Cuando Ulises Heureaux, Lilís, regresó al poder en 1887 estaba dispuesto a convertirse en dictador. Pero es a partir del siguiente período, que inicia en 1889, cuando comienza la Era del terror que terminaría convirtiéndolo en un dictador sanguinario de los peores que conoció América Latina en el siglo XIX.

Si algo caracterizó ese tercer período de Ulises Heureaux, el segundo consecutivo, fue la forma de ejecutar a sus opositores. Antes, desde el mismo nacimiento de la República en 1844, los opositores eran eliminados, pero se les hacía juicios penales donde podían defenderse. Con Lilís se inauguró otra manera de eliminar a los adversarios, que era mediante el asesinato político. Ya no se trataba de llevarlos a juicios públicos, sino simple y llanamente de asesinarlos. Con él empieza el verdadero crimen político en la República Dominicana.

Así lo explica el doctor Joaquín Balaguer: "Fue Ulises Heureaux el primero que dio al crimen político un aire de grandeza trágica sin precedente en la historia nacional…El crimen político, manejado por su genio diabólico, se convierte en una joya digna de ser expuesta en las galerías de El Príncipe".

En ese período, convertido en tirano, Lilís disfrutó de estabilidad. Recurriendo a los crímenes selectivos, y al financiamiento de los caudillos locales, no tuvo mayores dificultades en mantener su absoluta hegemonía. Aunque se mantenía en ciertos sectores aires de inconformidad, la verdad es que el tirano supo controlar la sociedad. Los opositores tenían que moverse con cuidado por temor a la larga mano criminal de quien ya no respetaba a nadie ni desdeñaba ningún método contra ningún opositor.

La fortaleza del régimen aconsejaba prudencia. El mismo Gregorio Luperón, desde su exilio en Saint Thomas, actuaba con cautela, sin recurrir a la revuelta directa, como era la costumbre. Con Lilís había que actuar diferente, definitivamente.

II

Quienes desafiaron al tirano pagaron con sus vidas. Un caso trágico fue el de Eugenio Generoso de Marchena, quien en el primer gobierno de Lilís, viniendo desde los rojos, había cerrado filas con él, llegando a ser incluso su ministro de Hacienda y un hombre de su confianza. Se encargaba de gestionarle los préstamos internacionales, y como gratitud, el tirano lo ayudó incluso a conseguir la franquicia local del Banco Nacional de Santo Domingo, de capital francés.

Marchena llegó a tener mucha influencia en la juventud, pero entonces confundió las cosas. Se creyó con poder para disputarle a Lilís el poder en las elecciones de 1992. Ocurrió que el día de las elecciones, usando su poder, el tirano declaró nulos los cómputos electorales y así siguió gobernando.

Molesto, Marchena arrancó a conspirar. También tomó la decisión, temeraria, de cerrar el crédito personal de Lilís en el Banco Nacional de Santo Domingo, alegando una tontería como la de que el dictador se había retrasado en los pagos de sus préstamos personales. Además, congeló los fondos que Lilís tenía en el Banco y embargó las garantías ofrecidas por éste para el cumplimiento de sus obligaciones.

Obviamente, una ofensa de tal magnitud no sería tolerada por el tirano. Un día, el 27 de diciembre de 1892, estando Marchena en el muelle de Santo Domingo donde pretendía embarcar hacia París, fue apresado, pese a que días antes, haciendo gala de su cinismo, el tirano le había concedido pasaporte diplomático, y lo llevaron a la Fortaleza la Torre del Homenaje.

Allí se le envió a El Aljibe, donde se aplicaba el terror en su máxima expresión. Se les pusieron grillos en los pies y se le incomunicó. Un año después, en diciembre de 1893, fue fusilado en Azua.

La forma cruel como Lilís actuó con Marchena hizo entender a todos que no tenía vacas sagradas y que cualquiera, por encumbrado o amigo que haya sido o que fuese, podría ser pasado por las armas sin miramientos

III

Hay otro episodio revelador del carácter de la personalidad siniestra del dictador. En su libro "Los magnicidios dominicanos", el historiador Euclídes Gutierrez Félix se refiere a ese hecho de esta manera:

"La muerte de Ramón Castillo, su ministro de Guerra, y José Estay, gobernador de San Pedro de Macorís, amigo de Lilís, es un episodio dantesco de su siniestro gobierno. En mayo de 1894 fue muerto en la puerta de su casa el general Isidro Pereyra, comandante de Armas de San Carlos, de quien Lilís desconfiaba en su lealtad. Ramón Castillo publicó un documento temerario e imprudente en el cual negó su participación y responsabilidad en la muerte del general Pereyra. Al final del documento afirmaba: "la historia dirá en su día, quiénes fueron los verdaderos asesinos".

Los servidores del presidente, enemigos irreconciliables, se enfrascaron en una disputa violenta de acusaciones, amenazas y chismes. Lilís malicioso, frío y ladino, los estimulaba a través de terceros. "Castillo, hombre valiente, agresivo y brutal", terminó siendo un instrumento del presidente como también Estay. Apresó primero a Estay y luego a Castillo. Más tarde Lilís se trasladó a San Pedro de Macorís a preparar el último acto del drama.

El ministro de Guerra y el gobernador de San Pedro, engrillados, fueron trasladados por mar a la Sultana del Este, al descender de la nave que los había trasladado, en presencia de Lilís, Castillo fue fusilado. De pies frente al cadáver, el presidente dijo: "Pobre mi compai, él se la buscó, él se la encontró". El gobernador Estay, contento, felicitó a Lilís: "Así se hace, general". Lilís respondió: "Un momento que no hemos terminado todavía" y ordenó de inmediato el pasar por las armas a Estay. Antes de ausentarse de San Pedro, exclamó Lilís queriendo aparentar pena: "Ojalá que esta sea la última vez que me vea precisado a fusilar a mis amigos".

Esa historia por si sola revela la personalidad cínica y sanguinaria de Lilís. Y como esa hubo muchas otras, todas las cuales al propagarse servían para mantener aterrorizados a los adversarios de Lilís. Pero como nada dura por siempre, apenas un año y medio después de ese episodio dantesco, el tirano sería ejecutado en Moca a manos de Ramón Cáceres y Jacobito de Lara, éste ultimo un mozalbete de solo 16 años, hijo de un compadre suyo.

Farid Kury

Político, escritor y periodista. Ha escrito decenas de artículos en los principales diarios nacionales. Ha ocupado diversos cargos públicos. Ha sido asistente de la sindicatura de Son Pedro de Macorís (1998), Director de Prensa de la Procuraduría General de la República y de la Dirección General de Prisiones (1990), Gobernador Civil de la Provincia de Hato Mayor (1996), Candi-dato a Senador por el PLD (1998), Embajador Adscrito a la Cancillería, Encargado de Asuntos de Medio Oriente (1999-2004), Director del Departamento Cultural del Ayuntamiento de flato Mayor del Rey (20011). Asistente Asesor de los Comedores Económicos del Estado (2007), Coordi-nador Técnico de la Región Higüamo de FEDOMU (2011). en la actualidad es asesor Cultural del Senado de la República Dominicana. Es autor de varios libros: "¡Juan Bosch, ¡Entre el Exilio y el Golpe de Estado” (2000), “¡Peña Gómez, ¡Biografía para Escolares” (2003), “Francis Caamaño, ¡Una Vida” (2005), Trujillo, El Gladiador” (2006), “Juan Bosch, Memorias del Golpe” (2007), “Personajes, Triunfos y Caídas” (2008), “Minerva Mirabal, La Mariposa” (2010), “Juan Pablo Duarte, El Apóstol!' (2010), "Juan Bosch, del Exilio al Golpe de Estado" (2013), "Francis Caamaño, Entre Abril y Caracoles" (2014), lbs, de Restaurador a Tirano" (2015).

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