
El mundo es un lugar inseguro
La geografía de una novela no es la misma que se reconoce en la realidad ficcional. Pues lo geográfico está dominado por los imaginarios históricos que forman parte de un territorio advertido por la búsqueda de un ser o entidad incidente en una página que se piensa como soporte, vida, relación e historia de lo que se puede observar como motivo simbólico y formalmente especular.
Se escribe y se escucha en La Guerra de los mundos, la voz del autor:
“El océano Atlántico dominaba toda la escena cubierto por una espesa capa de nubes que le daban un color gris con tonalidades plateadas. Al otro lado del mar inmenso, en alguna parte de su lejana Europa, los rigores del invierno hacían que las personas continuaran maldiciendo la suerte que les había tocado vivir. “Al menos”, se decía Reynet como para darse ánimo, “ese es un problema que yo no tendré mientras me encuentre en esta parte del mundo”. (Ver, Manuel García Cartagena: Una guerra de sueños, 2021 (2023), p. 37).
Es importante destacar las visiones que argumentan el capítulo, esto es En las lomas de El Choco, donde se lee en las dos primeras líneas lo siguiente:
“Cuesta arriba, los sueños siempre aparentan ser más grandes que el planeta en su más abarcadora totalidad”.
Pero inmediatamente en el segundo fraseo discursivo aparece la clave de oposición y estrategia que completa el foco de comienzo que plantea y desarrolla la visión del mismo:
De hecho, el teniente Sèbastien Reynet contemplaba un panorama negro y premonitorio según acota el autor y a la vez, desde el relato construye una visión que se lee en el arte de la novela y el autor del novelar, lo que a su vez incluye la relación, del género y su práctica (novela-novelar), en el nivel discursivo evidenciado, orquestado desde la voz del autor y la voz del personaje.
¿Cómo se enfoca o desarrolla la visión del militarismo haitiano, tal y como se puede leer en el siguiente fragmento:
“Junto con otros dos suboficiales, Reynet pertenecía a la avanzadilla de exploración que acompañaba a los remanentes del ejército que, hasta hacía poco había sido el último garante y guardián de los intereses de Francia en aquella isla tropical y agreste”. (Ibídem. Cap. cit.)
Una poética con intencionalidad crítica obliga a tejer las interpretaciones de los dos mundos reales y posibles que sugiere esta obra. La travesía colonial de la presencia de África y sobre todo esa “isla tropical”.

“Alguna noche, en el inicio de la expedición de Saint-Domingue, a pocos días del desembarco en el lado oeste de la isla, en la zona que alguna vez había pertenecido a Francia pero que se hallaba ahora en posesión de los antiguos esclavos, alguien, algún mulato interesado en avenirse con los recién llegados, les había contado bajo el poderoso efecto mistagógico del ron isleño la historia de los marrons en medio de un gran despliegue de relatos fantasiosos. Tratando de hacer pasar por elocuencia algo que no era más que simple charlatanería propia de unos hombres a quienes el sol del trópico les ha salcochado el cerebro, ese individuo intentó convencerlos de que un puñado de negros salvajes y semidesnudos habían logrado hacerse con los secretos más recónditos de los designios insulares…” (p.38)
En efecto, la cardinal que gobierna el propósito textual, ocupa su lugar en el siguiente predicado cultural e ideológico:
“De esos relatos, Reynet recordaba solamente las partes que habían logrado rasguñar la imponderable barrera de su natural escepticismo, ora porque creía haber vivido episodios que aportaban algún crédito a lo dicho por aquel borracho, ora porque no había podido encontrar una mejor explicación que darle a ciertos “misterios” de los que había testigo de manera directa o indirecta.
-No subestimen a los cimarrones –les había dicho el mulato-. Si eso hacen, lo lamentarán. Sus fuerzas ya casi han perdido toda relación con las de la especie humana. Se han fundido con las sombras de la selva; se han hermanado con la noche. No los mueve interés alguno, ya que su pensamiento no es compatible con ninguno de los modelos de civilización conocidos en la actualidad”. (pp. 38-39)
Ciertamente la ínsula tropical que mueve tensiones provocadas por las metrópolis históricas que fácilmente pagaban en base a tratados y trazados, es decir, la parte española y francesa, España y Francia creaban su propio teatro:
“Los Antiguos han estado, están y estarán todo el tiempo unidos a la suerte de esta isla, desde antes de nacer e incluso después de su pretendida muerte. Así ha sido y así será, y contra eso ni la misma voluntad del Dios cristiano puede hacer nada… a golpes de hacha; a muchos he visto incluso arder en su propia grasa corporal hasta consumirse atados al tronco de algún árbol.” (p.39)
Desde la misma mirada, el teniente Sèbastien Reynet contemplaba las espesas nubes oscuras, recordando los gestos y ademanes del aquel mulato que le contó aquellas historias a él y a varios de sus compañeros.

“Mientras contemplaba las densas nubes que llenaban de oscuros presagios todo el horizonte, Reynet recordaba los gestos y ademanes del mulato que les había contado historias a él y a varios de sus compañeros en un excelente francés. Sin embargo, ninguno de estos últimos podía confirmar o invalidar sus recuerdos, puesto que todos habían caído en el campo de batalla en una guerra tan dispareja como injusta. No era la primera vez que eso sucedía… Ya antes, bajo las órdenes del general La Fayette.” (p.39)
Cuál era la mirada de Reynet convertida en suma de visiones y pesadillas que sobreacentúa como testigo y situación:
“Como vertiginosos celajes más bien propios de visiones de pesadilla desfilaron por la mente de Reynet los recuerdos de conversaciones, chanzas y bromas gastadas entre los camaradas a quienes vio caer atravesados por toscas lanzas artesanales o cortadas por la cintura de un único golpe de mandoble, o con la cabeza destrozada por un garrotazo o la garganta perforada por las puyas de una horquilla de campo, o con el vientre destripado por una hoz…” (p.40)
El ojo de Sèbastien Reynet veía aquel paisaje histórico y, lo que percibía de aquella historia negra y adversa el militar:
“Con el rumbo puesto nuevamente cuesta abajo, el ojo atento del teniente Sèbastien Reynet volvió a pasar una rápida revista al terreno tal como lo había hecho antes de subir frente a la empinada mole que se levantaba frente a él. Formando una densa y confusa maraña de árboles en la que se mezclaban sin ningún sentido pinos, caobas, sabinas, cauchos, cambrones y muchas otras especies de árboles, la exuberante espesura daba a entender que la misma naturaleza se había divertido creando el bosque por donde su mulo y los de los demás miembros de la tropa avanzarían sin temor a rodar ladera abajo…” (p.41)
El autor narra los tropiezos, los choques de poder, las determinaciones de una metrópolis como Francia, de donde venían las mujeres desprevenidas para retomar los mandatos de su mente-ojo:

“El paisaje que se ofrecía a sus ojos no podía ser más aterrador. Dominando toda la escena por encima de la copa de una breve franja de árboles de guayacán que crecían justo antes de la costa cercana, un mar grisáceo y agitado portaba sobre sí el plúmbeo y omiso peso de unos densos nubarrones. Peor aún, a juzgar por las dimensiones de la enorme franja de aspecto más oscuro que el resto que se observaba en lontananza, el fenómeno era de proporciones colosales.” (p. 43)
Las relaciones de los fragmentos e imágenes anteriores, no solo muestran, sino que funcionan como traductores de movimientos enunciativos que permiten descubrir las formas de poder acentuadas en una isla dividida como resultado de la acción o acciones de las metrópolis, principalmente el de la Cesión a Francia. Pero con lo que Reynet se topó fue con Ferrand y lo puso a pensar.

Más adelante, los dejaré hablar, mediante el sistema verbal asumido:
“-Con el debido respeto, mi general –dijo Reynet al escuchar las órdenes que Ferrand acababa de impartir-. Por la velocidad del viento se podría decir que el fenómeno se encuentra a un poco más de hora y media de la costa. A pesar de que lo ideal sería aguardar los resultados de una exploración que nos permitiera determinar las condiciones del terreno, algo así tomaría no menos de una hora, lo cual nos dejaría sin tiempo para hacer que la tropa pueda encontrar refugio. Por esa razón, considero más prudente que todos vayamos juntos a explorar esa cueva, tomando en cuenta que, aparte de esa, en las otras lomas también hay otras cavernas más pequeñas que podrían servir de refugio a grupos más reducidos.” (p.44)

Y claro, Reynet es el actor-tipo que proyecta una acción literaria, artística… enunciativa que traduce por aspecto y seguridad una función histórica negociada, tanto en las consecuencias de la realidad histórica, así como en el futuro final de Fernand. Se trata de una peripecia narrativa que involucra la función o las funciones del personaje en su contexto. Pues en esta novela, se destejen alternativas de lo verosímil y lo que pretende llegar a lo que será una tragedia histórica.
“Reynet había hablado con gran seguridad: Ferrand lo escuchó, reflexionó y luego dijo: -En ese caso, y como no tenemos otra alternativa, hay que liberar a los animales. Ellos sabrán hallar la mejor manera de guarecerse…” (pp.44-45)
A partir de aquí, el ritmo y el significado de esta novela narra, permite un juego de estrategias que el lector advertirá en la medida que dicho imaginario convierta los eventos en fenómeno, causa y ocurrencia donde las acciones aceleren sus niveles de posición de la voz o las voces de estas guerras insulares y geográficas, en el universo de violencia que muestran personajes, usos, acciones políticas y militares visibles en el contexto de desarrollo del relato:

“El efecto que tuvo este incidente en el ánimo de la tropa fue el de una confirmación del rumor que rodaba de boca en boca, según el cual, el comandante Ferrand, como lo llamaban algunos, era víctima de una maldición que le había echado una noche un anciano houangán de Saint-Raphaël, a quien sus hombres habían apresado junto a sus tres nietas en el curso de una expedición al interior del país durante la cual arrasaron la modesta vivienda propiedad de aquel viejo. Según se supo después, este último les imploró mil veces en su idioma ancestral que perdonaran la vida de sus nietas y lo tomaran a él como único rehén.” p.47)
No solo en el plano de los indicios, sino también en el de las pautas accionales que respaldan el tratamiento que el autor plantea y ofrece soluciones para que toda esta fábula muestre la derrota de Francia en el Caribe:
“Volvió a comprobar que su actuación como soldado había sido correcta cuando, asediado por las tropas de Dessalines en 1805 en la parte española de la isla, se vio obligado a atrincherarse en la fortaleza de Santo Domingo. En esa ocasión, no solamente perdió la mayor parte de sus mejores soldados, sino también los últimos refuerzos que Francia le enviaría, hundidas sus fragatas por los cañonazos de la flota del pérfido inglés John Thomas Duckworth, gobernador de Jamaica.” (p.49)
Indudablemente, y en tal sentido, las cardinales que se mueven entre miserias, batallas, historias, narrativa y solución contextual conformarán otro mapa político, militar, histórico y económico. Lo que provocará otros fenómenos trágicos que hasta nuestros días inciden en la “colonialidad del poder”.

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