Porque: Manda el que puede y obedece el que quiere.
El hombre sueña con escapar, pero
no debe correr para ser libre.
Si huye de sí mismo, su prisión irá con él.
G. Thibon.
Mientras más conozco de la vida, más me radicalizo en que no existe razón alguna sobre la tierra, para tu entregar esta, cual que sea la causa. Más bien, considero -a diferencia de muchos-, que una retirada ordenada es más valedera para continuar tu lucha en otro momento que sea apropiado, y, no desperdiciar la que nunca será repuesta, es decir, tu vida.
Son momentos de establecer una retirada táctica, que no es una derrota ni la pérdida de la voluntad para sostener la lucha. Es saber alejarse del campo de batalla sin que signifique perder contacto con el enemigo. Y, en eso estamos, ante la imposibilidad que imponen lo peor de la sociedad con su sucio dinero.
En ocasiones me cuestiono sobre la lealtad, esa virtud que conlleva el cumplimiento de las obligaciones, primero consigo mismo y después con los demás, y, que hubiese cambiado si, en vez de incriminarse e inmolarse, Sócrates hubiese efectuado una retirada táctica en espera de nuevas oportunidades para implementar y acrecentar sus creencias filosóficas.
Reitero, si en vez de entregarse por sostener sus principios, hubiese hecho una negación estratégica para salvar su vida y proseguir en un mejor campo sembrando sus enseñanzas, es posible, quizás, a -sabiendas de que la lealtad no es un manjar para ser degustado por cualquiera-, no tendríamos que cuestionarnos en estos momentos sobre: ¿A quién son leales los políticos funcionarios? ¿Al gobierno? ¿al partido o sus intereses particulares? ¿a quién son leales las autoridades policiales si no lo son con el pueblo?
Desde que los políticos comenzaron a romper olímpicamente lo que se llama la valla de Chesterton, es decir, sin entender el propósito de la tradición o costumbre que sostenía esta; sin tomar en consideración el propósito inicial con la que se construyó, sin importar el ambiente político, militar, policial o cívico que dio inicio a su construcción, solo nos lleva a situaciones críticas dentro del desempeño humano o institucional, muy parecido a la situación en que hoy vivimos, más cerca del caos que de la convivencia pacífica.
La lealtad a los principios ha sido carcomida, al inicio, de una manera muy sutil, que se fue degradando hasta casi desaparecer en el hoy día. Y, la razón es que los políticos pervirtieron a los militares, policías y luego a funcionarios -más o menos en ese orden-, en base a la compra de “lealtades”, sin tomar en consideración que la lealtad es un manjar, un exquisitez que no se puede comprar ni vender con prebendas, ya que, tanto el que pretende comprar como aquel que se quiere vender, conocen muy bien que esa “lealtad” cambia con los intereses o el dinero, es decir, que se va detrás, en su momento, del mejor postor y no le molesta, en lo más mínimo, desandar el mismo camino de la traición.
Durante décadas han estado los políticos, alimentando la vagancia, mediante la compra de voluntades o falsas lealtades por parte de los pobres padres de familia y, principalmente, de aquellos que fungen como sus reales y verdaderos defensores, pero que, a la vez, son sus peores verdugos de los cuales solo han recibido, llegado el momento, negaciones y traiciones, las cuales les han costado todo un dineral al erario.
Por eso hoy no hay lealtad hacia las instituciones a las cuales pertenecen, llámense como se llamen, no hay ningún sentido de compromiso con las mismas y lo peor, son las policiales y militares, donde la lealtad hacía la institución y el uniforme, cada día brilla por su ausencia, habiéndose llevado por delante a la señora disciplina, es decir, la sangre que le da vida a esos organismos.
Sé que soy un estorbo para todos esos engendros, pero, estoy plenamente convencido de lo que pienso y digo, como lo puede estar cualquier persona medianamente pensante en este país, donde lo incierto y confuso, se ha convertido en la regla. ¡Sí señor!
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