en reflexionar sobre el impacto de las tecnologías emergentes desde una perspectiva filosófica. Su enfoque en la inteligencia artificial lo convierte en un espacio crucial para debatir los desafíos éticos, epistemológicos y sociales que plantea esta revolución tecnológica.
La celebración de este congreso es fundamental para el fortalecimiento de una cultura filosófica orientada a la ciencia y la tecnología, que contribuya a la formación de una ciudadanía crítica y científicamente alfabetizada. Este tipo de iniciativas se alinea con políticas públicas que promueven el desarrollo sostenible, ya que fomentan el pensamiento crítico, la innovación y la toma de decisiones informadas. En ese sentido, el evento no solo tiene valor académico, sino también estratégico, para el avance integral de la nación dominicana.
De acuerdo con Laspra (2018), una persona con un conocimiento sólido en política científica debe ser capaz de identificar al menos seis posibles beneficios o riesgos asociados a ciertos avances tecnológicos, como los aditivos químicos en los alimentos, la energía nuclear o la exploración espacial, lo cual evidencia un nivel adecuado de comprensión sobre el impacto que la ciencia y la tecnología pueden tener en la sociedad.
En consonancia con lo planteado por Laspra sobre la necesidad de que los ciudadanos comprendan los impactos sociales de la ciencia y la tecnología, resulta fundamental fomentar la divulgación científica en lenguas como el español y el portugués. Este esfuerzo no debe excluir el uso del inglés como lengua internacional, sino complementarlo, garantizando así una mayor accesibilidad y apropiación del conocimiento por parte de las comunidades iberoamericanas.
La iniciativa del fomento de la divulgación científica salió a relucir en la VI Conferencia Ministerial Iberoamericana de Ciencia, Tecnología e Innovación, celebrada en octubre de 2024 en Valencia, en el marco de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), donde se destacó el compromiso de los Estados con una política pública que promueva la ciencia abierta e inclusiva, así como la difusión de la investigación científica en español y portugués, como pilares para el desarrollo sostenible y la equidad en la región.
En el V Congreso de Filosofía de la Ciencia y la Tecnología participarán muchas instituciones nacionales e internacionales y algunos de los autores que he mencionado a lo largo de esta serie de trabajos, la cual concluye hoy.
Además de los homenajeados, los filósofos Carl Mitcham, Eulalia Pérez Sedeño, Carlos Ulises Moulines y Ana R. Pérez Ransanz, estarán presentes en la organización de este evento Linares Delgado, presidente del Congreso, así como Javier Echeverría y Enrique Belén Lapra, miembros del comité organizador y científico.
Por parte de la comisión organizadora de la UASD, participaron el vicerrector de Investigación y Posgrado, Radhamés Silverio; la vicerrectora de Extensión, Rosalía Sosa; el decano de la Facultad de Humanidades, Gerardo Roa; el decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Antonio Ciriaco; la secretaria general del Congreso, profesora e investigadora Yvelisse Melo; la directora de UASD Virtual, profesora Jasmín Hernández; la profesora Frankeysi Severino, entre otros.
Estarán presentes alrededor de 150 participantes, entre ellos expositores nacionales y más de 130 participantes internacionales, entre los cuales se cuentan más de 70 expositores. Los nombres de todos ellos podrán consultarse en el programa del evento.
Nota: El autor de estos artículos es el copresidente del V Congreso y punto focal por parte del MESCYT.
Referencias bibliográficas
Broncano, F. (2000). Mundos artificiales: Filosofía del cambio tecnológico. Paidós.
Castells, M. (1998). La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. I. Madrid: Alianza Editorial.
Dennett, D. C. (1999). Cuando los filósofos se encuentran con la inteligencia artificial. En S. R. Graubard (Comp.), El nuevo debate sobre la inteligencia artificial (pp. 320-321). Gedisa.
Di Berardino, M. A., & Vidal, A. (Coords.). (2017). Filosofía de las ciencias: Hacia los cálidos valles de la epistemología contemporánea. Editorial de la Universidad de La Plata. (Mención de Molines, 2017, citada en este volumen).
Foerster, H. von. (1996). Las semillas de la cibernética. Gedisa.
Hui, Y. (2020). Fragmentar el futuro: Ensayo sobre la tecnodiversidad. Caja Negra.
Hui, Y. (2022). Recursividad y contingencia. Caja Negra.
Lapra, B. (2018). La alfabetización científica: La comprensión de la ciencia en España. Catarata.
Linares, J. E. (2019). Adiós a la naturaleza: La revolución bioartefactual. Plaza y Valdés.
Mitcham, C. (1989). ¿Qué es la filosofía de la tecnología? Anthropos.
Russell, S. J., & Norvig, P. (2008). Inteligencia artificial (L. Joyanes Aguilar, Trad. y rev. técn.). Pearson.
Simondon, G. (2018). Sobre la filosofía. Cactus.
Wiener, N. (1985). Cibernética. Tusquets.
Merejo, Andres (2015). La era del cibermundo. Editora Nacional.
Merejo, Andrés (2007). El ciberespacio de internet en República Dominicana (1995-2007). Ensayo filosófico, cibercultural y cibersocial. Búho.
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