El pasado 26 de abril de 2025, atendiendo a una invitación de Miguelina Justo, ofrecí un micro taller sobre el haikú y su relación con el Tai Chi, junto al Maestro Francisco Sánchez Fung, en el Parque Iberoamérica de Santo Domingo.
Un poco de historia. En 1991 vi por primera vez en Meadville, Pensylvania, a un envejeciente afroamericano practicando Tai Chi en el parque. En ese entonces, me pareció inútil, pero interesante. Pero no fue sino hasta noviembre de 2025, cuando en Saigón, Vietnam, como parte de actividades culturales extracurriculares, asistí a una demostración y práctica de Tai Chi y quedé maravillado por la belleza de los movimientos y su efecto relajante.
¿Qué es el Tai Chi? El Tai Chi es un arte marcial de origen chino que se caracteriza por movimientos lentos y armoniosos. Surgió en el siglo XVII y combinaba filosofía taoísta, medicina tradicional y artes marciales. El comediante chino Jimmy O. Yang lo define como “ejercicio para viejos que no pueden hacer ejercicio”. Cómico pero incierto. El Tai Chi no es sólo para viejos. Individuos de todas las edades practican el Taichi, por sus efectos terapéuticos y medicinales. El Tai Chi tiene movimientos lentos y fluidos y cada gesto contiene “conciencia, respiración y armonía con el flujo natural de la energía (el qi)”.
¿Qué es el Haikú? El haikú es un poema de tres versos (5,7,5), originario de Japón, en el siglo XVII. El haikú trata de capturar de manera súbita y condensada un instante, una emoción o una imagen de la naturaleza. Se reconoce a Matsuo Bashô como uno de los primeros poetas en escribir este género. Es famoso su poema:
Un viejo estanque;
se zambulle una rana,
ruido de agua.
¿Cuál es la relación entre el Taichí y el Haikú? Pues aparentemente ninguna, una es un arte marcial y el otro, un arte de las palabras, pero ambos son formas de arte asiático. En una investigación preliminar, encontré los haikús de Eleuterio Navalón, un residente de Albacete, España, que practica el Tai Chi y escribió unos haikús dedicados a este arte marcial. Entonces, decidí explorar un poco más la relación entre ambos.
Haré una descripción del micro taller de haikú que ofrecí en parque. Antes de comenzar la clase, hablé brevemente sobre el haikú y de la relación entre éste y el Tai Chi. Luego, expliqué las actividades que íbamos a realizar. Después de cada una de las formas (secuencias) de Taichi, los participantes leyeron un haikú. Al finalizar la clase, retomé las explicaciones acerca del haikú: el origen, su estructura, la naturaleza, las diferencias entre haikú, senryu y zappai, leí en voz alta algunos haikús e hice un breve análisis de dos o tres poemas. Manos a la obra: hicimos un ejercicio en el cual les di a los participantes los versos 1, 2 y 3 de diferentes haikús y, luego, los participantes fueron armando inusitadas combinaciones de versos en sus haikús. La última actividad consistió en un paseo por el hermoso parque Iberoamérica y, luego, la escritura de uno o dos haikús para compartir con la clase.
Pero volvamos a la relación entre el Tai Chi y el Haikú. ¿Qué tienen en común la práctica de un “arte marcial” y la poesía del haikú, aparte de que son artes asiáticas surgidas en el siglo XVII? Mi exploración comenzó con la solicitud que le di al ChatGPT: Escribe sobre “El taichi busca la belleza en los movimientos y el haikú busca la belleza en la palabra”. El ChatGPT me respondió lo siguiente:
“¡Hermosa observación! Y muy cierta. Si quieres, podemos desarrollar esa idea en una reflexión poética o filosófica, pero aquí tienes una forma clara de expresar esa conexión:
Tai Chi y Haikú: Belleza en movimiento y en palabra El Tai Chi y el haikú son dos expresiones del alma oriental que comparten una misma esencia: la búsqueda de la belleza en la sencillez, del equilibrio entre forma y vacío, del presente como centro de todo.
- El Tai Chi encuentra la belleza en el movimiento lento, armonioso y consciente del cuerpo. Cada gesto dibuja el aire con intención, como si el cuerpo escribiera poesía en el espacio.
- El haikú, en cambio, condensa la belleza en tres versos breves, capturando un instante del mundo con palabras precisas y silencios reveladores.
Ambos requieren lo mismo: presencia, respiración, contemplación y disciplina.
Tai Chi es haikú en el cuerpo.
Haikú es Tai Chi en la palabra”.
Aunque la respuesta del ChatGPT es un poco vaga y cantinflesca, se pueden rescatar varios aspectos interesantes, que de seguro fueron plagiados a un humano: la observación obvia de los movimientos lentos y armoniosos del Tai Chi. Pero lo novedoso es que genera la hermosa metáfora “como si el cuerpo escribiera poesía en el espacio” y el quiasmo “Tai Chi es haikú en el cuerpo. Haikú es Tai Chi en la palabra”.
Bueno, pero además de la belleza y la armonía en ambos, quedémonos con las afirmaciones de la IA: “capturando un instante” y “el presente como centro de todo”.
Cuando leí El aroma del tiempo: Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse de otro asiático, el filósofo de origen coreano Byung-Chul Han, me interesó el concepto de “duración”.
Según esta concepción, el tiempo actual pasa de una manera rápida, acelerada, y dispersa; es un tiempo atomizado, lleno de información que amenaza con un alud de sucesos cotidianos… Según Han, concurrente con el tiempo rápido ocurre otro fenómeno llamado “disincronía” que consiste en la dispersión y atomización del tiempo.
En esa dispersión y aceleración de los sucesos se pierde la “duración” “porque ya nada concluye, porque nada comienza”, “se pierde el sentido de las cosas”. En el tiempo veloz se dispersa una serie de sucesos inconexos que impiden la contemplación. “La aceleración del tiempo mata la vida contemplativa. La vida plena habita la duración del tiempo.
Han recurre a Aristóteles, para quien el ocio no era una pérdida de tiempo o una actividad pasiva sino “la contemplación de la verdad”. “Entrar a la vida contemplativa produce tiempo y espacio…. Recuperando aquel tiempo con aroma, el aroma del tiempo… La belleza es la contemplación y es el tiempo”.
Pero ¿qué tiene que ver todo esto acerca del tiempo acelerado y la duración con el Tai chi y el haikú? El Tai Chi y el haikú son artes del tiempo. Con respecto al Taichi, una de las enseñanzas del Maestro Sánchez Fung es que no importa la cantidad de repeticiones de las “formas” o rutinas coreográficas. En mi opinión, esas repeticiones de formas lentas están habitadas por la duración, en el presente del cuerpo-ahí, cuerpo que tiene consciencia de sí, pero que no juzga. El tiempo vivido en el Tai chi no es el tiempo cronológico, acelerado de la vida cotidiana; es la duración de un tiempo que contempla la naturaleza. Es, si se quiere, la eternidad de un instante, en el que las manos empujan el cielo.
Por su parte, en el haikú, en la brevedad de los tres versos, en el ojo que se detiene y esculca el saltori (la revelación), la epifanía de algo que estaba ahí frente a nosotros y sólo intuíamos; de algo que también está en nuestros cuerpos.
El Tai chi y el haikú son artes de la eternidad, donde no existe la prisa.
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